Bruselas - Sebastian Kurz (Viena, 1986) no es un líder cualquiera. Es un animal político extraordinario y que ha marcado un camino para otros en la Unión Europea. Llegó al ministerio de Asuntos Exteriores solo con 27 años. Y lo hizo teniendo muy claro que lo que quería ser era canciller del país, algo que consiguió cuatro años después. Y ahora con 31 años señala el camino del conservadurismo europeo incrustado en los partidos tradicionales.
Hace solo 9 años que Kurz llegó a la presidencia del brazo de la juventudes del Partido Popular Austriaco. Menos de una década después el joven vienés es ya el vigesimoquinto canciller austriaco. La figura de Kurz era vista en el partido como la visión joven y de futuro, pero el exministro de Exteriores no se frenó nunca y no dejó que nadie le dijera que todavía no era su momento: en 2011 trabajó en una subsecretaría de Estado dentro del ministerio del Interior y en 2013 ya era encargado de la cartera de Exteriores. La receta Kurz parece ahora un modelo a seguir. Y es que el exministro de Exteriores tomó una postura muy clara: si el Partido Popular Austriaco tenía que ganar las elecciones a la extrema derecha que se situaba mucho más arriba en las encuestas debía copiar su fórmula. Así que el ahora canciller endureció muchísimo el discurso de su formación y, efectivamente, acabó ganando y poco después formando Gobierno con la extrema derecha.
Y sigue girando a la derecha Como ministro de Exteriores Kurz tomó una decisión arriesgada: se opuso a Angela Merkel, canciller alemana, cuando esta tomó la decisión de abrir sus fronteras a los refugiados. Viena siempre ha actuado como un pulmón más, pero ese día el joven político rompió lazos y se lanzó a la aventura de empezar a girar hacia la derecha y todavía no ha dejado de hacerlo.
La receta Kurz es sencilla: si no puedes vencer a la extrema derecha muta en ella. O, como mínimo, adopta alguna de sus ideas. Si se trata de una radicalización racional o de puro populismo es algo que todavía está por determinar. Pero cuando hace medio año llegó al poder el canciller no se podía imaginar que unos meses después se generaría el caldo de cultivo perfecto para que su idea de una Europa extremadamente dura con la inmigración ilegal pudiera coger forma y aceptación. Para Kurz una postura dura contra los migrantes ilegales no es algo excepcional que se deba adoptar en este preciso momento por unas circunstancias determinadas, sino que es una postura que debería ser defendida siempre como parte de las herramientas ideológicas de la derecha europea.
La pasada semana la Austria de Kurz tomaba las riendas de la presidencia rotatoria del Consejo de la UE en una soleada Viena. Y en la agenda un tema por encima de todos los demás: inmigración ilegal. Lo cierto es que Europa ya no vive una crisis migratoria, pero se han alineado todos los planetas necesarios para que se instale esa narrativa: la llegada del nuevo Gobierno italiano con Matteo Salvini, líder de la xenófoba Lega, como ministro de Interior, y el órdago de la CSU bávara contra el Gobierno de Merkel de cara a las elecciones de Baviera que se celebran en octubre han hecho que el asunto vuelva la tablero.
En este contexto la agenda de Kurz y las ideas de dureza contra la inmigración, con campos de refugiados o “plataformas de desembarco” fuera de la Unión Europea y una fuerte colaboración con países de origen para que controlen sus fronteras se ha convertido en un discurso válido y que entra en el debate de la UE, tal y como el canciller ha venido defendiendo. Es lo que él llama el “modelo australiano”.