MADRID - El recorrido del pacto entre PSOE y Ciudadanos, necesitado de la abstención de PP o Podemos, expiró tras pocas horas de existencia pese a la escenografía solemne que Pedro Sánchez y Albert Rivera quisieron dar a una alianza de legislatura que no suma siquiera para la investidura. El partido de Pablo Iglesias frenó en seco cualquier expectativa del aspirante socialista al romper toda negociación y decidir ausentarse en la reunión a cuatro bandas fijada para la tarde de ayer entendiendo que el PSOE ya ha escogido compañero de viaje y su elección, según el número dos de la fuerza morada, Iñigo Errejón, “es incompatible con nosotros”. “No vamos a ser figurantes de un acuerdo cosmético y que se ha redactado pensando en el PP”, describió el también portavoz del grupo negociador, aplazando el intento del giro a la izquierda a que se consume la fallida investidura de Sánchez. O lo que es igual, Podemos sigue con la mano tendida pero siempre que los socialistas no traten solo de desalojar a Mariano Rajoy de La Moncloa, sino también “sus políticas”, que consideran próximas a las que inserta Ciudadanos en el llamado Acuerdo para un Gobierno reformista y de progreso, inviable con la política económica, fiscal y territorial que abandera la marca de los círculos. Poco antes, el portavoz de IU-Unidad Popular, Alberto Garzón, se sumó al rechazo de la vía “a izquierda y derecha” por la que aboga Sánchez al enjuiciar su consenso con la formación naranja como “muy regresivo y contrario a los intereses de las clases populares”.

Podemos aireó su “decepción” e hizo saber al socialista que solo será presidente si se decanta por la alternativa que incluye a los grupos de izquierda y olvida la estrategia “que no suma” y “hace las delicias del Ibex 35 y de los sectores privilegiados”, aludiendo a la “tercera reforma laboral encubierta” que a su juicio contiene, amén de no subir el salario mínimo interprofesional y por el contrario subvencionar a los empresarios que paguen los “peores salarios”. Por ello, el partido de Iglesias trasladó a Sánchez que tras el debate de la próxima semana, a partir del 5 de marzo, “se abrirá otro tiempo” en el que toca intentar un verdadero gobierno de cambio. De momento, según Errejón, el líder del PSOE “ha preferido un acuerdo lesivo para las mayorías sociales” manteniendo la negociación a dos bandas con formaciones que tienen “caminos contradictorios”. “Esa ficción se rasga porque llega un momento de bifurcación y hay que elegir. Y el señor Sánchez ha elegido”, recalcó. Podemos echa en falta que no haya un compromiso explícito en el texto para derogar la ley mordaza pese a que Sánchez lo prometiera en rueda de prensa, como tampoco se incluye la supresión del copago sanitario que igualmente citó. Tampoco entiende la fuerza morada que se desdeñe el referéndum para Catalunya sin ofrecer otra solución, emulando el inmovilismo del PP.

Por la mañana, Sánchez y Rivera escenificaron su acuerdo a mayor gloria pese a ser conscientes de dónde partían y hasta dónde podían llegar. Para empezar lo firmaron en la sala Constitucional del Congreso, una de las más rimbombantes al estar presidida por los retratos de los siete padres de la Carta Magna. En el programa de ese hipotético Ejecutivo sobresale una reforma de la Constitución, una reforma fiscal y laboral, una defensa cerrada de la unidad de España y un rechazo frontal a la consulta. No tardó Sánchez, para quien el documento seguirá vigente “sin fecha de caducidad” aunque no sea investido, en retar a Podemos a decirle qué parte del escrito “no es de izquierdas”, mientras que Rivera exigió del PP un esfuerzo “de valentía y generosidad” para apoyarlo. “Es un acuerdo abierto, progresista, reformista, que no excluye a nadie, que no confronta con nadie”, ensalzó el socialista; en tanto que el dirigente de Ciudadanos, incansable en sus referencias a Adolfo Suárez, se jactó de que la alianza retoma el hilo de la transición para “sentar las bases de una nueva etapa política los próximos 40 años”. Y mientras Sánchez loaba a Rivera por no pensar primero en los asientos, un claro dardo hacia Iglesias, el líder naranja no descartaba ya entrar en un gobierno de coalición, algo que siempre desdeñó.

dos versiones, mismo pacto Dice el acuerdo contemplar más de 200 reformas y el 80% de las propuestas de Ciudadanos, pero las disensiones no tardaron en aflorar. Sánchez sostuvo que derogará la reforma laboral pero no aclaró en qué página y con qué expresión se recogía, y es que esta promesa no está plasmada en el pacto pese al texto precedente que envió a todos los partidos bajo el epígrafe Medidas urgentes de derogación de la reforma laboral. En el consenso con Ciudadanos lo reduce a un “cambio en el marco de relaciones laborales” para “empezar a resolver el problema del paro y la precariedad”. Asimismo, propone iniciar un “proceso de negociación de un nuevo Estatuto de los Trabajadores”, aunque sin derogar el actual, aprobado por el PP. Desde el partido de Rivera corroboraban este extremo: “Hay cambios en cosas muy concretas y limitadas, pero nada más. Entendemos que el vocabulario de Sánchez es de cara a sus bases y a los suyos”. Los técnicos del PSOE alegan que no se puede borrar de un plumazo toda una legislación laboral, para que no se produzca un vacío normativo y legal, sino de forma paulatina, aunque en un primer momento desaparecerían “las partes más lesivas” de la misma. Por otra parte, el acuerdo fija un nuevo contrato estable y progresivo, con una duración de dos años, que sustituye a los actuales temporales y que contempla indemnizaciones crecientes por despido por causas económicas, organizativas y productivas, es decir, se aproxima al contrato único de Ciudadanos pero suavizándolo.

El pacto templa varios elementos troncales del programa que Sánchez clamó hasta la saciedad. Y es que, por ejemplo, tampoco deroga la ley mordaza, sino que se acuerda “revisar los preceptos que han sido recurridos ante el Constitucional”. Igualmente, PSOE y Ciudadanos se comprometen “a cesar a los altos cargos y pedir el acta a los cargos electos que, a partir de la fecha de este acuerdo, pasen a situación de investigados por delitos de corrupción”. Es decir, solo los nuevos imputados socialistas tendrán que dimitir, y no quienes ya están siendo investigados. El acuerdo incluye todos los puntos de la reforma exprés de la Constitución que exigió Rivera, entre ellos la supresión de las diputaciones provinciales; y añade que si el Senado no se convierte en una cámara territorial, deberá ser suprimido. Además, tampoco se concreta la modificación de la ley electoral.

Cesiones a Ciudadanos que no concuerdan con los fines de la izquierda. No es de extrañar que Garzón, que reconoció que la negociación abierta no tenía ya sentido sin Podemos, señalara que este pacto “es incompatible con las conversaciones mantenidas en el grupo a cuatro”, reprochando al PSOE “haber elegido no ir con las clases populares” en vez de configurar un “Gobierno de resistencia”. No tardaron los socialistas en culpar a Podemos por su desmarque, instándole a seguir hablando hoy mismo. Es más, el portavoz Antonio Hernando aprovechó para alinearles con el PP. “Podemos miente y lo sabe, demuestran que viven mejor con Rajoy”. Y es que la perspectiva del líder del PSOE es otra. “Quien diga que este acuerdo no suma es que no ha entendido nada”, remarcó el candidato a presidente. “Suma porque no excluye a ningún español; suma porque mira a la izquierda y a derecha”. De momento, Sánchez se queda atorado en este último lado.