Durante media hora de conversación sobre el Tour 2023 con Markel Irizar, “disfrutar” es la palabra que más se pronuncia, con mucha distancia sobre la segunda. El exciclista oñatiarra ve en la ronda gala un escaparate de excepción “para mostrar Euskal Herria al mundo”.

Integra el staff técnico del Trek Segafredo. ¿Le tocará ejercer durante el Tour?

–Seguramente vaya en el coche de scouting, el primero de los tres que los equipos solemos llevar. Se trata de recorrer la etapa unos 30 minutos por delante del pelotón, estudiar las carreteras y avisar de cualquier imprevisto, porque el trazado en sí mismo está ya analizado de antemano. El director deportivo durante la carrera será Steven de Jongh y en un principio yo no trabajaré en el Tour, pero sí ejerceré esa labor que te comentaba en las tres etapas vascas. Así es mejor porque, si vas atrás, entre el estrés, la radio y cualquier caída no terminas de disfrutar. En cambio, de avanzadilla sí podré empaparme del ambiente que seguro que habrá.

¿Cuáles son sus bazas en el equipo?

–Para la general, Mattias Skjelmose y Giulio Ciccone, que este año está andando muy bien. Y también tenemos a ciclistas como Juanpe López, Jasper Stuyven o un Mads Pedersen con quien la única incógnita reside en cómo tendrá la batería. Después de las clásicas y de hacer más de medio Giro, enlazará con el Tour. Ya veremos qué tal se le da.

¿Le apena no poder vivir una edición tan especial como ciclista?

–Pues no le he dado muchas vueltas a este asunto, la verdad. Tengo la suerte de poder seguir dentro de la caravana y me siento afortunado por ello, aunque este Tour no me haya pillado como ciclista. Lo voy a disfrutar a mi manera. La segunda etapa pasará por Arrasate, que es donde vivo y de donde son mis hijos, y luego por Oñati, que es mi pueblo. Será todo súper bonito y me quedo con eso.

“Recuerdo seguir desde la cuneta el Tour de 1992 y cómo aquello ayudó a forjar mi afición al ciclismo; me empapaba de todo”

¿Recuerda algo del Tour de 1992 que salió desde Donostia?

–Sí, claro. Estuve viéndolo por la zona del María Cristina, casi en el Boulevard ya. No me vienen a la memoria cosas muy definidas, porque entonces sólo tenía doce años, pero sí recuerdo a Indurain y, sobre todo, que en aquella época se estaba forjando mi afición al ciclismo. Me empapaba de todo lo que veía alrededor.

Irizar encabezando la escapada en la cuarta etapa de 2016 Cedida

31 años después, la prueba francesa regresa a Euskadi. ¿Qué espera de este arranque? ¿Pueden darse etapas nerviosas, similares a las que se ven habitualmente en la Itzulia?

–Lo primero que espero es que no haya caídas. En los inicios de Tour suelen vivirse muchos nervios, mucho estrés, y eso deriva en lo que deriva. No me gustaría que se vieran montoneras, porque no supondría una buena publicidad para Euskal Herria. No voy a entrar en si se ha gastado demasiado dinero o no para traer el Tour, o en si esas cantidades deberían haberse invertido en otras cosas. Simplemente digo que la carrera va a suponer un gran escaparate de lo que somos y que nuestra orografía supone un arma de doble filo. Es preciosa, con mar y montaña, y las imágenes van a significar un gran reclamo en todo el mundo. Sin embargo, si luego se dan accidentes y demás, esa publicidad ya no va a ser tan buena.

“En las etapas vascas iré en el coche de ‘scouting’ del Trek, media hora por delante del pelotón y avisando de imprevistos en el recorrido”

¿Habrá diferencias de inicio entre los grandes favoritos?

–Te diría que no. Y aquí vuelvo a las caídas, que son las que más distancias pueden abrir entre ciclistas. En Euskal Herria no veremos al pelotón rompiéndose con abanicos por viento lateral, pero sí puede darse que alguien abra gas en alguna bajada, que luego enganche con la subida posterior y que se produzcan cortes. En este sentido, pueden verse etapas similares a las de la Itzulia, con subidas, bajadas, giros aquí y giros allá. Dentro de ese contexto, a quienes no vayan bien colocados les tocará sufrir.

Insistiendo como insiste en lo de las caídas, supongo que le dará mucha importancia a que no llueva...

–Bueno, a ver, la gente se cae porque en el Tour existe mucho estrés y porque en la carretera no hay sitio para todos. Date cuenta de que, de un tiempo a esta parte, las ciudades y los pueblos se edifican para que los coches vayan despacio: medianas, badenes, rotondas... Esto para los ciclistas es complicado en comparación con lo de hace 30 años, cuando el coche estaba muy presente en el modo en que se construía todo. A partir de ahí, debemos tener muy presente también que en el mundillo del ciclismo hacemos precisamente lo contrario que en la vida normal.

¿Lo contrario que en la vida normal?

–Claro. Tú, si ves un potencial peligro para alguno de tus hijos, les avisarás y les dirás que tengan cuidado. No te subas ahí, que te vas a hacer daño. En el ciclismo en cambio, hacemos lo contrario. Los directores cogemos la radio y avisamos a los corredores: A ver chavales, viene una rotonda y va a haber una hostia como un pan. Todos para adelante, a ver si libramos y el tortazo se lo pegan los de al lado. Lo que pasa es que eso sucede en los 20 equipos del pelotón, con lo cual todo el mundo va más rápido y luego la hostia de la rotonda es más grande todavía.

“En las primeras etapas suele haber muchos nervios; yo sólo pido que no haya caídas, porque nos pueden suponer mala publicidad”

O sea que lo de la lluvia no influye tanto...

–Sí, sí, la carretera mojada puede tener su influencia, por supuesto que sí. Pero yo el tema del tiempo lo enfoco más desde la fiesta que el Tour debe significar en Euskal Herria. A mí no me gustaría que lloviera, porque disfrutaríamos menos la carrera. Quienes la ven por televisión, porque igual las imágenes lucen menos. El mejor recuerdo que puede quedarles a quienes estén en las cunetas es el de un día perfecto, con buen tiempo. Y lo mismo pasa con el propio ciclista, que si llueve ya sale encabronado del autobús.

Irizar posa antes de una etapa en el Tour de su debut, el de 2011. | FOTOS: EFE

Contando con los ciclistas del Trek que me citaba antes... ¿La etapa de Bilbao es para Ciccone y la de Donostia para Pedersen?

–Bueno, Mads está subiendo muy bien, ¿eh? La duda con él es la que te he comentado: viene de una temporada muy cargada y no sabemos cómo puede responder. Después de un buen Giro y teniendo que enlazar con el Tour, sería normal que aflojara un poco, pero el nivel lo tiene y pienso además que, entre los velocistas, es el que mejor puede superar esa subida de Bilbao.

“Para mí la afición vasca es la mejor del mundo porque anima a todos los corredores por igual y lo hace con mucho respeto”

¿Usted cuántos Tours tiene?

–Ganados ninguno, pero corridos seis (risas). Es que como me lo preguntas así...

Yo quería plantearle lo que supone esta carrera en comparación con las demás.

–Hay siempre un montón de gente. El año en que salió de Londres, por ejemplo, fue una cosa exagerada. Están las cunetas que no puedes parar ni a mear. Y a nivel de prensa y de medios hay un seguimiento multiplicado respecto a lo habitual. Muchas veces estás ahí dentro y dices: Joder, esto es sólo un negocio. La carrera casi ni importa. En julio el fútbol se ha acabado y toda la atención se centra en el Tour. Creo que es el acontecimiento deportivo que más se sigue en el mundo tras los Juegos Olímpicos y el Mundial de fútbol. Por eso te decía antes lo de disfrutar la experiencia que se nos avecina. Yo no sé si volveré a ver pasar esta carrera por delante de mi casa. Debemos encararlo todo como una oportunidad de mostrar lo que somos y lo que tenemos aquí.

La afición vasca también va a poder acreditar su fama.

–Para mí es la mejor del mundo, porque anima a todos por igual y porque se muestra siempre muy respetuosa. Cuando lo digo me suelen caer palos por parte de gente de otros sitios. Oye, qué pasa, ¿que nosotros no somos respetuosos? Yo contesto que sí, pero que me tienen que entender. Es como si digo que mi madre es la mejor del mundo y me viene otro y me responde: Qué pasa, ¿que mi madre no es la mejor? No lo sé. Yo sólo digo que mi ama es mi ama, y punto.