La alimentación es la acción consistente en la ingesta de un alimento con el objetivo de mantenerse nutrido. Como toda acción, se puede ver condicionada en función de las limitaciones para poder ejecutarla, tales como una escasa movilidad que condicione la correcta alimentación, dificultad para el manejo de utensilios tanto para la preparación como para la acción concreta de alimentarse, así como el estado cognitivo-emocional que presente la persona.

Gurutze Zalduegi, coordinadora IMQ Igurco Orue

La desnutrición es uno de los grandes síndromes geriátricos. Aumenta el riesgo de institucionalización, así como la morbilidad y la mortalidad. Teniendo en cuenta que dos de cada tres casos de desnutrición son reversibles, es vital la actuación precoz sobre la causa. Para poder realizar un abordaje individualizado, se debe realizar una valoración geriátrica integral que nos ayude a conocer la etiología de esa desnutrición.

Se ha podido evidenciar que el riesgo de desnutrición en personas mayores institucionalizadas en residencias de personas mayores depende del grado de dependencia que presenten, variando entre el 5 y el 7% en residentes con bajo nivel de dependencia y llegando hasta el 25% en aquellos altamente dependientes.

Durante el proceso de alimentación de una persona dependiente, se deben considerar cuestiones como la temperatura de los alimentos, así como la postura y el estado de consciencia del propio individuo, de modo que se favorezcan la deglución y el tránsito del alimento.

En caso de que la persona permanezca encamada, elevaremos el cabecero hasta un ángulo de 60 u 80 grados. Es importante no utilizar nunca jeringas para la alimentación por vía oral ni administrar los alimentos desde una altura superior a la boca de la persona dependiente, ya que podría favorecer la entrada de alimentos en la vía respiratoria. Tras la ingesta, mantendremos la postura de la persona dependiente durante 15 minutos para evitar el reflujo gastroesofágico.

Iniciaremos la administración con poca cantidad de alimento, para asegurarnos de que no hay desviaciones a la vía aérea. Proporcionaremos la ayuda necesaria durante todo el proceso, sin suplir las capacidades funcionales que mantenga la persona, potenciando al máximo su autonomía. Para ello, se valorará de forma individualizada su capacidad para alimentarse, con el fin de identificar posibles necesidades.

Posteriormente, adoptaremos los productos de apoyo que precise tanto para la manipulación del alimento, como para la propia ingesta. Son de utilidad dispositivos de apoyo que favorezcan tanto el agarre adecuado de utensilios como la ingesta de alimentos y líquidos.

Broncoaspiración

La broncoaspiración (entrada de sólidos o líquidos en la vía respiratoria inferior) es la complicación más temida durante el proceso de alimentación. Para ello se debe adecuar la dieta en función de la capacidad de deglución que tolere la persona, ajustando la textura a sus necesidades.

Una correcta higiene bucal evitará infecciones del aparato respiratorio a consecuencia de alimentos contaminados en la cavidad bucal.

La dieta debe ser variada, equilibrada y moderada, asegurando la realización de al menos cuatro comidas diarias. Se recomienda un consumo de entre 1 y 1,25 gramos de proteínas por cada kilogramo de peso de la persona y día, presentando un equilibrio entre las proteínas de origen animal y vegetal.

Es importante realizar un seguimiento exhaustivo de las ingestas para valorar el peso corporal de forma periódica. Una pérdida de peso no intencionada, cuando la ingesta alimentaria es correcta, nos debe alertar de una posible causa orgánica.