"Oh estaciones. Oh castillos. ¿Qué alma no tiene defectos?". Este y al menos otra media docena de versos del poeta simbolista Arthur Rimbaud salpican el paseo del Arga a su paso por el barrio de San Jorge.

Con una particularidad: no es poesía sin más. El papel en el que están escritos aparece en todos los casos bajo un ñordo de perro. Una curiosa manera de protestar contra esta conducta incívica, sin lógica aparente como en los poemas del propio Rimbaud.

"Mientras los fondos públicos se derrochan en fiestas de fraternidad, suena una campana de fuego rosa en las nubes", puede leerse en otro de los versos que anuncian la presencia de una mierda de perro sobre el césped. En el papel aparece la firma del autor del poema, siempre Rimbaud, a veces camuflada por la deyección.

Pero no hay pistas del anónimo seguidor de los versos del francés. Tampoco la única pista sólida de la fechoría conduce al incívico dueño de la mascota. Mucho Rimbaud, mucha mierda, mucha poesía y dos misterios sin resolver.