La reina Isabel II de Inglaterra acaba de recibir una mala noticia. A sus 95 años, y pese a presentar un estupendo aspecto, los médicos le han prohibido uno de sus mayores placeres: beber alcohol. Le han recomendado que lo deje solo para ocasiones muy especiales, según ha relatado un amigo de la familia real a Vanity Fair. La razón es que quieren que la monarca "lleve una vida lo más saludable posible".
Y es que, Isabel II, que en su última aparición pública caminaba apoyándose en un bastón, tiene por delante un intenso otoño repleto de actos. Además, en junio se celebrará el Jubileo de Platino, evento que conmemorará sus 70 años en el trono y los festejos durarán cuatro días.Cuatro bebidas al día
En agosto de 2017, Darren McGradi, cocinero en el Palacio de Buckingham durante 11 años, revelaba a Vanity Fair que Su Majestad tomaba cuatro bebidas alcohólicas al día, una práctica muy similar a la de su madre, la Reina Madre, que falleció en 2002 a los 101 años.
La primera, un dry Martini para acompañar sus comidas, que terminan con una onza de chocolate y una copa de vino. Poco antes de la cena, una ginebra con dos partes de Dubonnet (un licor para mejorar el sabor de la quinina que se suministraba a los soldados de la Legión Extranjera francesa para combatir la malaria) y una parte de ginebra Gordon's, una rodaja de limón y dos cubitos de hielo. Y, por último, una copa de champán antes de acostarse. Ese ritual lo mantuvo durante décadas, algo que compartía con su esposo, el fallecido Duque de Edimburgo.
La reina Isabel II de Inglaterra junto a su marido ya fallecido el Duque de Edimburgo. Efe
Su afición a la ginebra hizo que el año pasado, el Palacio de Buckingham lanzara su propia marca. Además, la abuela de William y de Harry permite que se produzca vino espumoso de sus viñas en Windsor Great Park.
Malas noticias para Isabel II, una mujer que está hecha a afrontar situaciones difíciles. Y así lo demostró en 1992, año que se ganó a pulso el título de annus horribilis. El divorcio de su hija mayor, la princesa Ana; la separación de su hijo, el príncipe Andrés, de Sarah Ferguson, y los problemas conyugales de lady Diana y el príncipe heredero Carlos, sacudieron el Palacio de Buckingham. El incendio del castillo de Windsor, la residencia preferida de la reina, puso la guinda a lo que sin duda fue un año terrible.