madrid - Después de muchas ofertas para hablar de su vida, Cayetano Martínez de Irujo aceptó la propuesta de la editorial La Esfera de los Libros y se desnudó emocionalmente. Mañana presentará su historia en la tierra de su padre, Donostia. La cita con el duque de Arjona y conde de Salvatierra será en la biblioteca Koldo Mitxelena a la 19.00 horas. Es un hombre amable, le gusta hablar, lo hace sin tapujos ni medias tintas y pone su tiempo a disposición de la persona que tiene enfrente sin mirar el reloj. Muy educado, rechaza la insistencia de algunas preguntas en determinados temas y declara el placer de volver a la casa paterna Arbaizenea (Donostia). Su libro no ha caído bien en su familia.
¿Ha tenido algo que ver la publicación de su libro con el quinto aniversario de la muerte de su madre, la duquesa de Alba?
-No. Nada que ver. Este libro está escrito en un momento en el que me sentía preparado para ello. Ofertas he tenido desde hace tiempo, pero no eran las idóneas, tampoco consideraba que era el momento, ni estaba preparado para contar todo esto. Me llegó esta, para mí, cumplía los requisitos de calidad y de prestigio por parte de la editorial, de la persona que me lo propuso y también con la persona que me ha ayudado a escribirlo.
Se ha abierto en canal en el libro. ¿No es demasiado expuesto?
-Probablemente. Por otra parte, estaba muy harto de un pequeño sector de la prensa y de un canal de televisión que adultera a nuestra sociedad tristemente. Uf, ese canal me machacaba constantemente dando una imagen falsa, manipulada, adulterada y malintencionada.
¿Un hombre sensible?
-Sí, muy sensible. Muy fuerte y muy sensible. Es una combinación muy difícil de manejar, me ha costado años aprender a hacerlo. Me ha costado mucho combinar mis personalidades con la confusión que llevaba dentro.
Siempre tenemos la imagen del aristócrata con privilegios, con una vida fácil, ¿se ajusta a la realidad?
-Todo lo contrario. Lo que está diciendo usted es la postura teóricamente fácil para la mayoría. Quizá por ello nunca me han entendido y, posiblemente, nunca me han querido entender mis hermanos, quitando a Fernando. La postura más fácil para mí hubiera sido buscar la discreción, no decir nada, no hablar, todo de puertas para dentro? Es muy triste cuando se convierte en total falta de diálogo internamente.
Los Alba siempre salían en las revistas como una familia impecable en las fotos que se hacían en el palacio de Liria o en cualquiera de las otras residencias. ¿Una jaula de oro?
-La familia Alba tenía cosas buenas, malas y regulares. Pero eso ocurre en todas las familias, ¿no? El hecho de nacer en un palacio, tener un gran patrimonio y una importancia histórica muy grande, no te da la felicidad.
Pues la duquesa de Alba, su madre, siempre dio la impresión de ser un espíritu libre y feliz.
-Es curioso, mi madre sí consiguió su libertad. Ella consiguió ser duquesa de Alba y consiguió ser Cayetana. En eso fue admirable, en los últimos seis años que conviví con ella, yo me di cuenta de ello. Pero los demás, uy? Hemos vivido una confusión muy grande. Sobre todo hablo de Fernando y de mí, fuimos los que nos quedamos en medio de ninguna parte al morir mi padre.
Muy pocas personas, mucho menos si tienen su proyección pública, reconocen haber coqueteado con la cocaína.
-Pero pregúntese el porqué. Hay un cinismo y una falsedad tremenda. Lo importante es haber salido, lo hice en el momento justo para no caerme por el precipicio. Fue una época de Madrid, entre ahí por una confusión tremenda, por un vacío, una soledad interna?
Y le atrapó y le confundió la noche de la movida madrileña.
-La noche de Madrid era una maravilla, era la época de Tierno Galván. Creo que era la ciudad más divertida del mundo. Yo lo tenía todo ahí dentro?
Joven, rubio, guapo, con dinero y aristócrata. Sí, en algunos ambientes lo tenía todo.
-¡Qué le voy a decir que no sepa usted! Yo era carne de cañón. Gracias al deporte, gracias a mis condicionantes salí de esa noche; nadie te mete ni te saca de ninguna parte.
Y gracias a la peste equina también.
-La peste equina me aceleró, creo que me hubiera salvado de todas formas. Me obligó a salir de España y eso era fundamental. Pero antes de irme estuve dos años sin tener contacto con la noche; sabía que tenía que aislarme para sacar un pie y medio fuera del lugar donde estaba metido.
¿Le gustaría tener una relación de familia con sus hermanos?
-Me hubiera gustado. Lo he intentado durante cinco años. Desde que murió mi madre todo se me puso muy difícil. Yo fui el responsable de hacer la donación, aun estando ella con vida. He pagado un precio por ello en todos los sentidos. Después de la última vez que pasé por el hospital, a principios de octubre, algo ha cambiado dentro de mí.
¿Por la ausencia de sus hermanos?
-Claro. Era la décima vez que entraba en un hospital para una operación complicada. Por discrepancias, celos, envidia, cabreo o por otros motivos o por ninguno, no lo sé, no estuvieron conmigo. Ante todo debe haber humanidad por un hermano o por un ser querido. Me han demostrado que yo no soy un ser querido para ellos, no ha habido ni un mensaje en diez días de hospital.
¿Han leído el libro sus hijos?
-Sí. Conocían una gran parte de lo que contaba. Lo que les sorprendió ha sido la reacción torticera y sensacionalista de los primeros días. Me fui a cenar con ellos, les regalé un libro? Lo que dice el libro es mi vida contada crudamente. Así soy yo.
De niño echó de menos a su padre, ¿el hombre que es ahora también le echa de menos?
-Por supuesto. Pero fue tremendo, fue un vacío total. Lo peor fue que no nos dejaron despedirnos de él. Fue un error tremendo que reconoció mi madre. También fue cómo nos lo dijo a Fernando y a mí nuestro hermano Alfonso después de diez días engañados sin ver televisión. Estábamos en nuestra casa de Arbaizenea de San Sebastián. Se había muerto ya, diez días antes, lo habían traído de Houston, lo estaban enterrando. Nos tuvieron aislados, engañados, rezando en la capilla? Nos lo dijo como en las películas de Dickens: cero cariño, cero empatía, cero todo.
Hablemos de sus padrastros. Jesús Aguirre, ¿un choque?
-Muy grande. Era una persona que no tenía noción de lo que era una familia, ni hijos ni nada. Imagínese lo que fue con el lío que teníamos nosotros después de la muerte de mi padre, fue como meter?
¿El zorro en el gallinero?
-Totalmente. También el gato en el garaje oscuro y lleno de ratones.
¡Vaya! Alfonso, tercer marido de su madre, causó sensación, a pesar de que al principio pareció chocante.
-¡Cómo no va a ser chocante! Mi madre tenía 84, tenía novio y decía que se casaba. ¿Qué le parecería a uste
Sinceramente, no lo sé, pero tal vez, también chocante.
-Luego fue una bendición. Gracias a él hicimos la donación, la herencia de cada uno de nosotros. Para mi madre fue una bendición y su felicidad en los 5 últimos años de su vida.
¿Qué relación tiene con Donostia?
-De pequeño me daba mucha tristeza, quedaba pendiente el asunto de la muerte de mi padre. Nos mandaban tres meses allí, a los quince años me rebelé y no iba.
¿Y ahora? Esa casa es suya, ¿no?
-Con el tiempo le he dado la vuelta a esos sentimientos. Yo he tenido la recompensa de que mi madre me la ha dado a mí para que la defienda. Es una casa muy importante, vino por parte de mi padre. Ahora la amo por encima de todo. A San Sebastián también. La mantengo como la dejó ella.
Además, se le ve por Donostia.
-No paso un mes y medio sin ir. Voy porque ahora tiene calefacción, antes no tenía. Tengo unos guardeses muy buenos que cuidan muy bien la casa. Me gusta San Sebastián, sus pintxos, su comida? Es que se come muy bien, para mí es el mejor sitio del mundo. Me gusta mucho ir a Rekondo o Arzak, también a otros sitios, Zuberoa, por ejemplo.
¿Mantiene relación con su familia vasca, la de Luis Martínez de Irujo?
-Mucho, a falta de hermanos, he tirado de primos. Ja, ja, ja.
¿Primos vascos?
-Ellos viven en Madrid, pero sí, vascos: el apellido Martínez de Irujo es vasco, así que sí, a falta de hermanos, he tirado de mis primos vascos. Me llevo bien con mi parte paterna, de entrada pueden parecen secos, pero son muy buena gente. También con mi primo lejano, el pelotari, Martínez Irujo, me llevo bien.