Madrid - Acaba de renovar por tres años con Tele 5 y ha aprendido de El programa de Ana Rosa, en el que lleva ya ocho temporadas, que nadie regala nada en la profesión. “El éxito se basa en el esfuerzo. Y la constancia y la pasión por lo que haces son el secreto”. Ha vuelto a quedarse casi sin veraneo para presentar, un año más, el magacín matinal de la cadena de Mediaset durante estos meses de calor, pero está encantado, según cuenta en esta entrevista.

Comenzó estudiando Económicas. ¿Cuándo se dio cuenta de que lo suyo es el periodismo?

-Siempre quise ejercerlo. Mi padre me dijo que estudiara una carrera seria. Al segundo año de estar estudiando, él falleció y me dije que no iba a perder el tiempo en algo que no me gustaba, sino que iba a centrarme en ponerme a trabajar lo antes posible y sacar adelante Periodismo.

Se inició en la radio.

-Sí, de becario en verano. Al final de septiembre tuve la suerte de que hubo una vacante y me invitaron a quedarme. Y así, con Iñaki Gabilondo, seis años en la SER y otros tres y medio con Carles Francino cuando lo sustituyó.

¿Cómo saltó a la tele?

-Estuve también en Cadena Dial, de colaborador en Atrévete, con Javier Cárdenas. A él le ofrecieron un programa en la extinta Localia y estuve colaborando con él allí también. Entonces nació Cuatro, que buscaba caras nuevas, donde presenté Visto y oído durante seis o siete meses con Raquel Sánchez Silva, hasta que decidieron suprimirlo por baja audiencia.

¿Y cómo acabó en Tele 5?

Comencé directamente en El programa de Ana Rosa. Leonardo Baltanás, que se había pasado de Cuatro a Tele 5 (cuando Cuatro era todavía de Sogecable) me dijo que querían verme en una serie de castings. Un buen día me ofrecieron un contrato de un año.

Y ya lleva ocho con Ana Rosa Quintana...

-Sí, y acabo de renovar por tres más. Estoy encantado de la vida.

¿Qué ha aprendido en ‘El programa de Ana Rosa’?

-Que desempeñar esta profesión probablemente es lo más bonito que hay, que nadie regala nada, que si uno consigue algo es con esfuerzo, trabajo y sacrificio, que la constancia es el secreto, básicamente, y que uno tiene que sentir pasión por lo que hace.

Pero este verano le han ‘castigado’ de nuevo sin vacaciones, vuelve a presentar ‘El programa del verano’.

Ya son ocho veranos, estoy acostumbrado; más el de Cuatro. Son nueve veranos que me he pasado trabajando. ¡Pero bendito castigo!

¿En qué se diferencia este programa del de Ana Rosa?

-El de Ana Rosa es una fórmula que ha demostrado ser un éxito y nunca la cambiamos. Afortunadamente tenemos muy buenos colaboradores en todas las secciones: política, actualidad y corazón. En esencia, El programa del verano ha repetido el mismo esquema y la misma pauta.

También es un programa muy pegado a la actualidad, ¿no?

-¡Como siempre! Cuando hay un acontecimiento como, por ejemplo, el atentado de Niza del 14 de julio, suprimimos todos los demás contenidos. Ese día hicimos un monográfico, con la misma duración pero, obviamente, dedicado a un asunto que nos sigue teniendo a todos conmocionados.

¿Y qué le estresa más: preparar el programa, presentarlo...?

-Tener que enfrentarme a un especial como el del atentado de Niza me genera estrés por la responsabilidad de estar a la altura de lo que esperan los telespectadores y de una audiencia como la nuestra. Al final, el presentador es el director de orquesta, pero hay un equipazo detrás, que es el mismo que trabaja a lo largo de todo el año y que lleva doce temporadas siendo líder. Todo está muy rodado. En el día a día, un programa normal no me estresa.

¿Está muy pendiente de las audiencias?

-El que trabaja en televisión y diga que no está pendiente de la audiencia, miente como un bellaco. Claro que estamos pendientes, sobre todo cuando tienes la responsabilidad de mantener el liderazgo y la distancia con tus competidores. Pero no lo vivimos con ansiedad. Si no, es una locura.

¿Y para cuándo un programa propio de forma habitual?

-Nunca he tenido ansiedad por eso. He visto a muchos que fichaban como estrellas o estrellitas y han acabado estrellados. Yo no quiero que me pase, he ido siempre sin hacer ruido. Trabajar con Ana Rosa es un lujo porque es una compañera ideal: no hay malas palabras, no hay imposiciones, no hay censura. Estoy muy cómodo, no lo cambiaría por nada.

Está todo inventado en la televisión.

-Llegan los reality y se explotan hasta la saciedad y siguen funcionando. Llegan los programas de cocina y de talento, y lo mismo. Pues a lo mejor, en un momento dado, se vuelve otra vez a los concursos. Al fin y al cabo, lo que hacemos es revisitar los clásicos con un toque de innovación.

¿Tal vez faltan ideas?

-Ideas hay. Y si no, se compran en la feria audiovisual de Cannes. Entiendo a las cadenas, se juegan mucha pasta al apostar por un formato y prefieren uno que venga de fuera con éxito contrastado a algo que no sabes cómo te va a salir.

¿Qué aprendió de su padre?

-Tengo asumido que siempre seré el hijo de Joaquín Prat porque la dimensión profesional de mi padre es tan grande que trasciende ampliamente mi trayectoria. Yo aspiro a tener el cariño de la gente y la complicidad del espectador.

Su padre era alguien muy especial para usted, ¿verdad?

-Mi padre era un tipo único e irrepetible. Su sombra es muy alargada, pero no es asfixiante. Pienso en él y me acuerdo de él todos los días de mi vida, e intento averiguar qué es lo que él hubiese hecho en mi situación, no sólo ante retos profesionales, sino personales.