madrid. Esta presentadora catalana ha trabajado en TVE, Telecinco, TV3, Antena 3, La Sexta y varias radios. "En todas las empresas hay buenos y malos profesionales y buenos y malos gestores", asegura.
¿Cómo ha ido la mudanza?
No nos hemos movido ni de mesa, seguimos trabajando exactamente igual, con las mismas perspectivas y haciendo los mismos programas. Pero lo hemos vivido con alegría porque más que cambio de cadena ha sido cambio de horario, que era lo que veníamos pidiendo desde hace un montón de tiempo, nosotros y nuestra audiencia. ¡Nos hace una ilusión increíble! Lo más importante ha sido llegar al prime time (horario de máxima audiencia) y empezar a pelear con los rivales desde un canal en el que estamos tan cómodos como en Antena 3. Ha sido un sueño hecho realidad.
¿Es más difícil seleccionar los temas que hacer los reportajes?
Nuestra preocupación mayor es no repetirnos. Intentamos mantener determinados temas en la agenda pero buscando nuevos enfoques.
¿Con qué criterios se eligen?
Quizás la primera premisa es que queden preguntas por responder. La segunda premisa es que podamos responder esas preguntas. Ha habido temas que nos han costado meses, como el de Ryanair. Empezamos a recibir quejas un año y medio antes de poder emitir el programa. Si vemos que no sale, pues se queda en el cajón hasta que termina cogiendo forma.
¿Qué sugerencias llegan de los espectadores?
Lo que más piden es que abordemos asuntos que les indignan: temas de corrupción, robos, abusos tanto en el consumo como en el trabajo... Es lo que más nos llega desde que empezamos, cuando la crisis no era todavía tan fuerte.
Con todos los matices que tiene ahora la palabra, ¿son portavoces de los 'indignados'?
Somos portavoces de los ciudadanos; pero no solo nosotros, cualquier periodista. El que no se siente identificado con los sentimientos generales de indignación ante los abusos o las corrupciones, el que no siente preocupación por el futuro, compasión sincera por la gente que lo está pasando mal; no solo no es periodista, no es persona. No damos la voz a los indignados sino a los ciudadanos en todas sus variantes, que incluyen la indignación, la compasión y la preocupación.
¿Trabajan en varios temas a la vez?
Normalmente en tres o cuatro, y a veces más porque hay varias fases. La primera es sencillamente recabar información, nos hacemos una serie de preguntas sobre un tema que nos resulta interesante. Luego hay una fase de producción, de a dónde podemos ir a grabar; y después ya el trabajo puramente dicho.
¿Invierten mucho tiempo en buscar un abordaje diferente?
Es la clave. Si no hay algo distinto que no sepa gente medianamente informada, no seguimos. Hay reportajes que están mucho tiempo sin emitirse, como el citado de Ryanair porque nos parecía imprescindible hablar con la compañía. Fueron necesarios varios aterrizajes forzosos para que accedieran.
¿Descartan temas por problemas legales o peligrosidad?
Por peligrosidad no -¡y mira que hemos pasado momentos muy complicados!-, pero por cuestiones legales sí. En eso, la cadena, el grupo entero, es muy escrupuloso. Primero porque nos atenemos a la legalidad y segundo porque pensamos que no hay nada peor para un programa de investigación que acumular problemas legales. Si pasa eso, hay algo que no se está haciendo bien. A nosotros, las pocas veces que nos han llevado a los tribunales han perdido siempre y algunos casos ni siquiera se han llegado a juzgar porque el mismo juez de instrucción lo ha desestimado.
¿La crisis acabará con el periodismo de investigación porque es caro?
A veces las empresas recortan lo que precisamente las puede hacer más competitivas. ¿Es caro en el sentido de que requiere gente y es a largo plazo? Pues claro que sí. Yo creo que cualquier producto televisivo, aunque sea entretenimiento puro y duro, también es caro. Lo importante y lo que tiene que mirar la cadena es la rentabilidad. Yo me siento tranquila porque estoy en una cadena que ha apostado dos años por nosotros hasta que encontramos nuestro lugar en la parrilla. Nos mantuvo contra viento y marea y hay que decirlo porque es insólito.
¿Ahora mismo se queda con ganas de participar más sobre el terreno?
Llevo 25 años en el periodismo y he tenido la suerte de probarlo todo. Cada etapa tiene sus cometidos y sé que no me corresponde hacer eso y además interferiría en el trabajo de mis compañeros. Ahora mi tarea es defender el trabajo de un equipo fabuloso que trabaja muchísimo en condiciones muy difíciles.
¿El periodista vive con la ilusión de que su trabajo mejora la sociedad?
Tenemos mucha responsabilidad: somos el altavoz de lo que ocurre y también el micrófono a través del que transmitimos las preguntas a los que tienen que responderlas. El periodismo sigue siendo un servicio a la sociedad. El día que el periodista olvide que es ciudadano, está perdido.