Opel acelera por la vía de la sensatez hacia la movilidad sostenible. Lo hace a bordo del Ampera. Este innovador modelo avanza gracias a la intervención de un sistema de propulsión mixto que encadena un propulsor eléctrico y otro de gasolina, que entra en acción en cuanto se agota la reserva de energía del primero. No es, por tanto, uno de esos coches estrictamente eléctricos. A diferencia de ellos, no se queda tirado tras apurar las baterías. Lo que el fabricante teutón no consigue resolver es el otro gran inconveniente de estos vehículos: el precio. Ataviado como una berlina de lujo, el Ampera cuesta 45.709 euros, contundente precio que se maquilla con una ayuda de la administración (4.000 euros) de incierto porvenir.

El automóvil eléctrico va adquiriendo visos de realidad. Aún queda un largo trecho para que sea un hecho, para que los modelos que funcionan con electricidad sean verdaderamente autónomos. En el camino quedarán propuestas bienintencionadas pero fallidas y algún que otro gato travestido de liebre. No es el caso de la nueva creación de Opel. La del Ampera -gemelo del americano Volt de Chevrolet- es una solución de compromiso, lo bastante práctica y factible como para ser tomada muy en serio. Al menos mientras la tecnología no sea capaz de desarrollar acumuladores portátiles que garanticen la suficiente autonomía a los coches eléctricos.

El modelo de la casa alemana, que para la ingeniería talibán no es un eléctrico puro, soslaya con sagacidad esa decisiva desventaja. El Ampera, sedan de cuatro plazas y 4,5 metros desarrollado sobre la plataforma del Astra, combina dos ingenios eléctricos y uno térmico. Uno de esos eléctricos, de 150 CV, actúa como impulsor; el otro (75 CV) hace las veces de generador de energía, si bien también sirve de apoyo al primero en momentos puntuales en los que se requiere más potencia. El propulsor de gasolina, 1.4 multiválvulas de 84 CV, nutre al generador, que también tiene capacidad de recuperar energía en plena marcha. Cuando se va terminando la electricidad almacenada en la batería -recargable en una toma doméstica-, el motor de explosión pasa a ayudar directamente al impulsor eléctrico. Dicho de otro modo, que el vehículo no se detiene jamás.

La transición de uno a otra fórmula de impulsión se produce sin sobresaltos, con la misma suavidad con la que se comporta en todo momento el vehículo. A esa sutileza contribuye el sistema de transmisión automática que monta, provisto de una modalidad de uso normal y otra que procura reacciones y retenciones más vivas. El sistema propulsor del Ampera contempla cuatro estilos de respuesta: conducción estándar, "Sport" con respuesta más inmediata del acelerador, una función que reserva energía para afrontar desniveles y una última "Hold" que prima la intervención directa del motor de gasolina y preserva la batería para emplearla después (es una función ideal para recorridos por carretera previos a conducir en ciudad sin emisiones).