Los que conviven con gatos lo tiene claro. A pesar de su fama de independientes, de sus aparentes aires de superioridad y de ignorar a quienes viven con ellos, esto no es así. Aunque finjan, o aparenten fingir, lo contrario son animales sociales a los que les gusta el contacto con los otros miembros de sus familia, humanos o animales.

Por ello, dada las pocas veces que pocas veces salen de la vivienda, en muchas ocasiones se plantea la posibilidad realizar una salida de fin de semana o de varios días dejando al animal solo en casa. “Con lo independiente que es, no le importa quedarse solo”, suele ser la reflexión, que además continua “le dejamos comida para varios días y agua suficiente, y él se apaña”.

Error. No del todo, pero error. Puede quedarse solo, pero no demasiado tiempo. De hecho, según la propuesta de Ley de Bienestar Animal de próxima votación en el Congreso de los Diputados de Madrid, un gato no puede estar solo más de tres días sin ningún tipo de supervisión. Vale, no es un perro, que únicamente podrá quedarse solo durante 24 horas máximo, pero todo tiene un límite.

Por muy autónomos que puedan ser los gatos, necesitan una serie de atenciones básicas que no se pueden ignorar, como son la comida y el agua pero también la limpieza del arenero donde haga sus necesidades. Teniendo en cuenta lo especiales que pueden llegar a ser con esto último, casi es más importante.

Por ello, la solución más sencilla, en teoría, es que alguien de confianza de la familia y del propio gato, que se conozcan de antes, pase regularmente por la vivienda en ausencia de los ocupantes humanos. Lo ideal que esta persona o personas se pasen dos veces al día para controlar que todo siga en orden y solucionar eventuales incidencias. Si además cumple con sus rutinas habituales y juega con el un rato, miel sobre hojuelas.

Además de cuidar de su bienestar físico, también hay que tener en cuenta su salud mental. Existen estudios que afirman que uno de cada diez gatos puede sufrir ansiedad por separación. Esta afección puede llegar al extremo de que deje de comer y ataques de ansiedad que le lleven a hacerse daño o a dañar el entorno en su angustia por echar en falta a sus compañeros habituales. Otros síntomas pùedn ser la pérdida de pelo, dejar se usar el arenero...

Algunos dueños han llegado a describir actitudes en sus gatos al regreso como de manifestar se enfado ignorándolos durante varios días o, en casos más extremos, les han ‘reñido’ con ataques y golpes con sus patas cuando regresan a casa.

De hecho, algunos estudiosos del comportamiento de los gatos afirman que estos felinos añoran a sus humanos si estos les dejan solos más tiempo del que están acostumbrados. Incluso llegan comparar el apego gato-humano con el que un niño de 2 o 3 años siente por sus madre.

Cierto que esta reacción también depende de cada gato, de su carácter y de lo preparado o adaptado que esté su entorno a las actividades gatunas. Cuantos más estímulos tengan para entretenerse solos o para jugar, menos reclamarán una atención humana continua.

Una cosa que hay que tener claro es que un gato no es un perro, por lo que expresa sus afectos de una manera diferente, pero que no sean tan mimosos no quiere decir que no quieran a su familia humana.

La relación que tienen los gatos con los dueños es más estrecha de lo que a primera vista puede parecer. Aunque no lo manifieste, necesita compañía como cualquiera de nosotros.