- Francia vivió ayer un Día de la Bastilla, su fiesta nacional, atípico. Los grandes desfiles militares y la fuerte presencia de personas en las calles dieron paso a un selecto número de invitados, entre los que destacaron los sanitarios que han luchado contra la covid-19. Emmanuel Macron lideró así este 14 de julio bajo la sombra del covid-19, que ha dejado en su país más de 30.000 fallecidos.
El galo no atraviesa su mejor momento político. Hace unas semanas, su partido, En Marche salió muy debilitado de las elecciones locales, que supusieron un salto de altura para los partidos ecologistas. Poco después, el Gobierno anunciaba su dimisión en bloque para facilitar una remodelación que permita impulsar su imagen de cara a las elecciones presidenciales de 2022. Según una encuesta publicada en varios medios, el 75% de los franceses reclamaban a su presidente un cambio de guion.
Dicho y hecho. Macron comienza a recomponerse y ya mueve hilos para recuperar el voto verde. En su primera entrevista televisada desde abril, señaló que sus prioridades para los próximos meses serán el desarrollo de una estrategia ecologista y un impulso de la economía con especial énfasis en los jóvenes, “para quienes creará un dispositivo excepcional de exoneración de impuestos”. Descartó, también, un aumento de impuestos a nivel general e informó de que seguirá adelante con su polémica reforma de las pensiones, que quedó congelada con la irrupción de la covid. El mandatario afirmó ante los medios franceses que el país “tiene miedo y enfrenta una crisis de confianza”. “Estamos lejos de ser los peores, pero tenemos una especie de duda permanente como país y tenemos dentro lo que llamo unas tristes pasiones, es decir, fuerzas de división”, reflexionó.
Desde su aterrizaje en el Elíseo, Macron ha hecho frente a grandes crisis como la desatada por los chalecos amarillos o en el marco de la reforma de las pensiones. Pesa a ser el presidente francés con uno de los discursos más europeístas, la coyuntura crisis en la que el bloque comunitario está inmerso desde hace años no le ha permitido avanzar todo lo que le gustaría, como evidencia la parálisis en la reforma de la zona euro o la división sobre el impuesto digital.
Sin embargo sí ha aparecido estos meses un reimpulso del eje franco-alemán. Con Angela Merkel a las manos de la Presidencia del Consejo, la canciller ha resurgido con fuerza. Pesa a que meses atrás la mujer más poderosa del mundo se apagaba lentamente, la mayor crisis que la UE afronta desde la Segunda Guerra Mundial ha devuelto su mejor versión.
En el seno de la UE, París y Berlín abogan por un plan de recuperación ambicioso que no deje atrás a nadie separándose el país germano de su ortodoxia tradicional. De hecho, los 500.000 millones de euros a fondo perdido que los Veintisiete debatirán en la cumbre del viernes es iniciativa de Francia y Alemania.
Merkel ha entendido la urgencia de los tiempos y lo que está en juego para el futuro cercano en términos de europeísmo y confianza de los ciudadanos. Y ha encontrado en el galo un aliado de peso para transmitir este mensaje a los frugales hanseáticos.
Descontento. Con unos sondeos por los suelos, el presidente francés comprobó en la fiesta nacional que su política crea descontento. Los sanitarios, que recibían el homenaje de la nación, le hicieron saber que más que aplausos necesitan mayor financiación para crear un servicio sanitario más sólido. Lo hicieron de forma simbólica durante la ceremonia, en la que lograron que una pancarta colgada de globos llamara la atención de todos los participantes con el lema: “Detrás de los homenajes, Macron asfixia al hospital”.