Bruselas - No corren los mejores tiempos para la normalización de las relaciones entre Serbia y Kosovo. Si hace unos meses, Federica Mogherini, Alta Representante de Exteriores de la UE, señalaba que esperaba tener un acuerdo entre Belgrado y Pristina antes de que terminase su mandato (es decir, el próximo mayo), esta quimera se ha evaporado en las últimas semanas.
Kosovo, que se independizó de Serbia hace una década sin su reconocimiento, mantiene conversaciones con su vecino desde 2013, bajo el paraguas de la UE. En términos prácticos no se ha avanzado demasiado durante este lustro, pero en un contexto tan sensible ha servido al menos para no incendiar más el avispero que es este rincón de los Balcanes. Por convicción o por pragmatismo, ambas naciones son conscientes de que su único camino para ser parte de la Unión Europea pasa por normalizar sus relaciones. Y es imperativo que para ello resuelvan sus disputas.
Durante las últimas semanas, la tensión comenzó a aflorar. Si es que alguna vez se había marchado. Primero fue la idea de cambiar las fronteras para que los dos países fuesen “étnicamente puros”. La idea horroriza a la Unión Europea, que teme que se reabran las heridas de las guerras de Yugoslavia y que cree un efecto dominó en la región.
Después, llegó la imposición por parte de Kosovo de aranceles del 100% a los productos made in Serbia. La respuesta de Pristina venía predeterminada después de que Interpol le rechazase por tercera vez su entrada y tras la retirada de reconocimiento como Estado soberano de varios países. Kosovo culpó a Serbia de estos movimientos. Aunque la UE no ha cejado en llamadas a la calma y pedir a Pristina la retirada de estos aranceles, todavía siguen en vigor.
El tercer punto que enturbia las relaciones llegó hace unos días: el Parlamento kosovar aprobó la creación de su primer Ejército, un movimiento que su vecino ha calificado de “riesgo para la paz”. Las Fuerzas de Seguridad de Kosovo (KSF, por sus siglas en inglés) tienen en la actualidad 2.000 soldados cuya misión se limita a servicios de protección civil. Bajo la nueva propuesta, el cuerpo se duplicaría además de dejar un amplio margen para reservistas y se crearía un Ministerio de Defensa.
“Transformará la pequeña KSF en un cuerpo multiétnico, profesional, armado y autorizado para servir al país y en el extranjero”, señala un comunicado del Gobierno kosovar, que reivindica su derecho “para tener un Ejército que emane del sacrificio y la libertad, el Estado de Derecho, la soberanía y el deseo de sus ciudadanos de proteger y expandir los valores prooccidentales en Kosovo y fuera”.
Sobre este escenario planean los fantasmas de la guerra de secesión entre ambos que dejó en 1988 más de 13.000 muertos. El conflicto concluyó con la intervención de la OTAN, que desde entonces tiene desplegados 4.000 soldados en suelo kosovar y cualquier choque le involucraría de lleno. Aunque tras los últimos acontecimientos Ana Brnabic, primera ministra serbia, no cerró la puerta una intervención militar, los expertos muestran su escepticismo ante este escenario, pues la prioridad de los dos países balcánicos es entrar en la UE y un nuevo conflicto dejaría esta posibilidad en las antípodas.