MADRID - Combina teatro y televisión de una forma natural. En el escenario representa Héroes; en televisión da vida a Justo Quintero en Amar es para siempre, una serie de Antena 3 que el día 15 alcanzará el capítulo número 1.000 y por la que han pasado varios cientos de intérpretes.

Salta de un gimnasio moderno y del siglo XXI, Gym Tony, a la década de los 60 en Amar es para siempre. ¿No siente vértigo ante personajes tan dispares?

-Es la vida del actor, hoy eres bueno, mañana eres lo contrario. Un día eres un mendigo y otro nadas en la abundancia. Estamos todo el día metidos en pieles que no son las nuestras y que nos dan muchas alegrías.

¿Más alegrías que la piel propia?

-Eso no, no en mi caso. Estoy muy a gusto con lo que hago, con lo que soy. Es lo que he querido ser toda mi vida, y estoy viviendo de esto.

Apenas tiene parones, ¿no?

-Bueno, bueno, alguno siempre hay. Lo que ocurre es que termina una serie y parece que ya estás en otra. No es así siempre.

¿Cuesta una serie diaria?

-El ritmo es mucho más alto, tienes que estudiar más. Yo necesito estudiar mucho, no me pasa como a otros actores que con una vez que lo lea sirve. Mira, Miguel Ángel Muñoz es un monstruo, se lo aprende todo rapidísimo.

¿No le sirve su mente matemática para memorizar?

-Soy más de lógica, por eso de las matemáticas, que de memoria. Pero es que yo tengo que tenerlo todo muy machacado, sabido para que me sienta seguro. Siempre ha sido así.

Un hombre muy serio con el trabajo, ¿no?

-Puede. Me gustan las cosas bien hechas y no a medias.

Hablemos de su personaje.

-Para hablar de él, bien o mal, hay que meterse de lleno en la época en la vive mi personaje. No se puede juzgar con los ojos de hoy porque no sería nada justo.

¿Un personaje machista?

-Lo era la mayoría en la época. Justo Quintero es un abogado, el abogado de los Novoa, una familia importante en aquellos años. Le gusta mucho la juerga y que su mujer se quede en casa. Un sol y sombra y una partida al dominó es un placer.

¿Qué es lo que más le gusta de su personaje?

-Todo. Justo Quintero tiene casi la misma edad que yo, es un hombre clásico, de la época, yo no soy así, pero he conocido de niño a muchos hombres que pensaban como él.

La serie celebra el capítulo 1.000 el jueves de la semana que viene, el día 15. ¿Qué supone para usted trabajar en este proyecto?

-Es un proyecto interesante, es importante saber que ha llegado al capítulo número 1.000. Es un dato que no es frecuente aunque la serie sea diaria. Yo me planteo más el personaje dentro del contexto que el número de capítulos que lleve la serie.

Una serie que está muy rodada, ¿es difícil meterse en ella con tantos capítulos por detrás?

-Casi todos los actores, salvo los del bar El Asturiano, cambian todos los años, hay quien repite pero yo sé que tengo trabajo en la serie hasta junio, más o menos. Por eso, cuando entras tú, también lo hacen otros actores y no eres el único nuevo.

Si contamos que anteriormente Amar es para siempre tenía un pasado en las temporadas que se emitieron en La 1 como Amar en tiempos revueltos, podemos decir que ha pasado por ella toda la profesión.

-Toda sería mucho decir. Pero es cierto que han pasado muchos actores. Se puede decir que ha sido una escuela, un trampolín y un centro de trabajo para muchos. Cuenta historias cercanas, atrae a la gente y para muchos es un recuerdo de las costumbres de épocas que han vivido. Mientras los espectadores sigan apoyándola, la serie continuará viva.

¿Por qué ha aceptado hacer teatro y televisión?

-No es habitual en mí combinar, pero esta profesión es así de difícil; no siempre puedes elegir. Hay veces que no tienes nada, hay veces que se juntan los proyectos. La situación está difícil y, si puedes, hay que aceptar lo que viene y como viene.

¿Es difícil afrontar que no se presentan proyectos?

-Sí, hay ocasiones que estás en casa sin hacer nada y te tiras de los pelos porque lo que quieres es trabajar. Llevo mucho tiempo en esta profesión y sé de qué va. Cuando salen dos cosas bonitas e interesantes, hay que intentar compaginarlas como buenamente se pueda.

También hace escultura y fotografía.

-Ahora más lo segundo. La escultura me gusta, pero ahora hago poco. Hace no mucho hice una exposición de escultura y fotografía en Fuenlabrada. Llevo toda la vida con la fotografía. En su día, tuve mi laboratorio, luego me centré en la escultura y ahora he vuelto de nuevo a lo que me entusiasma, hacer fotos.

Ahora no tiene laboratorio.

-Sí, ahora los laboratorios de fotografía son los ordenadores?

¿Echa de menos aquellos laboratorios de líquidos reveladores, papel y fotos colgadas para secar?

-Realmente, no. Lo que haces en el ordenador es lo mismo.

¿Se consiguen los mismos efectos?

-Sí. Puedes conseguir los mismos efectos con una capa, puedes difuminar con el desenfoque gaussiano. Se puede conseguir lo mismo desde el ordenador y todo es mucho más rápido.

¿Qué prefiere capturar con la cámara?

-De todo, paisajes, personas, familia? Pero sobre todo hago fotos de carretera. Me gusta la fotografía de carretera, tengo muchas imágenes de ese tipo.