Las últimas tendencias indican que los hábitos de ver la tele están cambiado. Que la gente graba los programas que le interesan. Así, en vez de elegir uno puede ver un programa y guardar otros para cuando tenga tiempo para hacerlo. Y esto está cambiando la manera de medir las audiencias. Digamos que un programa no termina de contabilizar sus espectadores hasta pasada una semana en la que lo habrán ido viendo los que lo tenían grabado. Esto no es nuevo pero sí los soportes donde se pueden ver. De esta manera, uno se puede saltar la publicidad e ir directamente al meollo de la cuestión. La final de Top Chef fue tan larga y hubo tantos anuncios que uno necesitaría dos vidas para ver el concurso. Y es que uno de las pegas de esta televisión es que hay cadenas capaces de hacer cortes de 15 minutos. Un despropósito que va en contra de toda lógica y, desde luego, de la propia cadena que sufre una hemorragia brutal en cortes tan largos. ETB2 es una de las que más abusa en este tipo de cortes de larga duración, donde no importa que se repitan y repitan los anuncios. Es la antiprogramación porque hay que tenerlo muy claro para aguantar esos periodos con el único atractivo del discurrir de la oferta comercial por el televisor sin recurrir a la salida del mando a distancia. De hecho, los presentadores no dudan en mentir al espectador cuando van a un corte de publicidad. Volvemos en un minuto suelen decir cuando la realidad es que el corte es de 5 o 10 minutos. También estamos los enamorados de los anuncios. Una clase en vías de extinción porque apenas hay spot que te vendan algo al mismo tiempo que te cuentan una película. Este año sí lo ha hecho el anuncio de la lotería de Navidad con su famoso Bar Antonio, una delicia si lo comparamos con aquel espectro protagonizado por Raphael, Monserrat Caballé -desde entonces no tiene día bueno- y Bustamante. Menuda pesadilla. La publicidad también hace buena televisión y se trata de no abusar de ella.
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