NO pude ver el desenlace de la carrera del G. P. de Brasil. El final de un campeonato del Mundo de F1 a una carrera es el escenario deseado por cualquier cadena de televisión. Antena 3 lo comenzó con música. Un sexteto de cuerda con violines y chelos muy dramáticos sirvió de fondo para que el otro calvo más famoso de la tele nos hablara de la carrera de Fernando Alonso como si nos convenciera para la batalla. Por fin en este mundo de alerones y aerodinámica hay alguien que piensa que con un poco de música nos pueden tocar la fibra. Y así fue. A esas horas de la tarde de un desangelado domingo de noviembre conseguir un 41% de la audiencia significa que los de Antena 3 han hecho las cosas bien. El mismo Fernando ha limado su faceta más borde para instalarse en el entusiasmo y el buen rollo constante. Vamos que ha decidido actuar y no aparecer como el aguafiestas al que muchos aficionados no soportaban. No sé hasta qué punto la puesta en escena de la carrera es un espectáculo exagerado. Desde la misma llegada al circuito y el paseo triunfal en bus de los caballeros de los monoplazas tocados casi todos de gorrilla. con bien de publicidad. No vi el final de la carrera. Me perdí el momento en que Vettel adelantó sin problemas al renqueante Shumacher y ya todo estaba perdido. No lo vi pero sí pude descifrar la épica en el concierto inicial. Ése con el que la voz de Lobato nos iba preparando para la gesta o la derrota. Y ayer se demostró que daba igual. La música de cuerda queda muy bien en la desolación y además la de el domingo fue una de esas derrotas que no duelen tanto. El mundial de F- 1, ese deporte o lo que sea, volvió a ganarse el pulso de la afición como en otros tiempos. Ahora que ha finalizado la temporada uno se da cuenta que quizás en mucho tiempo no se vuelva a vivir una gesta como la de Alonso: el que no pudo con Vettel.
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