vitoria. Goyo Jiménez (Melilla, 1970) comprueba día a día lo difícil que es conseguir el éxito en televisión. No le digas a mamá que trabajo en la tele es el programa con el que da la cara de lunes a viernes en las sobremesas de Cuatro. Si el espectador toma el mando y va cambiando de cadena le volverá a ver los domingos por la noche en La Sexta a la vera de Eva Hache y su cuadro de monologuistas. Estudió Derecho, una carrera que convencía a sus padres mucho más que la de Arte Dramático; consiguió el título, pero no ejerció. Sabe que interpretar es caminar por un fino alambre en el mundo laboral, pero no le importan los equilibrios que tenga que hacer con tal de trabajar en lo que más le gusta.
¿Presentador, humorista, actor…?
Qué más da, todo es un poco lo mismo. Es distinto y es lo mismo. Interpretas a un presentador, interpretas a un personaje o haces una parodia de humor.
¿Qué le gusta más?
Lo de presentador estoy en pruebas como quien dice, no me disgusta. Me lo estoy pasando muy bien. Quizá se me conoce más por el humor, por los monólogos. Yo no digo que no a nada. Es un verano diferente con mucho curro y estoy muy contento de haberme quedado sin vacaciones para pasarme las tardes con los espectadores de Cuatro.
Las cadenas de televisión tienen poca paciencia…
Responde un poco a lo que es la sociedad hoy en día. Pero nosotros estamos aguantando, la competencia es difícil, aunque creo que hay público para todos los formatos.
Apunta que la competencia es difícil…
¿He dicho difícil? Me he equivocado, es muy difícil, pero tampoco me fijo. Nosotros hacemos lo que tenemos que hacer y la competencia hace lo propio.
Los programas duran un suspiro, a la primera de cambio desaparecen.
Tienes razón. Es el juego de la televisión. Cuando aceptas un trabajo de este tipo sabes a lo que te arriesgas: puedes estar una semana -se dan casos-, o te puedes quedar años. Lo segundo es menos probable, así que crucemos los dedos…
¿Le preocupan las audiencias?
Soy un inconsciente. No es que no las mire, que sí, pero no puedes estar viviendo con el miedo metido en el cuerpo. Nosotros proponemos una alternativa para pasar un rato por la tarde, el espectador tiene el mando: te ve o no te ve, esa es la cuestión. Seguro que a algunos no les gustamos nada y a otros les encantamos. Siempre he sido muy inconsciente, desde que tenía catorce años y me subí a un escenario. Sigo igual.
¿Cómo valora la experiencia?
Es una buena experiencia, pero llevamos poco tiempo, dos meses. Veremos cómo la valora la cadena y si tenemos la posibilidad de continuar.
¿Usted qué dice?
Que lo estamos pasando muy bien, que poco a poco vamos consiguiendo que los espectadores dejen de echar la siesta y que notamos que se acercan a nosotros.
'No le digas a mamá que trabajo en la tele' es un formato magazine. ¿No le parece que es más de lo mismo?
Tengo una comparación para hacer un símil. El fútbol siempre el mismo deporte, pero los equipos no. El Barça tiene más de cien años de historia y de repente emociona y motiva. Eso es lo que buscamos, el material es diferente y nuestro equipo y nuestro juego también. Esperamos marcar la diferencia con otros programas que se hacen. En televisión está todo hecho e inventado, pero hay que hacerlo de nuevo otra vez. Esa es la magia de este trabajo.
Goyo Jiménez es más conocido como humorista, monologuista…
Una persona puede tener varios registros. Me divierte mucho hacer humor. Es un terreno en el que juego sobre seguro. Pero presentar un programa diario también tiene que tener sus dosis de humor, no puedes estar una hora, dos o las que sean en plan serio y hablando de noticias serias todo el rato. Para eso están los informativos. Hay que poner chispa a la vida y eso es lo que hacemos por las tardes. Entiendo que a unos les guste esta fórmula y a otros no.
¿Le sorprendió que le llamaran a usted?
Me sorprendió la rapidez con la que se preparó todo y estuvimos en el aire. No nos dio tiempo a pensar mucho. Era una apuesta arriesgada, es una apuesta arriesgada; pero aquí estamos, de lunes a viernes para el que quiera vernos.
Llega el otoño…
Y el tiempo dirá qué pasa, es tiempo de cambios de parrillas, de programas… Ya veremos cómo queda todo, de momento disfrutamos con lo que nos queda.
Es usted de buen conformar.
Para trabajar en este mundillo hay que tener paciencia y contar con los imprevistos. Que algo no funciona, te vas y otra cosa. Si hay imaginación siempre puedes hacer otras muchas cosas.
Usted es de los que no se desesperan, ¿no?
Es que no te sirve de nada. Siempre habrá alguien que quiera escuchar tus historias, siempre habrá alguien que quiera poner un poco de humor en sus vidas. De verdad, desesperarme porque me quitan un programa no va conmigo. Siempre he escrito mis monólogos y los he contado. Desde que empecé, nunca me ha faltado trabajo. Hay épocas mejores y épocas peores.
¿En qué época está?
No me puedo quejar. Soy un privilegiado al que el trabajo no le falta, va tirando y puede vivir de hacer lo que más le gusta, entretener a los demás.
Estudió Derecho...
Sí. Fue una concesión a la familia. Eso de decir en casa que quería hacer Arte Dramático no era fácil. Ahora lo entienden, pero los padres quieren seguridad para sus hijos. ¿Dónde ven la seguridad? Seguro que no la ven en la tele, en el teatro… Así que me fui a la Facultad, me matriculé y acabé la carrera.
¿Qué es lo que no les encajaba a sus padres?
Yo sacaba unas notas buenas, muy buenas, y no entendían que me pudiera dedicar a ser monologuista, actor o presentador, llámalo como quieras. Ir a la universidad y estudiar Derecho era mucho más tranquilizador para ellos. Terminé la carrera y me dediqué a lo que yo quería.
¿Qué dijeron en su casa?
¿Qué van a decir cuando todo son hechos consumados? Están contentos porque me ven contento.