LA realización del Mundial de fútbol de Sudáfrica es todo una fiasco. Nunca un mundial se había saldado con tan pocas innovaciones técnicas, ni con menos propuestas audiovisuales. El espectáculo pasa tan desapercibido que ni siquiera el público que aparece en la pantalla se da cuenta de que lo están grabando. El eterno plano general lateral es el rey de las retransmisiones, donde la mayor novedad la ha puesto la velocidad que los jugadores le imprimen al balón que obliga, eso sí, a que los cortes entre los planos sean más rápidos. En Telecinco la innovación tampoco ha existido y, sobre todo, ha venido con la incorporación a última hora de Paco González. Un guerrillero de la radio más que un narrador, un hincha más que un periodista, incapaz de poner un dato objetivo en su narración atropellada. El mundial para Telecinco ha sido como una lotería inesperada que seguramente le dará el liderazgo de la tarde, pero con el mal juego de la selección puede que ni siquiera consiga este propósito. Pero si por algo se están caracterizando las retransmisiones, también la de Cuatro, es por su frialdad. Además de estar en los confines de África, se sienten lejanas. No han conseguido apenas planos en los que se transmita algo parecido a la inmediatez.

Si le preguntaran a Mercedes Milá seguro que con la retransmisión de este Mundial tiene nuevos motivos para seguir avergonzándose de pertenecer a Telecinco. Mientras en los especiales del corazón viviseccionan miembro a miembro a la familia Campanario, ayer en el campo de fútbol de Durban coincidieron Iker Casillas y Sara Carbonero. Como les vaya mal el Mundial y pongan a Jorge Javier a trabajar la basurilla para hacer caja, que se vayan preparando. Que no se salvan ni ganando la final en los penaltis.