Señales que no debería ignorar a partir de los 40
El cuerpo cambia con la edad, pero la prevención, una alimentación saludable y el ejercicio regular ayudan a mantener la salud y el bienestar
U n famoso personaje de cine decía aquello de que “no son los años, es el kilometraje”. Lo cierto es que la edad sí tiene que ver. A partir de los 40 años, muchas personas experimentan cambios físicos y emocionales que tienden a normalizar. Pero no siempre deberían. El cuerpo, cuando empieza a avisar, merece atención. Y la medicina preventiva, más que nunca, se convierte en una aliada clave.
En este tramo de edad, las enfermedades cardiovasculares ganan protagonismo. La hipertensión arterial y el colesterol elevado son dos de los factores de riesgo más frecuentes y preocupantes, ya que están directamente relacionados con patologías como el infarto de miocardio o el ictus. También comienza a aumentar la incidencia de la diabetes tipo 2, especialmente en personas con sobrepeso o con antecedentes familiares.
En el caso de las mujeres, el inicio de la perimenopausia suele venir acompañado de alteraciones hormonales que afectan al sueño, el ánimo y al metabolismo óseo, incrementando el riesgo de desarrollar osteoporosis. Y ciertos tipos de cáncer, como el de mama y el colorrectal, empiezan a presentar una mayor incidencia, sobre todo a partir de los 45 años.
Los programas de cribado permiten detectar enfermedades en fases iniciales, incluso antes de que aparezcan síntomas. En Álava, las mujeres entre 50 y 69 años tienen acceso cada dos años a realizar una mamografía para la detección precoz del cáncer de mama. Además, tanto hombres como mujeres de esa misma franja de edad pueden acceder a pruebas de sangre oculta en heces para la detección del cáncer colorrectal, una enfermedad con alta tasa de curación si se diagnostica a tiempo. También se realizan citologías o pruebas de VPH a mujeres entre los 25 y 65 años como medida preventiva frente al cáncer de cérvix.
Pero más allá de los programas de detección precoz, la prevención también se construye con nuestros hábitos diarios. Mantener una alimentación saludable basada en productos frescos, ricos en fibra, con predominio de frutas, verduras, legumbres y pescado azul, es una herramienta efectiva frente a muchas de las enfermedades mencionadas.
A esto se suma la práctica regular de ejercicio físico. No es necesario hacer grandes sacrificios si se está empezando: caminar a buen ritmo, nadar o montar en bicicleta durante unos minutos al día es suficiente para mejorar el sistema cardiovascular, controlar el peso y reducir el
Además, evitar el tabaco, moderar el consumo de alcohol y asegurar un descanso reparador son decisiones que impactan de forma directa sobre la salud. Cuidar el bienestar emocional también resulta fundamental: aprender a gestionar el estrés, establecer rutinas que promuevan el equilibrio y acudir al médico ante cualquier malestar persistente es parte de un enfoque responsable del autocuidado.