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Medicina estética con cabeza

No todo vale en la búsqueda del bienestar físico

Medicina estética con cabeza

Una mujer frente al espejo. Duda. ¿Una arruga nueva o algo que lleva tiempo inquietando? Escenas así se repiten cada día en las consultas de medicina estética, donde el deseo de sentirse bien y la presión por gustarse más conviven en equilibrio inestable. En esa línea sutil entre lo que mejora y lo que se exige, entre el autocuidado y las expectativas sociales, emerge una tendencia clara: hacer las cosas con cabeza. Porque en este sector, elegir bien no es solo una cuestión de estética, sino de salud.

El auge de la demanda en España lo confirma. Según el último informe publicado de la Sociedad Española de Medicina Estética (SEME) en 2024, el 46,6% de la población española se ha realizado algún tratamiento de medicina estética. Y la tendencia no ha dejado de crecer.

Pero más allá del quirófano, las técnicas no invasivas ganan terreno: láser, luz pulsada, bótox, inductores de colágeno o tecnologías como emface, que tonifican la musculatura facial sin necesidad de cirugía. Estas técnicas reflejan un cambio de mentalidad: ya no se trata solo de eliminar arrugas, sino de mejorar la calidad de la piel, suavizar la expresión y lograr un aspecto natural. El nuevo perfil de paciente no busca parecer otra persona, sino reencontrarse con su mejor versión. De ahí el auge de los tratamientos que ofrecen efecto buena cara o que acompañan el paso del tiempo sin borrar sus huellas.

La medicina estética responsable es aquella que prioriza el bienestar físico y emocional de la persona por encima de los resultados inmediatos. Implica una práctica médica con diagnóstico profesional, criterios clínicos y productos autorizados.

Aquí conviene trazar una línea clara entre medicina estética y estética comercial. Mientras esta última se limita a ofrecer mejoras superficiales en centros no médicos, la medicina estética está sujeta a control sanitario, requiere formación específica y responde a los mismos estándares de rigor que cualquier otra especialidad médica..

Sin embargo, que un tratamiento sea rápido o sin bisturí no significa que sea inocuo. Desde la Sociedad Española de Medicina Estética (SEME) se ha insistido con frecuencia en la importancia de que cualquier intervención, por mínima que sea, se realice en clínicas con licencia sanitaria, por personal médico acreditado, y con productos seguros y trazables. También subrayan la necesidad de firmar un consentimiento informado, conocer los riesgos y no dejarse llevar por promesas milagrosas ni precios sospechosamente bajos.

La medicina estética tienen, a menudo un motivo emocional. Muchas personas recurren a la estética para reforzar su autoestima, y cuando lo hacen desde una motivación sana, el resultado puede ser transformador. Pero cuando el deseo parte de una inseguridad profunda o una autoimagen distorsionada, el tratamiento puede no ser suficiente o incluso contraproducente.

En los casos más graves, como ocurre con el trastorno dismórfico corporal, la medicina estética no puede –ni debe– intervenir. De ahí que algunas clínicas ofrezcan también una valoración psicológica previa, especialmente en pacientes jóvenes o con historial de retoques continuos.

A partir de los 40 años, el interés se centra especialmente en el rostro. El bótox, los rellenos con ácido hialurónico o los tratamientos de bioestimulación con plasma se utilizan para suavizar líneas de expresión, recuperar volumen y aportar luminosidad. También ganan fuerza las técnicas que combaten la flacidez o mejoran la textura de la piel, como la radiofrecuencia o los ultrasonidos focalizados. La criolipólisis, en cambio, es una de las opciones no quirúrgicas más populares para eliminar grasa localizada.

En todos los casos, el objetivo ya no es rejuvenecer a toda costa, sino acompañar la edad que se tiene con dignidad y confianza.

A la hora de elegir un centro de medicina estética, la seguridad debe estar por encima de cualquier promoción. Es recomendable comprobar que el establecimiento cuente con licencia sanitaria emitida por la consejería de Salud. Esta acreditación garantiza que cumple con los requisitos legales, técnicos e higiénico-sanitarios para ejercer actividad médica. Además, es imprescindible que el tratamiento lo realice un médico o médica con número de colegiado y formación específica en medicina estética.

Desconfíe de los lugares donde no le entreguen un consentimiento informado por escrito, donde no expliquen con claridad los riesgos del procedimiento o donde todo se resuelve en una consulta exprés. Un centro serio no tiene problema en mostrar sus credenciales ni en resolver sus dudas con calma. Si el entorno le genera dudas, si hay prisas o presión comercial, lo más sensato es no continuar.

La medicina estética no trata de negar el paso del tiempo, sino de ayudar a transitarlo con seguridad, equilibrio y sin perder su autenticidad. Mirarse al espejo con la tranquilidad de haber elegido bien –y no solo de verse bien– es, al final, el mejor resultado posible.