¿Cuánto tiempo tarda en recuperarse un monte después de un gran incendio?
La regeneración de un bosque o un campo devastado por el fuego es un proceso complejo que requiere tiempo y esfuerzo, pero la puesta en marcha de acciones concretas permite devolverle su equilibrio natural y su biodiversidad
2025 está siendo devastador en lo que a incendios se refiere. Las llamas han quemado más de 382.000 hectáreas en lo que llevamos de año en todo el Estado, dejando un panorama desolador en Ourense, Cáceres o Zamora, territorios que han cambiado por completo desde principios de agosto. El fuego no solo ha consumido árboles y arbustos: ha degradado el suelo, destruyendo nutrientes esenciales, ha contaminado aguas superficiales y subterráneas y ha puesto en riesgo la fauna y la flora local.
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Alejandro Cantero, decano del Colegio Oficial de Ingenieros de Montes del País Vasco, matiza que no todos los incendios dejan el mismo escenario. “Muchas veces el bosque no está destruido porque a veces es fuego bajo, que quema solo el matorral y los pastos, y el arbolado queda intacto. Pensamos que es una tragedia y no es tal. El problema es cuando el matorral es muy alto y alcanza el estrato arbóreo, o cuando es todo matorral continuo, hectáreas y hectáreas, que generan una biomasa terrible y el fuego permanece horas y horas. Ahí no queda vivo nada, ni animales ni vegetación”.
Frente a esta devastación surge una pregunta recurrente: ¿cuánto tarda en recuperarse un bosque tras el fuego? Depende de múltiples factores: la intensidad del fuego, el tipo de vegetación, el suelo y el clima. “Si son especies adaptadas al fuego, en pocos años vuelven a estar verdes. En el norte de Euskadi, donde llueve mucho, en 4 o 5 años la vegetación se regenera. En zonas más secas, como el sur de Araba, la recuperación es más lenta y a veces requiere reforestación activa y maquinaria”, explica Cantero.
En la península, los pinos mediterráneos como el Pinus halepensis pueden regenerarse en 10 o 20 años después de incendios moderados gracias a sus semillas resistentes. En cambio, cuando los incendios son intensos y la vegetación está menos adaptada al fuego, la recuperación puede tardar más de tres décadas.
“Muchas veces las plagas causan más daño que el propio fuego porque los árboles están débiles y estas los arrasan”
Proceso de regeneración
Lo primero que hay que hacer tras un incendio en evaluar los daños. Cantero lo resume así: “Después de pasar el fuego hay que esperar un tiempo y ver cómo los árboles se han comportado, si siguen vivos o no, y luego también valorar el daño en la copa. Muchas veces el daño causado por las plagas es mayor que el generado por el propio fuego, porque los árboles quedan debilitados y los insectos se convierten los arrasan”.
Ese diagnóstico inicial es esencial para decidir los siguientes pasos. “Hay que esperar un par de meses para ver cómo reaccionan los árboles y detectar si hay daños sobrevenidos. Puede haber riesgo de erosión: laderas desprovistas de cubierta arbórea quedan desnudas, y cuando llega una tormenta arrastra el suelo y se forman cárcavas. Por eso hay que esperar, pero no demasiado, para decidir si cortar un árbol, conservarlo como árbol padre o dejar la regeneración natural”, apunta el decano.
Después de analizar las consecuencias y el daño causado por un incendio, se debe proteger el suelo y contener la erosión. Para ello se pueden usar los restos quemados como barreras, instalar pequeñas presas en arroyos, sembrar herbáceas o incluso arrojar paja desde helicópteros. La intervención temprana busca mantener el terreno en condiciones tolerables para que la vegetación tenga opción de regenerarse.
El tercer paso, sería pensar en la reforestación. El informe del Museo Nacional de Ciencias Naturales señala que la recuperación no debe limitarse únicamente a plantar árboles de manera inmediata. La naturaleza tiene en mucho casos un alto poder regenerador. Por eso, hay que tener en cuenta las circunstancias de cada terreno.
“Hay que ver la severidad del fuego, el tiempo que ha pasado y los daños en arbolado y sotobosque. Hay árboles adaptados al fuego, como encinas y robles, que rebrotan de raíz aunque parezcan secos. Los alcornoques resisten gracias a su corteza gruesa. Y los pinos, aunque puedan morir, se regeneran con sus piñas que se abren con el calor del fuego”, remarca el decano del Colegio Oficial de Ingenieros de Montes del País Vasco.
La regeneración natural depende de la capacidad de cada especie para rebrotar o germinar tras un incendio. Algunas, como la encina o el melojo, pueden rebrotar incluso si se ha quemado su tronco; otras, como los enebros o la mayoría de los pinos, requieren ayuda externa. Si las semillas y plantas supervivientes son suficientes, la reforestación puede no ser necesaria. Pero en áreas con daños intensos, donde la vegetación no puede recuperarse por sí sola, es imprescindible intervenir, introduciendo diversidad de especies autóctonas más resistentes al fuego y al cambio climático.
No todas las áreas, por tanto, requieren intervención; en zonas llanas o poco afectadas, la regeneración natural puede ser suficiente. La reforestación masiva prematura puede agravar la erosión, por lo que se desaconseja.
El manejo de la madera quemada requiere especial atención. Retirar troncos con maquinaria pesada puede dañar el suelo; es preferible usar métodos que minimicen la erosión. Trocear los troncos en el terreno puede enriquecer el suelo y proporcionar refugio a la fauna, facilitando la dispersión de semillas y favoreciendo la regeneración natural.
“En el norte de Euskadi, donde llueve mucho, la regeneración puede lograrse en 4 o 5 años”
Sustitución de especies
Un fenómeno que se da en Euskadi es la sustitución de especies arbóreas por otras, tal y como explica Cantero: “Tras un incendio interesa cortar los pinos radiata antes de que la madera se pudra, venderla aunque sea a bajo precio, y plantar una especie más resistente. Estamos viendo un proceso de sustitución de estos pinos, que durante décadas fue la base de los bosques productivos, por otras especies más resistentes a hongos y a incendios”.
El control de los herbívoros es otra variable crítica. La presencia de ciervos, corzos, jabalíes, conejos o ganado puede dañar rebrotes y nuevas plantaciones. En zonas de riesgo, la instalación de cercados es esencial para garantizar la recuperación de la vegetación y permitir que la biodiversidad se restablezca.
Los primeros años, clave
Los primeros años son esenciales en la regeneración de zonas forestales devastadas por las llamas. “Hay una etapa crítica en la regeneración: los primeros diez años. Si en ese tiempo arde el monte, se pierde todo porque los árboles aún no han producido fruto. Por eso es clave limpiar el monte: desbrozar, eliminar matorral y romper la continuidad con el arbolado. Aunque llegue fuego, no se propaga fácilmente. En Euskadi hay subvenciones de hasta el 80% para esas limpiezas, y los propietarios las hacen porque se juegan su dinero. Eso reduce de manera bestial el riesgo de incendios”, reconoce Cantero.
El impacto del cambio climático complica aún más la ecuación. Antes del año 2000, el 70% de los bosques afectados lograban regenerar su especie dominante; hoy ese porcentaje ha caído al 46%, y en un tercio de los casos no vuelve a crecer vegetación.
Cuidar los bosques, esencial
La clave para prevenir este tipo de incendios está en el cuidado de los bosques y de los campos. Esa es la gran diferencia entre Euskadi y otras regiones. “El sistema en Euskadi funciona porque hay pequeños propietarios, de media con 5 hectáreas, que cuidan su terreno. Hay subvenciones, industria forestal potente y tres diputaciones que invierten. En otras regiones, con montes públicos inmensos y pueblos abandonados, no hay dinero ni gestión posible. El futuro allí es muy negro”, advierte Cantero.
La Ley de Montes protege además estas áreas al impedir cambios de uso del suelo durante 30 años, garantizando que la recuperación se haga sobre bases naturales y sostenibles. Pero cada verano es más cálido, los suelos más secos y la regeneración se complica.
En palabras del decano: “El fuego ha estado siempre presente. Lo único que se puede hacer es gestionarlo para que no muera gente ni se quemen propiedades. Pero cuando los montes están abandonados y ni siquiera se sabe de quién son, es muy difícil. En Euskadi se sabe dónde empieza y acaba un terreno; en otras zonas no. Ahí los incendios avanzan sin freno”.
La lección es clara: recuperar un monte tras el fuego no es algo inmediato, sino un compromiso a largo plazo con la naturaleza.