A la espera de conocer a finales de mes su sentencia por el supuesto asesinato de Edwin Arrieta, Daniel Sancho cumple este miércoles un año de cárcel con una rutina de ejercicio, lectura y comida tailandesa cocinada por las presas del penitenciario de Samui, al sur de Tailandia.

Sancho, que cumplió 30 años el pasado 11 de junio, ingresó en la cárcel de la turística isla el 7 de agosto de 2023, después de personarse ante un juez, que decretó su prisión provisional por el supuesto asesinato del cirujano colombiano Edwin Arrieta en la vecina isla de Phangan, cinco días antes.

Desde entonces, el acusado solo ha salido de allí para recorrer en un furgón los cinco minutos que separan la tranquila prisión del Tribunal Provincial de Samui, donde se celebró su mediático juicio del 9 de abril al 2 de mayo.

Cuando solo quedan tres semanas para que el tribunal haga pública la sentencia, Sancho mantiene una monótona rutina de ejercicios y lectura en unos días previos al fallo que se le están haciendo "largos", según reconoció a EFE el preso el pasado 5 de agosto.

Durante meses y hasta que terminó el juicio, el acusado dedicó la mayoría de su tiempo a preparar a diario su defensa con la tailandesa Alice Keartjareanlap, su asesora legal de confianza en el país asiático.

Sancho, hijo del actor español Rodolfo Sancho y la analista de inversiones Silvia Bronchalo, afirma haberse dedicado estos últimos meses a leer, hacer deporte, sobre todo Muay Thai (boxeo tailandés), además de yoga, y últimamente a jugar al ping pong, gracias a una mesa que han instalado en las últimas semanas, según relató el acusado.

La falta de actividades y ocupaciones en las prisiones es una de las carencias del sistema penitenciario tailandés, caracterizado también por una generalizada masificación.

Según las ultimas cifras a las que tuvo acceso EFE el pasado abril, hay cuatro presos extranjeros (sin incluir el Sudeste Asiático) en el módulo de hombres, contando con Sancho, en una cárcel menos poblada que otras, con 437 presos y 98 presas.

A pesar de que en un principio los responsables de la cárcel, sobre todo su exdirector, ofrecían entrevistas y contaban detalles de la vida en prisión de Sancho, el cambio de gestión y el hartazgo de las autoridades por el seguimiento mediático del caso han dado paso a un mayor silencio por parte del penitenciario.

COMIDA COCINADA POR LAS PRESAS

El español, que siempre ha reconocido que le tratan bien y que en el módulo hospitalario en el que se encuentra nunca ha sido testigo de ningún tipo de violencia, comparte actualmente celda con cuatro presos, aunque en algunos momentos ha llegado a estar con medio centenar, y duerme sobre una colchoneta.

Como el resto de reos, recibe tres comidas al día, pero tiene derecho a pedir, previo pago, comida cocinada por las presas del módulo de mujeres.

Unos platos en su mayoría de comida tailandesa, los que prefiere Sancho, quien reconoce que es de "muy buena calidad", y a un precio bastante asequible.

Todos los presos, a los que se permite tener en su cuenta de la cárcel hasta 10.000 bat (unos 250 euros) y pueden gastar hasta 500 bat diarios (13 euros), pueden pagar para acceder a este servicio y al economato de la prisión.

El español, que inicialmente confesó ante la Policía de Phangan el asesinato premeditado de Arrieta, se declaró después y durante el juicio inocente de este delito, y aseguró que la muerte del cirujano fue resultado de un accidente durante una pelea en la que actuó en defensa propia.

La Fiscalía mantiene que Sancho premeditó el asesinato, y le acusa además de ocultación del cadáver, por el descuartizamiento de la víctima, y de robar el pasaporte de Arrieta.

Sancho solo ha aceptado haber descuartizado el cuerpo, cuyos restos fueron encontrados en varios lugares de Phangan, incluido el mar.

El español, que cumplió un papel bastante activo en su defensa durante el juicio, volverá a ser trasladado en un furgón a la corte de Samui el próximo 29 de agosto para escuchar su condena.

De ser hallado culpable de asesinato premeditado, podría ser condenado a la pena de muerte, castigo que Tailandia apenas aplica y que suele conmutar o rebajar.

En caso de que la condena final, tras un proceso de posibles apelaciones que puede durar alrededor de un año, sea superior a 15 años de prisión, Sancho tendría que ser trasladado a una prisión de mayor seguridad en Tailandia.