Karmele Zabaleta abrió su tienda de moda para mujeres en 2013 en Azpeitia. Allí ha estado también al frente de la asociación de este sector en el municipio guipuzcoano. Ahora es representante de Dendartean, la Agrupación de Asociaciones de Comerciantes de Gipuzkoa. Hace 24 años que trabaja en el mundo del comercio.
¿Cómo han vivido los comercios este año de pandemia?
-No estamos en una buena la situación. Tener los comercios cerrados en el confinamiento, las restricciones... Adaptarse a esta situación no es fácil. Por ejemplo, al principio, cuando empezó todo, al textil nos pilló con la tienda llenísima. Nos encontramos con la ropa de primavera-verano y trabajando ya con la temporada de invierno. Y de repente, la pandemia. Era pura incertidumbre. En principio la situación era para dos meses, pero iba para largo. Dependiendo del tipo de comercio, algunos permanecieron cerrados, y los de alimentación por ser servicios esenciales, abrieron. Para los que estaban cerrados, la facturación era cero. Y a nivel emocional estamos afectados, y no acabamos de recuperar. Los ingresos son menores pero continúan los gastos mínimos para mantener el negocio abierto. Así fue en 2020 y sigue siendo en 2021.
¿Cómo puede mejorar esta situación?
- Si las instituciones nos quieren ayudar, que nos quiten impuestos o que proporcionen ayudas directas. El IBI, los alquileres... es inadmisible ese gasto en la pandemia.
En esa situación, tampoco habrá iniciativas de negocio.
-¿Quién se va a meter en esos gastos fijos al mes? Luz, teléfono... las instituciones deberían haber intervenido. En otros países han dado ayudas, por ejemplo, a los autónomos. Sentimos una inseguridad que no nos deja avanzar. ¿Cómo vamos a hacer un pedido de género si no sabemos cómo van a estar las cosas mañana? Ya llevamos un año y el desgaste psicológico es palpable. Estamos preocupados, intentando animarnos para trabajar, tener ilusión y transmitir esta actitud positiva a nuestros clientes.
¿Notan los compradores su desánimo?
-Hombre, hay que dar sensación positiva. La clientela ha bajado. O sea, el consumo ha bajado mucho. La gente sale a la calle para trabajar y poco más. Y se preguntan que para qué van a comprar. Y se nota más en la tercera generación, los mayores, que no salen. Justo para la compra y la peluquería como mucho, en general.
Las cosas han cambiado en su forma de trabajo también y en los locales.
-Sobre todo al principio. Nos preocupamos mucho por los clientes. Controlamos que lleven mascarilla, el aforo, si tienen que esperar en la calle, que se limpien las manos con el gel... Al principio no podían casi ni tocar el género. En el sector textil, teníamos que desinfectar las prendas y tenerlas 48 horas en un cuarto. Todas esas cosas implicaban una carga de trabajo importante. En conclusión, tenemos que trabajar más para facturar menos. A lo que se suman los gastos mensuales.
¿Hay un clientela fiel, a pesar de todo?
-Sí. La verdad es que hay gente que ha venido a comprar.
Los proveedores ¿también están afectados?
-Si el cliente no compra, nosotros tampoco compramos. Es una cadena. Esto nos va a servir para ver quiénes son los profesionales y hacer una criba. Quedarán los que han sabido entender la situación. Los que no, en un futuro próximo no podrán trabajar. Se avecinan muchos cierres. Esto va a ser la puntilla para muchos.
¿Es una ventaja estar asociados en situaciones como esta de crisis?
-Tenemos una gran ayuda con los técnicos de la agrupación. En el confinamiento hacían incluso de psicólogos. Han hecho una gran labor, impresionante. Nos informaban de los protocolos, cómo seguir la burocracia, etc.
¿Han pensado en alguna fórmula para adaptarse a la nueva normalidad?
-Tenemos que adaptarnos a la situación. Por ejemplo, la venta on line está en alza. También para el comercio local. Son compatibles comercio pequeño y venta por Internet. O cambiamos la forma de vender, o tenemos un futuro muy corto. Hay que plantearse objetivos. La pandemia ha acelerado la venta on line. Lo importante es el consumidor final. El dinero público y las ayudas salen de nuestros impuestos. Y hago un llamamiento a las instituciones para que nos hagan caso antes de que sea tarde. Y si nos oyeran, todo iría mejor. Que conozcan las prioridades y las necesidades del comercio.
Las pymes son la mayor parte de las empresas del entramado económico.
-Sí, y hay que dar las gracias a la ciudadanía que apuesta por el comercio local, por su fidelidad, porque estamos a pie de calle trabajando. Y seguiremos.
¿Qué mensaje transmitiría a su sector?
-Que sé que estamos cansados de la situación, pero no podemos perder la ilusión.