ORQUE no todo es covid, en el Día Mundial del Trasplante, que se celebra hoy, hay que contar historias que más que ciencia parecen milagros. Historias como la de la basauritarra Ainara Torremocha. Con solo 25 años, un trasplante de hígado le permite disfrutar de una vida plena y en diciembre del año pasado, mientras el mundo estaba sumido en una pandemia catastrófica, ella pudo cumplir su gran sueño, ser madre.
Una noche de noviembre de 2017, con solo 22 años, Ainara volvió a la vida. Sucedió de repente. "Me empecé a encontrar mal de la noche a la mañana. Con vómitos, mucho cansancio, parecían los síntomas de un embarazo, y al final, me empecé a poner amarilla. Cuando me pillaron ya no había mucho qué hacer. Y en el hospital de Galdakao ya me hablaron de hacer el trasplante". El diagnóstico, cirrosis autoinmune.
Ainara empeoraba por momentos. Llegó a Cruces y empezó a delirar. "A mis aitas les dijeron: O llega un hígado o tu hija se muere. Era una lucha contra el tiempo. Pero "igual que todo lo malo fue rápido, todo lo bueno, también", declara esta joven con sus ojos claros llenos de luz. Ella admite que su visión de las cosas ha cambiado completamente. "Y te das cuenta de que te enfadas por tonterías, y que no valoras lo importante. A raíz de mi operación yo solo quería vivir, viajar, hacer cosas...".
Porque si ya el trasplante le había dado un vuelco de 180 grados, ahora su hijo ha sido un auténtico chute de felicidad. "Para mí tener un niño es un auténtico sueño. De ahí el nombre, Amets. Lo primero que pregunté cuando me desperté de la anestesia fue: ¿Voy a poder tener niños?". Y dos años después, el periodo estimado para que el cuerpo volviera a su ser y las analíticas fueran las correctas, Ainara se quedó embarazada. Con controles mensuales y una medicación que no afectaba al feto, dio a luz en diciembre a un bebé precioso, de más de tres kilos de peso. "Ha salido un bombón", dice la orgullosa madre.
Por eso, 2020 fue un gran año. Las alegrías se sucedieron en el calendario. El 2 de marzo se compró el piso, junto a su chico, Ibai; su mascota, Pluto, llegó de Cádiz el 12 de marzo, a las puertas del confinamiento... y luego se quedó embarazada. El chihuahua fue su predictor porque se ponía encima de su tripa para advertirle de la buena nueva. La guinda del pastel la puso Amets el 17 de diciembre, un bebé de revista, que nació en un parto absolutamente natural. "Eso sí, después de 24 horas, pero con mi epidural y todo", relata entusiasta.
La positividad es su leitmotiv. "Siempre he sido muy echada para delante. Porque las cosas, si son de tocarte, te tocan", dice refiriéndose al coronavirus. "Durante esta pandemia, a pesar de mi trasplante, he hecho vida normal, lógicamente con las debidas precauciones y la distancia social. Soy autosuficiente y sé hasta dónde puedo llegar. Pero ¡si tres meses después de trasplantarme pillé la gripe en mi propia casa porque me contagió mi aita!", cuenta con total naturalidad.
Su pareja, Ibai, de 30 años, la escucha embelesado. Ellos se conocieron a través de Facebook y cuando decidieron quedar, a él -que viaja mucho porque trabaja para la alta tensión de Iberdrola- le mandaron a Senegal. Ainara no pudo evitar desconfiar, pero Ibai regresó para afianzar su historia de amor. Sin embargo, su chico no sabía nada de su trasplante hasta que vio la cicatriz. 58 puntos. Un costurón enorme. "Pero es que su trasplante no nos limita nada, si nos queríamos ir de vacaciones, nos íbamos. Las pastillas las puedes llevar a cualquier parte", afirma el joven.
A Ainara no le amilana su tratamiento de por vida. "Antes del embarazo me hacía analíticas cada tres meses y con el embarazo, cada mes. Después de dar a luz me tuvieron que subir un poco los inmunodepresores porque es un cambio muy drástico, pero luego ya me bajaron la medicación".
La pareja está llena de planes. Se acaban de comprar un coche y piensan en casarse este mismo año. ¿Tener más bebés? "No nos cerramos a tener otro crío. Hay que ir viendo", dice el dúo al unísono. Aunque para ellos, Amets ya ha colmado todos sus sueños.
Trasplantada de riñón e hígado
"2020 me trajo la vida"
Para Romana Casas, 2020 también ha sido un gran año. A sus 64 primaveras, esta vecina de Astrabudua ha vuelto a florecer. Trasplantada de hígado y riñón a la vez, en la tarde noche del 10 de febrero, acaba de cumplir su primer aniversario. "Ahora estoy llena de ilusión. Ya solo espero a que abran el confinamiento para empezar a viajar y disfrutar. He ganado peso porque me había quedado como el espíritu de la golosina. A mis hijas les decía que yo prefería vivir unos pocos años con calidad de vida que veinte enchufada tres días a la semana a una máquina desde las 11.30 de la mañana -que venía la ambulancia- a las 7.30 de la tarde, que me devolvía a casa. Era cliente VIP de Cruces", bromea.
La pesadilla de Romana arrancó en 2016. "Entré por Urología. Tenía piedras en el riñón y una se me atascó. Pero los riñones empezaron a fallar, se sucedían las infecciones y tuve que entrar en diálisis porque si no, me iba para el otro barrio". En sus condiciones, el hígado podía colapsar. "No me podían hacer primero un trasplante de riñón y al de seis meses, otro de hígado. Además con dos personas diferentes, el rechazo se agravaba. Así que hicieron los dos a la vez. Entré a las 19.00 horas al quirófano y me sacaron sobre las 2.30 de la madrugada". Ahora es una mujer con tres riñones -mantiene los dos suyos-, un hígado nuevo y toda la vida por delante.
"Tuve las ventajas de llevar a la vez el proceso de hígado y de riñón. Porque una vez que te sacan de la UCI, donde, como yo digo, tienes los calmantes en barra libre, me pasaron a unos semicuidados intensivos. Y como empezó la pandemia, fui para casa con ciento y pico grapas, y tuve hospitalización domiciliaria".
En todo ese proceso contrajo el covid. "La primera PCR fue el 29 de marzo, así que vuelta al hospital, y aunque a los once días me mandaron a casa, durante un montón de tiempo, el virus no me dejó. Estaban esperando a que diese negativo para ingresarme y quitarme el tubito de Kehr -un drenaje biliar-, pero estuve alternando test positivos y negativos. Ahora estoy fenomenal, haciendo lo que se puede", dice, lamentándose de no poder viajar.
"Lo primero que pregunté al salir del quirófano fue: ¿Voy a poder tener niños? ... Y ¡mira tú qué bombón!"
Trasplantada de hígado
"Prefiero vivir unos años bien que veinte pendiente de una máquina y siendo clienta VIP de Cruces"
Trasplantada de hígado y riñón