-Está vivo de milagro. No daban un duro por él. Estuvo ingresado en la UCI del hospital de Cruces 55 días, 27 entre la vida y la muerte. Sus pulmones no respondían. El vizcaino Pablo Javier González ingresó el 16 de marzo por una retención de líquidos y no abandonó el centro hospitalario hasta mediados de mayo. Ahora quiere disfrutar de la segunda oportunidad que le ha regalado la vida. Lo tiene que hacer poco a poco, porque no se puede permitir una recaída. "Estando en la UCI, en un sueño vi cómo mi nieto tiraba de una cuerda para salvarme de la muerte", confiesa. Al volver a recordarlo, inevitablemente las lágrimas se asoman en sus ojos. Lo vivido le ha marcado. El covid le atrapó y lo hizo duramente, sin avisar y sin compasión. "Soy un afortunado", confiesa mientras esboza una sonrisa.

Pablo y Loli, con gran generosidad, comparten con los lectores de DNA lo vivido durante meses porque creen que las cifras de enfermos y muertos por covid que se hacen público todos los días son "frías". "Solo las historias reales sirven para concienciar a la población de lo que tenemos en juego". Pablo se lamenta de que la gente joven no sea consciente de lo mal que se pasa cuando te contagias del covid. "Puedes contagiar a tu madre, a tu abuela... No podemos hacer fiestas y darnos besos sin mascarilla. Ahora no toca. Todos queremos disfrutar de la vida, pero todos debemos poner de nuestra parte para ganarle al virus", asevera.

Su historia de superación es digna de recogerla en un libro, en ella comparte protagonismo con dos personas clave: su mujer, Loli, y su hija, Sonia. Desde fuera, a ellas también les ha tocado sobrellevar una situación repleta de angustias, incertidumbres y desazón. "Me costó llorar; pasaron tantos días sin saber si volveríamos a vernos. Un día reventé y me hinché a llorar. Pablo no respiraba por sí mismo y tenía todas las patologías para que el covid acabase con su vida. Ha sido muy angustioso. He aguantado gracias al apoyo de mi hija", añade.

Hace tres meses que Pablo abandonó el hospital de Cruces y son pocas las secuelas graves que el bicho; todavía mantiene la cánula en la garganta y aunque se fatiga, su cuerpo ha ido poco a poco cogiendo fuerza y musculatura. "No podía moverme. Después de tanto tiempo en la UCI ni mis piernas, ni mis manos respondían... Me tuvieron que enseñar a tragar... Es increíble lo mal que se pasa", lanza. No hubo un día en el que desde el hospital su familia no recibiese una llamada para informar del estado de salud de Pablo. "El trato por parte del personal de la UCI, enfermeras, médicos... ha sido exquisito. Estamos muy agradecidos".

González recuerda el día que le ingresaron por una retención de líquidos. Cuenta que había oído hablar del coronavirus, pero para nada podía imaginar que ese virus le pondría al borde del precipicio. "Yo no ingresé por covid. Ese día llegué al hospital y los niveles de oxigenación eran de 60/70... y me hicieron el PCR y di positivo. No tenía ningún síntoma. Todos hemos pasado un catarro gordo y no ha sido covid", explica. Su médico de cabecera, su mujer y su hija le insistieron para que fuera al hospital de Urduliz, pero él, "cabezota como una mula" -como le define su mujer-, insistía que se encontraba estupendamente: "Ni te puedes imaginar todo lo que nos dijo en el coche de camino al hospital", recuerda Loli. En cuestión de horas la situación de Pablo empeoró y tras realizarle una prueba dio positivo en covid. 17 de marzo. La pesadilla comenzaba para la familia González -Esteban. Pablo y su familia describen lo vivido como un mal sueño del que les ha costado despertar y que además no solo provoca secuelas físicas sino también psicológicas en los pacientes. "Todavía hoy hay cosas que creo que me han pasado de verdad", dice.

ALUCINACIONES

El medicamento que se suministra durante el tiempo que el paciente permanece en la UCI llega a provocar alucinaciones que en el caso de Pablo le llevaron a pensar que su familia quería acabar con su vida. "Tenía unas alucinaciones que me las creía, porque yo las vivía como si fuesen reales", afirma González.

En su estancia en la UCI -un pequeño habitáculo como una pecera- rodeado de máquinas y tubos, Pablo se recuperaba sin saber muy bien qué le había pasado. "No entendía nada. Desde el cristal veía en un reloj cómo pasaban las horas. No te puedes imaginar todo lo que he llorado. Me sentía solo", recuerda. El encuentro con su mujer no fue para nada el esperado después de semanas de angustia: "Me echó de la habitación. Me dijo que no me quería ver más. Pensé que el covid le había afectado a la cabeza", recuerda Loli. Todo tenía una explicación. "Entre las alucinaciones imaginé que mi mujer me había abandonado por un abogado. ¡Cómo la iba a recibir bien! La eché de la habitación", bromea. El día que su hija Sonia fue a verle, recuerdan que la reacción de su padre fue "algo más amable". "Cuando me vio se alegró, pero después me dijo: Sois unos sinvergüenzas. Llevo aquí cinco meses solo, explica la hija.

La buena noticia llegó el 12 de mayo. Sin duda, el mejor regalo de cumpleaños para Loli. Después de 9 semanas en la UCI, Pablo era trasladado a planta. "En un mes y medio ni me moví de allí. En la habitación metieron una cama para que pudiese descansar", destaca Loli. Pablo no tiene para olvidar el primer día que se puso de pie. "¡Me tenía que poner recto y lo hice, pero di unos pasos y me di un hostión del copón".

"No todo ha sido malo; he adelgazado 22 kilos y he dejado de fumar"

"Lo hemos pasado muy mal; ha sido duro, pero he aguantado gracias al apoyo de mi hija"

Familiar enfermo covid

"En la UCI veía que pasaban las horas y nadie me iba a ver; me sentí solo y lloré mucho"

Enfermo covid