Bilbao - Empeñada con la historia, la Fundación Sabino Arana revalidó ayer su compromiso con la sociedad vasca como transmisora de la cultura del encuentro. Lo hizo en su tradicional gala (la trigésima) en la que distinguió la complicidad con Euskadi de un exquisito grupo de hombres y mujeres, ejemplo pasado, presente y futuro. Por sus cualidades y valores, el cura y activista socio-cultural Txomin Bereciartua, la escritora Dolores Redondo, el director de orquesta Juanjo Mena, la abogada y expresidenta del Athletic Ana Urquijo, y el economista y exdirector del Fondo Monetario Internacional Michel Camdessus, engrosan desde ayer el Libro de Honor de esta Fundación.

Todos ellos, cada uno en lo suyo, son maestros artesanos en la agotadora y comprometida tarea de vivir, dejar vivir y enseñar a vivir sin caer en la telaraña del pesimismo, la decepción o el derrotismo. Lo han conseguido gracias a su tesón, al amparo de su círculo más cercano y, sobre todo, sintonizando con valores no canjeables: ahí está la solidaridad del sacerdote bilbaino, la humildad de la novelista donostiarra, el compromiso del músico alavés, la constancia y el entusiasmo de la abogada bilbaina, o el humanismo del economista labortano, atrincherado desde hace décadas en defender la dignidad de las personas y la cohesión social.

Suyos han sido y son los discursos que animan a gobiernos e instituciones mundiales a tener la osadía de construir políticas que pongan a las personas en el centro de sus acciones y decisiones. Incansable valedor del capital humano, el expresidente del Fondo Monetario Internacional se afanó durante el ultimo tercio del siglo XX para humanizar la globalización. Ayer destacó la necesidad de “fortalecer al multilateralismo contra todas las amenazas de un proteccionismo excluyente y regresivo; démosle a Europa el nuevo perfil que estos tiempos requieren”. Fue más allá y habló incluso de refundar esas organizaciones planetarias, censuradas en más de una ocasión por su inacción por las voces de pueblos y comunidades.

Con altura de miras Camdessus reclamó universalidad y altura de miras. “Démosles a las instituciones de la ONU y de Bretton Woods, el apoyo que les es imprescindible para hacer que prevalezcan respuestas mundiales a los problemas de hoy y de mañana”. De algún modo, este baionarra coincidía con las palabras del papa Francisco en las que animaba a desafiar y plantar cara a esas “miradas miopes y resignadas” que creen que el único camino posible transita en el juego de la competitividad y de la ley del más fuerte.

Así, en estos tiempos revueltos y de cambios, alentó a la ciudadanía vasca a manifestar su universalidad con humildad pero con eficiencia: “Primero, manteniendo su espíritu y sus vidas orientadas hacia estos valores de universalidad y fraternidad. En segundo lugar, manteniendo el vínculo estrecho y recíproco entre lo local y lo universal, ofreciendo al mundo lo mejor de lo que se inventa aquí y, por ejemplo, en estos años de crisis económica profunda, brindándole al mundo el magnífico ejemplo del éxito de una empresa personalista y comunitaria como lo son las cooperativas de Mondragon”.

Quien nunca se ha desilusionado con la realidad, por cruel y peligrosa que fuera, es el cura Txomin Bereciartua quien, Deo gratia, siempre ha sido una persona de naturaleza inquieta. “Otro regalo que Dios me dio es mi talante, y mi manera de ser y actuar. Está mi mente que otea, ve más allá, inicia, no ceja, apoya, promueve, acompaña, aglutina, forma equipo. Soy así, no hay más remedio”, lanzaba este nacido en la calle Tendería. “Mis trabajos han sido una obra coral cantada entre muchos” agregaba. Decía que solo ha intentado ser un buen cura en las parroquias por las que ha pasado, y un eficaz promotor de las instituciones a favor de la cultura y la juventud que ha ayudado a dar vida. “Es un honor emocionado el que mi país, al que tanto quiero y por el que tanto he hecho, se acuerde de mí cuando ya soy mayorcito para decirme que está contento conmigo”, confesaba ayer encandilado.

También con las emociones a flor de piel recogía su distinción quien haya sido la primera y única mujer en sentarse en Ibaigane. Ana Urquijo, ejemplo pionero en la superación de barreras en el inacabado camino hacia la igualdad de oportunidades, quiso dedicar su premios a la familia y compartirlo con las etxekoandres; con esas mujeres que “con su ejemplo y dedicación, han hecho posible que las mujeres de mi generación y de las que vendrán puedan seguir avanzando en conseguir cotas reales de igualdad”.

Igualdad de oportunidades Como dedujeron las varias centenares de personas asistentes a la gala celebrada en el Teatro Arriaga, una comunidad humana jamás enfermará si logra incluir e integrar y, sobre todo, de luchar para crear alternativas que den nuevas oportunidades a las nuevas generaciones. “Valoro mucho el hecho de ser mujer. No lo valoro porque me siento más, pero tampoco menos. Todo lo que he ido logrando lo he hecho con firmeza, pero sin acritud, sabiendo que se hace camino al andar y aprendiendo, día a día que para ir avanzando en la igualdad que merecemos no debemos renunciar a nuestra condición de ser mujer. Sigamos reivindicándonos pero no renunciemos a nuestra esencia para conseguirlo. Esta sociedad necesita mujeres fuertes, no heroínas”, enfatizó.

Hubo otra voz femenina comprometida con la sinceridad y la realidad que también subió al escenario para recoger su premio de manos de Juan Mari Atutxa e Irune Zuluaga, presidente y directora de la Fundación Sabino Arana, respectivamente. Dolores Redondo -cuyos libros han sido traducidos a más de 40 idiomas- trasladó a los cuatro vientos que el éxito no se funda sobre los ‘likes’ de las redes sociales sino sobre la verdad. “En cada una de mis novelas la elección del escenario nace de lo más íntimo, de mis raíces y mi cultura, de lo que soy, y de la tierra que me cubrirá cuando muera. De la clase de familia en la que nací y me crié, de las mujeres que respeto y admiro, de los hombres a los que amo. De un territorio tan rico, que trasciende, y deja de ser el simple escenario por el que transitan los personajes, para convertirse en algo vivo, y poderoso. Porque lo único que hace creíble una ficción es la honestidad con uno mismo mientras escribe”, justificó la novelista donostiarra, autora de la Trilogía del Baztán.

Quien alertó y aporreó con su batuta las conciencias fue Juanjo Mena, otro de los laureados. Alertó sobre el cansancio de las armoniosas promesas de metamorfosis y conversión mundial que, sin embargo, desoyen al propio ser humano en detrimento de la tecnología desde las edades más tempranas. “¿Hay algo más importante que escuchar resonar tu voz internamente, que aprender a escuchar al otro, al que está al lado tuyo, y juntos construir algo bello?”, se preguntó. Y entonó su particular grito de guerra: “Pongamos un director de coro, un músico en cada una de las escuelas de esta país e invirtamos en el futuro de nuestra sociedad”.