GASTEIZ- En su vida pública, como responsable de Amnistia Internacional (AI) en el Estado español desde 1997, es una persona indignada, comprometida con los derechos humanos, que le lleva a viajar por el mundo en busca de violaciones de derechos humanos. En su existencia íntima es nocturno, controvertido, un hombre que aprovecha la madrugada para conocerse a sí mismo, para explorarse sin piedad.

¿Son suficientes 24 horas al día para tratar todos los temas de inculcación de derechos humanos que escuchamos cada día?

-Ni siquiera 70 años; ahora se van a cumplir 60 años de la Declaración de Universal de los Derechos Humanos y 40 desde que Amnistía Internacional (AI) está en España legalizada; en los derechos humanos ni los trofeos ni las victorias son para siempre, por lo tanto hay que luchar y pelear por los derechos humanos las 24 horas, los 365 días al año.

Le ha quedado tiempo para escribir “de la perplejidad que le presenta la vida” (Vaso Rodo. Ediciones)

-Como dice un autor uruguayo, hay dos tipos de escritores, los profesionales que hacen maravillosas historias y cuentos y los que los realizan por necesidad. Soy de los segundos. Este libro está escrito en directo; es novela, diario y poema. Todo a la vez. No porque tuviera tiempo, sino porque fue irremediablemente escrito. Viví una época de mi vida muy compleja, y las madrugadas las dedicada a escribir y a vivir otra vida que no tenía nada que ver con los derechos humanos. Una existencia relacionada con una relación amorosa no correspondida, con la locura, con la muerte inesperada de un amigo y la muerte esperada de una persona cercana a mí.

¿De todo eso surgieron los poemas?

-Si. La única manera de organizar el caos, de no sucumbir a una tristeza profunda y manejarla adecuadamente fue escribir. Diría que este libro solo tiene el mérito de haberlo escrito más o menos bien. Publico un libro de poemas cada 30 años para no aburrir a los lectores (sonríe).

¿Por qué es a veces tan jodida la vida?

-Porque es una vida muy intensa con una relación a distancia, con un problema de salud mental y conversaciones telefónicas con ella en un psiquiátrico. Es una combinación de abandono, agonía, muerte, pero también de humor. Tiene que ver con vivir y morir intensamente.

Tal vez la vida no sea jodida, sino que lo que la hace así sea la intensidad que ponemos para vivirla.

-La vida no es jodida ni especialmente alegre; es todo eso. Una vida jodida es estar en paro 10 años, no tener acceso a una vivienda ni educación. El relato es el de una vida vivida de modo emocionalmente intenso. Es el resultado de madrugadas conmigo mismo tratando de manejar mi caos.

¿Ver tantos desaguisados entre los humanos qué le produce: tristeza, melancolía, ganas de abandonar o un popurrí de todo ello?

-La injusticia de seres humanos sobre seres humanos me provoca indignación y me rebela.

¿Qué es lo que más le gusta: la poesía, la novela reflexiva? ¿Cómo expresa mejor sus sentimientos?

-Ninguno en particular y en general todos. Este libro lo componen 40 poemas y 5 poemas desvergonzados. Necesité todo eso para plasmar lo que de verdad sentía. La cuestión más sorprendente del libro es la sorpresa de la palabra del texto. Entiendo la poesía, la novela, el diario como una forma de jugarse la vida. Pretendo que no haya ningún adjetivo adicional, que sea un propósito de llegar desde la sencillez a lo hondo de uno.

Cuando Amnistía emite sus dictámenes contra los gobiernos hay siempre una acusación latente. ¿Por eso les dicen que se dediquen a la política y lo hagan ustedes? ¿Cuál es la respuesta a esta perversa insinuación?

-Son los Gobiernos los que tienen que ocuparse de los derechos humanos, los que deben garantizarlos. El acceso a la salud, la vivienda, la educación son obligaciones de los Ejecutivos. Nuestra responsabilidad desde AI, como ciudadanos, es hacerlo de una manera independiente. La movilización de AI y de todos los movimientos, como el 8M, son un arma muy poderosa; la sociedad civil es una herramienta eficaz para recordar a los Gobiernos su obligación de defender este tema.

¿AI existe porque la ONU no cumple bien su trabajo?

-No. Nuestra intención sería desaparecer. Pero creo que estamos lejos. Existimos porque hay una sociedad civil decente preocupada por sus derechos y los de otros. Somos una herramienta para que la ciudadanía defienda sus derechos y los de otros.

“Que se pare el mundo que me bajo”. ¿Hemos llegado a este punto entre los humanos o todavía merece la pena luchar por algo?

-No nos podemos bajar; no existe otro planeta, otro mundo. Todo humano nos concierne. Es una expresión muy literaria, Delibes hablaba de eso, pero no es posible. Por lo tanto que no paren el mundo para que no sea peor, sino que siga la gente en este carrusel averiado para corregirlo. Hay que ayudarlo a corregirlo.

¿Dónde está de verdad Amnistía?

-Del lado de la gente y de la legalidad internacional. Que nos critiquen y ataquen los gobiernos nos reafirma en que estamos en el lado correcto.

¿Sería capaz de escribir relatos de la realidad sobre el terreno sin que el corazón se le compungiera?

-Puedo hacerlo y se me puede compungir el alma; el libro tiene que ver conmigo, pero también es universal, no solo íntimo. Quién no ha sentido la pérdida de un ser querido, la dependencia amorosa... Pero escribir de lo que ocurre lo hago a diario en Amnistía. Recuerdo un informe sobre una prisión de exterminio en Siria que me golpeó. Afortunadamente no me acostumbro al dolor. No puedo leer algo del sentimiento humano con distancia; no me provoca parálisis, sino indignación.

¿Los derechos humanos se conculcan porque no se quieren ver?

-Los derechos humanos siempre se han violado en aras a políticas de Gobierno o grupos armados para hacer un mundo más miserable, para conseguir fines políticos. Están la salud, la educación, la vivienda que son parte de estos derechos, pero que no se quieren percibir como tales. El peligro que ha crecido con los nuevos gobiernos, húngaros, norteamericano, el ruso o turco, es que se jactan de violar los derechos humanos, no ocultan su ideología y cuestionan la universalidad de los derechos humanos. Algunos gobiernos piensan que hay seres humanos con menos derechos que otros. Esto sí es un salto cualtitativo en el mundo.