Bilbao - El 12% de las mujeres asignadas a cada especialista en Medicina Familiar y Comunitaria sufre o ha sufrido maltrato, según explicó la especialista de Osakidetza Leonor Aurrekoetxea, quien apuntó que esa situación tiene efectos adversos sobre la salud y hábitos saludables de estas mujeres, así como en la incidencia de determinadas patologías.

Durante la XLV Semana de Humanidades de la Academia de Ciencias Médicas de Bilbao, que se desarrolla bajo el lema Género y salud, Leonor Aurrekoetxea presentó una ponencia sobre el protocolo para la detección de la violencia de género aplicado por Osakidetza en el servicio de Atención Primaria. Esta intervención estuvo precedida de una charla sobre las Necesidades de salud en poblaciones en situación de migración o refugio, impartida por María Ángeles Rodríguez-Arenas, representante de la Escuela Nacional de Sanidad.

Según los datos aportados ayer por la experta de Osakidetza, se calcula que hasta un 12% de las mujeres asignadas a cada médico de Atención Primaria sufre o ha sufrido maltrato, aunque advirtió de que “algunos estudios apuntan a cifras incluso mayores, que en algunos ámbitos podrían llegar hasta el 25%” del colectivo de pacientes.

Sobre la situación de las mujeres maltratadas, Leonor Aurrekoetxea explicó que “la violencia disminuye la propia valoración como persona e induce a un menor cuidado personal, favoreciendo conductas perjudiciales, tales como abuso de alcohol u otras drogas, tranquilizantes, tabaco, o el abandono en relación con la alimentación y el ejercicio”.

También -alertó- se produce “un deterioro de la autoestima y las víctimas llegan a cuestionarse y a culparse”, lo que da lugar a cuadros de ansiedad, depresión, trastornos de la alimentación o disfunciones sexuales. La experta advirtió de que la situación de las mujeres que sufren malos tratos se ve agravada “en muchas ocasiones” por la falta de recursos personales, el haber recibido “poca ayuda institucional” y por las “respuestas de evitación” por parte de familiares y amigos.

detección Aurrekoetxea explicó que las mujeres maltratadas acuden más a menudo a los servicios sanitarios que las que no lo son porque “sufren desde el principio” problemas psíquicos o físicos. Por ello, consideró que tiene “gran importancia” conocer los síntomas que pueden apuntar a un posible maltrato ya que, “para muchas mujeres que han sido maltratadas, los profesionales sanitarios son el único o principal punto de contacto con los servicios públicos que pueden ofrecerle ayuda e información”.

No obstante, admitió que, “en la mayoría de las ocasiones, los profesionales sanitarios no preguntan sobre el maltrato porque los síntomas son presentados como desligados de la situación vital que la mujer está pasando ya que existen barreras psicológicas que dificultan que las mujeres hablen del tema”. Por ese motivo incidió en la importancia de mejorar la formación y dotarse de “protocolos adecuados” para poder aumentar la capacidad de detectar e intervenir ante situaciones de maltrato.

Asimismo, Leonor Aurrekoetxea indicó que, ante la detección de una situación de maltrato físico, es necesario “valorar el riesgo de la paciente, informarle de los servicios de asistencia y apoyo, y apuntar en la historia clínica el suceso”. “Cuando el delito es claro existen ya recursos de otro tipo”, añadió.

En aquello casos en que “la agresión no sea de riesgo inmediato”, la experta aconsejó facilitar que la mujer “se encuentre cómoda, acogida y apoyada” y ofrecerle “un entorno de confidencialidad y seguimiento mediante citas programadas” ya que -dijo- “la situación de maltrato suele ser prolongada en el tiempo y la paciente necesita asumir a su ritmo lo que le ocurre, entender que se le puede ayudar y los profesionales tenemos que asumir sus propios plazos”.

El seguimiento de estas pacientes -añadió Aurrekoetxea- debe mantenerse incluso si la mujer es derivada a otros servicios y se debe “tener presente que la derivación puede funcionar o no”.

Finalmente, la especialista en Medicina Familiar y Comunitaria de Osakidetza incidió en que, además de los casos de maltrato físico, la violencia hacia la mujer puede ser también de tipo psíquico, social, sexual y de “control económico” por parte de la pareja.