un año más, el 10 de octubre volvió a ser una jornada de celebración y de reivindicación para todos los agentes implicados en asociaciones, entidades, hospitales y sanatorios dedicados a la salud mental. Donostia fue testigo ayer de las celebraciones por el Día Mundial de la Salud Mental con una marcha que reunió a en torno a 130 personas de este colectivo con el fin de “hacer un poco de ruido” y conseguir que se “derriben los muros y los estigmas en torno a las personas con trastorno mental”. Esta vez, además, haciendo hincapié en la necesidad de mejorar su inserción laboral.

“Queremos que la gente los conozca, que se acerquen a preguntar y que vean que no pasa nada en torno a ellos”, indicaba minutos antes de comenzar la marcha Ainara Hernando, de la fundación donostiarra Why Not?, que con diferentes actividades apoya al colectivo en el ámbito del ocio y el tiempo libre. “Tratamos de que entre ellos no se sientan solos, ya que se encuentran con muchos muros y reciben rechazo de hasta los más cercanos”, señalaba.

La marcha, organizada por la propia fundación, congrego a usuarios, coordinadores y familiares de numerosos centros guipuzcoanos, que ataviados con camisetas verdes -cada año cambia el color- caminaron en Donostia entre risas, bailes y canciones. La unión y complicidad entre las personas con enfermedad mental destacó por encima de todo durante la celebración del día mundial. “Entre nosotros no hace falta ninguna explicación y eso ayuda”, comentaba Ana Fajardo, usuaria del Centro Salud Mental de Errenteria.

“Cada año nos inventamos una letra que cantamos y en la de hoy -por ayer- hemos sustituido la palabra enfermedad por una inventada, perenquedad”, expresaban joviales María Luisa Uranga, Yolanda Barreiro y Milagros Ponga, tres usuarias de la fundación. “Si vamos a un sitio y decimos que tenemos problemas mentales, todos se van. Por eso hemos querido jugar con el cambio de palabra en una canción”, añadía la donostiarra Yolanda, una de las protagonistas del día, minutos después cuando leyó el comunicado reivindicativo junto al cantante Mikel Erentxun.

Precisamente son los estigmas sociales los que llevan a muchas personas con problemas mentales a dejar de relacionarse. “La enfermedad es para ellos una puerta giratoria que no les deja progresar por un único camino”, contaba Conchi Fernández, del sanatorio de Usurbil.

Por este motivo, el apoyo que reciben de todas estas entidades se convierte en una pieza fundamental en su vida. “A veces no tienes con quien salir simplemente a dar una vuelta, pero gracias a la fundación solo tengo que ir al txoko, como le llamamos a la sede de Why Not?, para hacer lo que queramos”, indicaba Yolanda.

La amplia gama de propuestas que ofrecen cada una de las instituciones, que van desde musicoterapia a teatro, pasando por ayuda psicológica y hasta clases de inglés, son una forma de salir de una soledad de la que en muchos momentos se encuentran.

“No me preocupa lo que digan” No obstante, no todos piensan igual y asumen que son precisamente ellos mismos quienes crean los muros. “A mi no me preocupa lo que digan de mí. En mi pueblo hasta la Ertzain-tza sabe que tengo una enfermedad mental y gracias a que lo llevo con esta naturalidad no pierdo ninguna oportunidad de salir a la calle”, expresaba Joaquín Sagarberria, usuario del Hospital Aita Menni de Mondragón.

La marcha quiso ir más allá de la reivindicación laboral que la asociación guipuzcoana de familiares y personas con enfermedad mental, Agifes, escogió como tema para este año. “Tenemos que llegar a la equiparación entre discapacitados físicos y psicológicos, para que de este modo la sociedad comience a concienciarse por nosotros”, afirmó Ana. Mientras que Yolanda aseguraba que “la enfermedad mental no es como un pie escayolado, no se ve, y parece que necesitas dar una explicación constante para que te entiendan”. Por este motivo, la donostiarra piensa que la gente necesita “un empujón mayor” para realmente comprender la situación.

Mientras que su amiga, María Luisa, no se mostró tan esperanzada y aseguró que “no hay enfermedades, hay enfermos”. Asimismo la donostiarra indicó que en 58 años de vida ha convivido 40 con problemas mentales y sigue sin saber por qué un día de repente se pone a llorar. “Si ni nosotros mismos podemos explicarlo, ¿cómo vamos a poder explicárselo a los demás?”, se preguntaba.

“El paciente mental tiene una vida y desgraciadamente eso es algo que todo el mundo no lo sabe”, indicaba Conchi. “Simplemente tenemos que apoyarlos, ayudarles a estar activos, algo que comúnmente les suele costar, y hacerles partícipes de todo. Solo de este modo podremos ir acabando con estigmas y muros”, concluyó la coordinadora.

El claro ejemplo de ello fue la jornada de ayer, en el que el Día Mundial de la Salud Mental se convirtió en realidad en una excusa “para salir” y “conocer nuevos amigos”. Algo sumamente necesario para que los enfermos mentales puedan dejar de sentirse “como unos bichos raros”.