Copenhague - El Nobel de Medicina distinguió ayer a tres científicos estadounidenses por descubrir los mecanismos moleculares que controlan el ritmo circadiano, el “reloj biológico interno” por el que plantas, animales y humanos se adaptan a las rotaciones de la Tierra. Las revelaciones de Jeffrey C. Hall, Michael Rosbash y Michael W. Young se aplican por ejemplo al jet lag que producen los viajes transatlánticos y a la función clorofílica de las plantas y han convertido la biología circadiana en un amplio y rico campo de investigación con implicaciones para la salud y el bienestar.

Usando de modelo moscas de la fruta, aislaron un gen que controla el ritmo biológico diario y codifica una proteína que se acumula en las células de noche y se degrada de día, además de identificar otros componentes que afectan a su “reloj autosuficiente interno”, explicó la Asamblea Nobel del Instituto Karolinska de Estocolmo.

Ya en el siglo XVIII el astrónomo francés Jean Jacques d’Ortous de Mairan descubrió al estudiar la mimosa que las hojas de esta planta se abrían en dirección al sol por el día y se cerraban al atardecer y que esa oscilación se mantenía independientemente de la luz. Otros investigadores confirmaron más tarde que ese “reloj biológico” se encuentra también en animales y humanos y se empezó a denominar esa adaptación como ritmo circadiano. Los estadounidenses Seymour Benzer y Ronald Konopka demostraron en la década de 1970 que las mutaciones de un gen desconocido interrumpían ese ritmo en las moscas de la fruta, unos insectos que también estudiarían años más tarde los tres galardonados con el Nobel de este año.

Hall y Rosbash, en la Universidad Brandeis de Boston, y Young, en la Universidad Rockefeller de Nueva York, lograron aislar en 1984 ese gen, descubrieron la proteína que codifica y cómo sus niveles oscilan a lo largo del día en sincronía con el ritmo circadiano.

A través de un ciclo de retroalimentación inhibidor esa proteína podía evitar su síntesis y regular sus propios niveles en un ritmo cíclico y continuo, bloqueando la actividad del gen, según Hall y Rosbash.

Fue Young, en un estudio de 1994, quien descubrió un segundo gen que codifica otra proteína, que unida a la anterior podía entrar en el núcleo de la célula y bloquear la actividad del primer gen, cerrando así el ciclo. Estudios posteriores de los galardonados y otros científicos permitieron descubrir más componentes moleculares para explicar la estabilidad y las funciones del “reloj biológico”.

Jeffrey C. Hall Nacido en Nueva York en 1945, Jeffrey C. Hall creció en un suburbio Washington, hijo de un periodista parlamentario que, según el laureado, le enseñó a leer cosas distintas a la sección deportiva de los diarios. Hall empezó sus estudios universitarios en el Amherst College y luego los prosiguió en la Universidad de Washington en la que se doctoró en genética en 1971. Como profesor, Hall trabajo en la Universidad Brandeis de Waltham, a partir de 1974, y en los dos últimos años antes de su jubilación en la Universidad de Maine. El nuevo nobel también ha destacado como historiador aficionado, con trabajos sobre la guerra de secesión de EEUU, tema sobre el que incluso dictó cursos en la universidad.

Michael Rosbash Nacido en Kansas City (EEUU) en 1944, Michael Rosbash trabaja en la Universidad Brandeis de Waltham, donde está al frente del laboratorio que lleva su nombre y que se centra en el estudio de los procesos, los genes y los mecanismos tras los ritmos circadianos. Estudió Química en el Instituto de Tecnología de California y se doctoró en Biofísica en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT). Este profesor de Biología e investigador del Instituto Howard Hughes, comenzó a estudiar la influencia de los genes en el comportamiento y los ritmos circadianos al llegar a la Universidad Brandeis en 1974 como profesor auxiliar. Fue Hall, colega de ese centro, quien le contagió la pasión por el “reloj biológico” y, como reconoce Rosbash en su biografía colgada la página web de su universidad, fue esa “amistad personal” la “fuerza motora detrás del inicio de este trabajo”. Rosbash es miembro de la Academia Nacional de Ciencias de EEUU, de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia y de la Academia Americana de las Artes y las Ciencias.

Michael Young Nacido en 1949 en Miami, Michael Young se trasladó años después a Texas, donde acudió al instituto y empezó a interesarse por la biología. Este profesor de Biología e investigador del Instituto Howard Hughes, comenzó a estudiar la influencia de los genes en el comportamiento y los ritmos circadianos al llegar a la Universidad Brandeis en 1974 como profesor auxiliar. Young ha dedicado más de tres décadas al estudio de los patrones del sueño y vigilia que están controlados genéticamente en la mosca de la fruta. Fue Hall quien le contagió la pasión por el “reloj biológico” y, como reconoce Rosbash en su biografía colgada la página web de su universidad, fue esa “amistad personal” la “fuerza motora detrás del inicio de este trabajo”.

Los tres galardonados suceden en el palmarés del Nobel de Medicina al japonés Yoshinori Ohsumi, ganador el año pasado por descubrir los mecanismos de la autofagia, proceso básico de degradación y reciclaje de componentes celulares y de gran importancia en muchos fenómenos fisiológicos.

Hall, Rosbash y Young se repartirán los 9 millones de coronas suecas (943.784 euros) con que este año están dotados los premios en cada categoría. La ronda de ganadores de los Nobel continuará hoy con el de Física, al que seguirán en días posteriores y por este orden, los de Química, Literatura, de la Paz y Economía. - Efe