Por primera vez se analizarán todas las muestras de ADN recogidas de todas las personas -no solo de aquellas que presenten indicios evidentes- que acrediten haber perdido a algún familiar durante la guerra civil. La partida de nacimiento o el libro de familia serán el punto de partida de un proceso que pretende identificar al mayor número posible de restos humanos anónimos hallados en fosas, trincheras, cunetas, e incluso jardines particulares, como ocurrió en Espinosa de los Monteros [Burgos], donde en 2012 se localizaron nueve individuos.

El proceso arrancó en 2002 pero desde 2007 ocupa de forma continuada, entre otros, al laboratorio Biomics de la UPV/EHU, a la Sociedad Aranzadi y al propio Gobierno Vasco, que asumirá el esfuerzo económico de esta campaña específica que persigue dar luz a ese momento de la historia. Y es que, hasta la fecha “hay más perfiles genéticos de restos exhumados que de familias” lo que impide hacer cualquier comparativa, ilustraba Marian Martínez de Pancorbo, investigadora principal de Biomics, centro de referencia en esta materia en el Estado.

Por ejemplo, hasta el día ayer, en la CAV habían sido exhumados 85 restos humanos de los que 46 han sido identificados de forma positiva (mediante las placas de combatiente o gracias al perfil genético) y entregados a sus familiares o a los ayuntamientos. De ellos 27 fueron desenterrados en Elgoibar, pero 25 no han podido ser identificados y 11 restos óseos permanecen en el laboratorio de la Facultad de Medicina, concretaba ayer Aintzane Ezenarro, directora del Instituto Gogora.

Esta circunstancia -y el hecho de que el plan de exhumaciones se vaya a prolongar al menos hasta 2020- provocará casi con toda seguridad que los restos humanos no identificados se incrementen en futuras exhumaciones como la que hoy tendrá lugar en la localidad alavesa de Legutio. De ahí, insistía Ezenarro, la necesidad de esta campaña para recoger muestras de ADN de familias vascas que sospechen que un familiar desaparecido o represaliado pueda estar en un enterramiento de este tipo.

Por primera vez se analizarán [en Catalunya, por ejemplo, solo están guardando muestras biológicas de saliva de familiares] todas las muestras que se recojan y se cotejarán con la base de datos que Biomics ha ido reuniendo en las exhumaciones realizadas en el tercio norte de la península, más de 330. “Vamos a cruzar los datos con todo lo que tenemos”, subraya Martínez de Pancorbo al tiempo que apuntaba, en declaraciones a este periódico, la posibilidad de que un buen número de los 135 restos óseos localizados en la fosa de La Pedraja [Montes de Oca, Burgos] pertenezcan a individuos vascos. La identificación por ADN es posible gracias a la presencia de familiares en la actualidad. No obstante, esos vínculos genéticos se difuminan con el paso del tiempo “por lo que es importante reunir muestras de ADN de hijos e hijas, hermanos y hermanas, y sobrinos y nietos varones en este caso lo antes posible”, apuraba Ezenarro.