“Hace falta promover la conciencia social que ayude a las personas a vivir una buena muerte”, defiende el vicepresidente de la Asociación Vinyana. Se nos van a ir los lectores...

-(Sonríe) Sí, la palabra morir sigue siendo un tabú social que evitamos como cualquier otra cosa que produce sufrimiento.

¿Pero la muerte es sufrimiento?

-No, en realidad morir nos enseña a vivir mejor, a aprovechar mejor cada momento. Nos orienta a vivir con plenitud cada instante. En realidad, morir es aceptar que todo lo que hemos hecho se acaba, que todo lo que hemos vivido se ha muerto...

¿Usted tiene miedo a la muerte?

-No, tengo curiosidad.

¿Y prisa por que llegue?

-Trato de no condicionar mi vida en función de que llegue o no llegue, lo que sí es cierto es que está muy presente. Los chamanes lo saben bien cuando dicen que una persona sabia es la que lleva siempre la muerte en el hombro izquierdo y detrás, sabiendo que cada momento es único. Es lo que nos permite vivir en plenitud cada instante. Solo así se puede crear algo nuevo. La vida es crear. Para eso hay que admitir que llegará la muerte, es la condición humana. No existe muerte sin vida, ni vida sin muerte.

Pero cuesta mirarla de frente...

-Pues no hay que perder de vista que nuestro cuerpo biológico por el cual estamos vivos es algo que se está muriendo. Las células de nuestro cuerpo mueren cada cinco años para crear otras nuevas, que es lo que nos permite ir cambiando. En ese sentido, estamos ante un proceso de transformación y no de desaparición...

Se nace con el tiempo tasado y, en cambio, se echa por la borda buena parte de él con preocupaciones que no lo son tanto... Curioso.

-Eso ocurre porque miramos al pasado proyectándolo hacia el futuro ignorando el presente. El morir te permite crear el futuro viviendo el presente, sin estar atado.

¿Y cómo es una buena muerte?

-Tiene que ser en coherencia con la vida. Morir bien significa dejar de luchar por estar atrapado en el pasado. Una buena muerte es fluir con el proceso biológico y trascender todas las fronteras.

¿Qué le sugiere que las funerarias acumulen estos días un 30% de trabajo más que el año pasado?

-Las estadísticas reflejan dos picos durante el año: enero y agosto. El hecho de que la población envejezca hace que se desplace la pirámide poblacional y en 25 años vamos a tener mucha más gente en la franja de más edad que en la de nacimientos. Es un problema que está sin resolver, aunque probablemente lo solucionará la naturaleza, como se ha visto en Biología. Hay, por ejemplo, poblaciones de pingüinos que se suicidan cuando crecen mucho...

Sería deseable que no pase por ahí la solución... En todo caso, acaba de mencionar otro tabú. ¿Es conveniente hablar de ello?

-Creemos que ignorando la realidad vamos a conseguir que no exista, pero el conocimiento es el que permite profundizar mirando de frente la realidad. Curiosamente, los suicidios aumentan cuando las poblaciones avanzan cultural e industrialmente. Aumentan en las sociedades que gozan de lo que llamamos estado de bienestar.

¿Por qué?

-Porque el anhelo de maduración y transformación se ve frustrado por la acomodación a un aparente modelo de bienestar que, sin embargo, nos priva de las herramientas para darle sentido a la vida. A partir de ahí, el ser humano vulnerable acaba perdiendo el sentido a la vida. El suicidio no existe en ciudades tribales porque, como decíamos antes, viven la vida plenamente. La frustración genera expectativas que no se pueden cumplir.

¿Han detectado una mayor demanda de personas que buscan un acompañamiento espiritual en su recta final?

-Sí. La medicina se ha centrado en el aspecto científico, perdiendo la dimensión de la persona. En la fase terminal, si no cambiamos el enfoque y nos centramos en los valores de la persona, puede que la ciencia consiga prolongar la vida, pero pierde el sentido. No tiene sentido vivir una agonía mayor. No importa lo que dure la vida, sino cómo es la manera de vivir.

¿Qué da más miedo: la muerte en sí o el sufrimiento?

-La cuestión es mirar hacia adentro. No es que te vayas a morir, es que desde que naces te estás muriendo. Por eso es necesario que nos demos cuenta de que todo lo que vamos haciendo muere. Por eso hay que vivir el momento en plenitud. A partir de ahí es cuando todo cambia.