Bilbao - Víctor Torres es colombiano y lleva catorce años en Euskadi. Confiesa que se ha hecho el firme propósito de aprender euskera porque el euskera “le pone”, porque lo hablan sus hijos y, sobre todo, porque es la lengua propia del lugar en el que vive y la percibe como una herramienta de integración. “Hoy estamos en un contexto en el que no tenemos excusa para no hablar euskera, en la calle, en el monte, en el trabajo, en el bar... nadie nos limita y ni siquiera yo tengo excusa”, asegura en nombre del colectivo Emigrad@s sin Fronteras.
La organización Emigrad@s sin Fronteras se ha sumado al grupo promotor de Zubideiak -un espacio abierto que el día 7 de mayo abordará el tema de euskera, diversidad y convivencia- y Víctor Torres espera que ese diálogo sobre la validez del euskera como elemento de integración y su papel en una sociedad intercultural fomente “una relación bidireccional” entre la lengua vasca y los inmigrantes. Para Iñigo Retolaza, uno de los promotores del diálogo social del día 7, la clave está en hacer que el euskera “sea el eje de una sociedad intercultural”, que sirva para facilitar la integración en una cultura -la vasca- en la que participamos todos los que vivimos en Euskadi.
“Creo -dice Víctor Torres- que Emigrad@s sin Fronteras y todo el colectivo de inmigrantes lo tienen claro. Estamos en desacuerdo con la asimilación, pero practicamos la bidireccionalidad: yo te respeto, tu me respetas, yo tengo mi identidad, tu tienes la tuya y hablar euskera lo que hace es enriquecerme, no me asimila, formamos parte de un colectivo pero en el lugar donde vivimos la lengua materna es el euskera, así que yo tengo el derecho y el deber de aprender euskera para comunicarme mejor, para expresarme mejor”. Torres apunta que entre los 137.000 inmigrantes que residen en Euskadi suman 166 nacionalidades, pero puede que haya más de 166 idiomas, porque muchos africanos hablan cinco o seis lenguas, “eso -dice- es un montón de diversidad”. En su opinión la guinda de esa riqueza lingüística que atesora el colectivo inmigrante es el euskera. “¿Te imaginas a un africano o a una persona de Europa del Este de las que hay en el País Vasco hablando varios idiomas, que nos ayude a entendernos con personas de otros sitios y que además hable en euskera? Eso seria la bomba... Lejos de la asimilación, coger el idioma de la zona en la que estás, apropiártelo, posibilita la integración”.
El caso de Iñigo Retolaza es el contrario al de Víctor Torres. Euskaldun, ha vivido mucho tiempo lejos de Euskadi, haciendo trabajo de cooperación internacional. “Yo soy euskaldunzarra, ocho apellidos... y he estado casi 20 años fuera de Euskadi. Durante ese tiempo el euskera me lo guardé para mí, soñaba y pensaba en euskera. Cuando me encontraba con un vasco por ahí fuera la mitad del puente ya estaba recorrido, pero si además era euskaldun el avance era del 75%, porque hay un elemento lingüístico y cultural que te acerca de manera automática. Luego, a la vuelta, lo del euskera fue un reto, fui a un euskaltegi porque nunca lo he perdido pero necesitaba refrescarlo para tener una conversación más profunda, más técnica o más sentimental incluso. Una vez aquí lo he ido desarrollando de nuevo y como trabajo en temas de diálogo, de conflicto, necesitaba profundizar. Al volver también me pregunté en qué lugar está el euskera, y, tal como ha dicho Víctor, creo que ya no hay excusa para aprenderlo y usarlo. Ahora tenemos una arquitectura institucional, tenemos competencias en educación, lingüísticas, de mercado laboral... ¿cual es la excusa para no desarrollarlo?”.
En parte para responder a esa pregunta sobre la situación del euskera en la sociedad vasca actual nació Zubideiak. “Zubideiak -explica Retolaza- es un espacio autogestionado y un experimento social. Porque el discurso, como el papel, lo aguanta todo y por eso hay que hacer cosas concretas, así que hemos puesto en marcha una práctica social nueva para cuestionarnos todos los sistemas de creencias que tenemos respecto al euskera: ¿qué es ser euskaldun?, ¿qué es ser vasco? Lo que funcionaba antes, las resistencias que había por un contexto de violencia, ahora ya no valen, nos tenemos que reactualizar”.
Embarcado en la tarea de promocionar ese experimento de diálogo social llamado Zubideiak, Iñigo Retolaza explica que “la reunión busca explorar colectivamente cómo el euskera puede ser puente y camino para impulsar la convivencia en esta Euskadi tan plural. Creemos que es necesario, sano y relevante tener esta conversación de forma pública en un contexto de interculturalidad y pluralidad emergente”.
Sobre la participación de Emigrad@s sin Fronteras en el grupo promotor de Zubideiak Víctor Torres señala que “enseguida vimos que era importante participar en un espacio de encuentro a partir del idioma. Nosotros ya veníamos trabajando a nivel interno un mayor acercamiento al mundo del euskera porque en Emigrad@s sin Fronteras entendemos que la lengua es un recurso, una herramienta de integración y de gestión de la diversidad”. “Yo suelo decir -añade- que a mí me pone el euskera, solo que no he encontrado la manera de que alguien me lo ponga a mano. Zubideiak nos ofrece una forma de participar y, tal y como está pensado, creemos que es un puente, un espacio de encuentro social donde personas de diversas culturas e idiomas podemos converger. Tenemos la oportunidad de ser parte de ese espacio y decirle al colectivo de inmigrantes que participen activamente, que vayan, que aporten, porque cada uno tiene su idioma y ese espacio nos permitirá encontrarnos y compartir”.
Víctor Torres cree que hasta ahora la relación de los inmigrantes con el euskera ha sido unidireccional, pero confía en que eso cambie y hace hincapié en el hecho de que una parte muy importante de los hijos de esas personas que un día vinieron desde otros países se han escolarizado en euskera y puede decirse que tienen una identidad múltiple. “En Emigrad@s sin Fronteras traducimos al euskera todos nuestros materiales y eso es una apuesta política. Que todo lo que hacemos esté en euskera y en castellano nos posibilita construir un espacio común: si escribo en euskera es evidente que estoy haciendo un esfuerzo, entonces yo quiero que el otro también lo haga y que me mire de otra manera, esa es la bidireccionalidad, porque si solo produzco en castellano ya no busco ese acercamiento. Si cuando producto un vídeo lo hago también en euskera o lo subtitulo estoy transmitiendo un mensaje: yo quiero estar aquí contigo pero siendo yo mismo. Creo que eso es clave”, apunta el responsable de Emigrad@s sin Fronteras.