Han sido testigos de excepción de innumerables catástrofes, tienen sobrada experiencia y una nueva misión que cumplir: salvar a todos aquellos expatriados, ya sean sirios, iraquíes o eritreos, que se dejan la vida a 150 metros de las costas griegas. Las ansias por tomar tierra tras cruzar el Mediterráneo hace que fallezcan prácticamente a pie de playa tras penosas travesías. Un grupo de socorristas vascos se ha sentido interpelado por esta tragedia cotidiana y han decido tomar cartas en el asunto tras comprobar que “no se está haciendo nada”.
El primer contingente saldrá hoy mismo a un destino todavía por definir. La de ayer fue una mañana de nervios y novedades. La geopolítica tiene una incidencia directa en el plan de acción de estos experimentados profesionales, cuatro de los cuales pertenecen a la Escuela Náutica de Getaria. Poco antes de hablar con este periódico, recibieron la confirmación del Gobierno heleno: su ayuda no solo es bienvenida sino necesaria. “Para nosotros es muy importante, es un paso que llevábamos mucho tiempo buscando”, reconoce el donostiarra Imanol Gómez Muñagorri, coordinador del grupo técnico de voluntarios.
El plan previsto incluida su desplazamiento a la isla griega de Lesbos, pero la situación es cambiante cada día que pasa. El escenario que les aguarda es como un charco que se pisa, del que se desprenden infinidad de gotas de agua. Así se diseminan las islas. Cada una de ellas es el ansiado destino al que llegan a diario fugitivos que tratan de no ser interceptados, por lo que buscan siempre rutas alternativas. “Uno parece que está tan tranquilo en un día aparentemente sin novedades hasta que, de repente, mira hacia lo lejos y se ve sorprendido por cantidad de cadáveres”, relata Muñagorri. Muchas de estas personas suelen fallecer una semana antes de arribar a costa, en hundimientos de embarcaciones que pasan desapercibidos. Y así una jornada tras otra. Se calcula que el tránsito diario de expatriados por la isla de Lesbos es de unas 6.000 personas, todas ellas a bordo de embarcaciones inestables. Las orillas de la isla de Samos reciben hasta 2.500 asilados diarios.
aCUERDO INÉDITO El destino de este grupo de voluntarios guipuzcoanos está por definir, tras el acuerdo inédito alcanzado por la Unión Europea, que se ha comprometido a pagar 3.000 millones a Turquía a cambio de que gestione sus fronteras. Tras ellas malviven 2,2 millones de refugiados. Es desde este país, considerado un puente entre Europa, Oriente Medio y el Norte de África, desde donde parten los expatriados que alcanzan las costas helenas cuyas vidas quieren salvar los voluntarios guipuzcoanos. Por el momento no hay un destino concreto, pero la táctica operativa no cambia, y hoy mismo se pone en marcha el primer grupo de seis socorristas y patrones de embarcaciones de motos acuáticas. Les espera un largo viaje por carretera en furgoneta. “Vamos a fijar la primera estancia en el Pireo -al sudoeste de Grecia-, y a partir de ahí mantendremos reuniones conjuntas con el Gobierno y la marina helenos para determinar exactamente cuáles van a ser los lugares donde realizaremos nuestra labor”, explican desde la ONG Salvamento Marítimo Humanitario, creada ad hoc para desempeñar esta labor de rescate.
Sus miembros se mueven como pez en el agua en todo lo relacionado con el apoyo logístico y psicológico que requiere su misión humanitaria. Entienden que pueden cubrir un hueco muy necesario porque existe una “enorme carencia” en salvamento marítimo. “Se están ahogando a 150 metros de la costa porque no hay un protocolo de actuación por parte de la Marina ni ningún otro tipo de institución. Las embarcaciones van saturadas de personas, vuelcan, y se ahogan arribando a costa. Nosotros queremos salvar vidas, es exclusivamente a lo que vamos”.
El donostiarra Muñagorri ha estado presente en muchas tragedias, como la devastadora riada ocurrida en Biescas hace casi 20 años, que arrojó un saldo de 87 años. Este profesional, que ha impartido cursos de manejo de embarcaciones de salvamento, observa que el servicio de guardacostas griego no dispone de los recursos idóneos para hacer este tipo de trabajos. “Son embarcaciones con un franco bordo muy alto”, explica, en alusión a la altura que existe entre el barco y el agua. “Si es muy alta, se dificultan muchísimo las labores de rescate”.
Campo móvil en la playa Los socorristas guipuzcoanos creen que tienen mucho que aportar y, en ese sentido, se mostraban ayer contentos con el reconocimiento del gobierno heleno, un espaldarazo que reducirá a la mínima expresión las trabas burocráticas. Los integrantes de esta misión humanitaria realizaban ayer gestiones antes de partir el primer grupo de socorristas. “Dentro de las furgonetas llevaremos como equipo logístico un campo móvil para instalar en la zona de playa. Nuestra idea es tener un recurso operativo instantáneo en el tiempo porque, en función de factores climatológicos, las embarcaciones llegaran a puntos distantes de hasta 30 kilómetros de un día para otro”. Como explican, de nada sirve colocarse en un punto estático de la costa griega cuando se trata de vidas que no pueden esperar un segundo, que se ganan o se pierden en función de la movilidad de los recursos desplazados.
La ONG mantiene una comunicación muy fluida y directa con muchas bases de salvamento, en las que se incluyen equipos de buceo griegos que les van informando puntualmente del desarrollo de los acontecimientos.