GAsteiz - La población con más de 85 años es capaz de adaptarse a su estadio vital aunque su salud y sus facultades físicas se hayan visto mermadas. De hecho, consiguen que ese deterioro no les afecte en el ámbito emocional. Para hacer frente a los problemas y, en general, para regular sus emociones, recurren a estrategias pasivas (aceptar las situaciones y evitar problemas) y, en menor medida, a estrategias proactivas.
Así lo refleja en su tesis la psicóloga Igone Etxeberria (UPV/EHU) tras una investigación en colaboración la Fundación Instituto Gerontológico Matía. Además del funcionamiento emocional, el estudio analiza otros factores como la personalidad, el nivel de actividades de la vida diaria, las actividades instrumentales, la salud y el apoyo social.
“Es muy interesante estudiar y conocer el funcionamiento emocional de las personas mayores de 85 años, así como saber qué factores influyen en él, porque, a partir de esa edad, aumenta la prevalencia de las enfermedades, así como las limitaciones funcionales, cognitivas y sensoriales. Dichos cambios pueden afectar a la parte emocional de la persona y deteriorar su bienestar”, afirmaba la investigadora.
Para conocer el funcionamiento emocional de esas personas -el estudio se hizo con personas de entre 65 y los 74 años; de entre 75 y 84 años; y con los mayores de 85 años, la investigación analizó los afectos positivos y negativos, su nivel de satisfacción con la vida, de soledad, y, por último, sus estrategias para regular las emociones. Así, se detectaron tres perfiles: el de insatisfechos, el de las personas felices y el de las resilientes. En cada tramo de edad varía el perfil principal “por lo que dedujimos que la edad, efectivamente, influye”, ilustraba Etxeberria. Según aumenta la edad, el grupo más numeroso es el de las personas resilientes; es decir, aquellas que no gozan de una gran afectividad positiva pero que tampoco padecen una gran afectividad negativa y regulan sus emociones de manera muy pasiva. Los otros dos perfiles, por el contrario, ven reducido su número de integrantes según se van cumpliendo años.
Personalidad y apoyo social Etxeberria extrajo los perfiles de envejecimiento añadiendo al funcionamiento emocional variables de otros aspectos de la vida: la capacidad funcional, el estado de salud, la personalidad y el apoyo social. En ese aspecto, la investigadora describe cuatro perfiles: las personas felices, las insatisfechas, las adaptadas y las frágiles-aisladas. Al igual que en el caso anterior, también en este se observa que, con la edad, varía el predominio de los perfiles: a partir de los 85 años, son mayoría las personas adaptadas; esto es, aquellas que aun con sus facultades físicas muy mermadas, se adecuan a su nueva situación.
También el grupo de personas frágiles-aisladas “es bastante numeroso en dicho tramo. Se trata de gente con un elevado nivel de neuroticismo [inestabilidad emocional], una gran soledad y escaso apoyo social. A medida que avanza la edad, va disminuyendo el número de personas felices -aquellas que son adaptativos y disfrutan de una excelente calidad de vida por lo que a la salud se refiere- y el de insatisfechos, es decir, el de aquellas personas de elevado neuroticismo y afectividad negativa y que utilizan estrategias proactivas para regular sus emociones.
Todas esas diferencias, concluía Etxeberria, “son muy importantes a la hora de planificar los cuidados y las actividades relacionadas con los respectivos perfiles. Al fin y al cabo, todas las personas somos diferentes y hay que ofrecer a cada cual la atención que desea y necesita”.