Gasteiz - "Cada apellido tiene una historia y clasificarlos no es tan sencillo. En realidad, tener los ocho apellidos vascos es una fantasía. La gente tiene una idea equivocada. Lo ve como una herencia genética y no tiene nada que ver con eso. Los apellidos son para diferenciar y ha habido distintas formas de hacerlo, en función de la casa o el pueblo de origen, de una característica física (gordo, flaco, calvo) o un oficio. Y han ido cambiando. El apelllido tenía una funcionalidad de aportar información para identificar a una persona". Son palabras de Xabier Kintana, miembro de Euskaltzaindia y experto en etimología.

El exceso de apellidos que se usan en el Estado español -algo que no sucede en otros países- son para él una "chulería" impulsada en el siglo XVI por una serie de familias nobles para presumir de linaje. "¿Cómo se apellidaba Jesucristo, o Abraham? ¿Y los faraones egipcios? No tenían apellido", sentencia este académico de la lengua vasca.

¿Cuáles son vascos y cuáles no? Xabier Kintana desmonta el tópico de los Ocho apellidos vascos, la película más taquillera del Estado. Un bombazo humorístico que ha roto tabúes y también récords. "Martínez, Pérez, López... los hay a miles porque son patronímicos que se utilizan en todas partes. Los apellidos vascos y catalanes, quizá, tienen más brillo por una razón muy simple, por su rareza, porque son menos. Por eso mismo, Aldabaldetreku, en la medida que es más raro que Aranburu, es más bitxia (especial) y garesti (caro).

Precisamente, afirma Kintana, estos apellidos "son diferentes en la medida que tenemos un idioma distinto. Lo que denominados euskaldun, en realidad es euskaradun", afirma Kintana, para quien "la mayor diferencia de un pueblo es el idioma. Se sabe si uno es francés por el idioma que habla y sucede lo mismo con el alemán o el inglés".

Según Kintana, "en España hay costumbre de utilizar dos apellidos, pero yo tengo un amigo americano al que una vez le preguntaron su segundo apellido y lo primero que dijo es: no tengo. Mi apellido es Morris. Le dijeron que tenía que poner un segundo, el de la madre, y él dijo que de su madre no lo consideraba como suyo".

Según Kintana, un José Pérez es fruto de los notarios, que extendieron determinadas fórmulas -como el sufijo ez-, para el registro. Sin embargo, añade, "era algo que no tenía ninguna incidencia para el día a día, donde se seguía diciendo Jose Errotakoa, en referencia el caserío de donde era".

"Déficit cultural" "Los logaritmos que nos enseñan en la escuela la mayoría de gente no los usamos para nada posteriormente y cosas como estas que estarían mejor saberlas incluso para la propia convivencia se desconocen. Tenemos un déficit cultural en lo relativo a los apellidos. Nos enseñan un montón de cosas y luego no sabemos nada del origen de nuestros nombres. - M.M.