valencia. Miguel Ricart pasó ayer su primer día en libertad, después de más de veinte años en prisión por secuestrar, violar y asesinar a las tres niñas de Alcàsser (Valencia). En declaraciones al programa Espejo Público, de Antena 3, que esta cadena emitirá en exclusiva mañana, Ricart aseguró ser "un cabeza de turco". "Mantengo lo que dije en su día: soy un puto cabeza de turco", insistió, para después afirmar que lo que le hicieron a esas niñas "no tiene perdón de Dios".

Así, Ricart mantiene la versión que dio en el juicio y que, según se supo ayer, ha contado a sus compañeros en la cárcel: culpa del crimen al considerado en el juicio como autor material del crimen, Antonio Anglés, en paradero desconocido desde que se descubrieron los hechos. Ricart se enfrenta a la incógnita de dónde se establecerá a partir de ahora, ya que en su ciudad natal nadie parece quererlo.

Ante la alarma social por su excarcelación, la Fiscalía activó un sistema de seguimiento de sus movimientos, para evitar que se acercara a los familiares de las tres niñas o pudiera cometer otros delitos. Según informó la Policía Nacional, Ricart se dirigió desde la prisión a la estación de tren de Manzanares (Ciudad Real).

Como todos los excarcelados que así lo piden, llevaba un billete válido para viajar a cualquier parte del país. Antes de llegar a la estación, fue necesaria la intervención de dos patrullas de la Policía Nacional para protegerle del acoso de los periodistas.

Ante la insistencia de las cámaras y reporteros, Ricart llegó a amenazarles con un palo. Para intentar huir, el único condenado por el crimen de Alcàsser cogió el primer tren que pasaba, en dirección a Jaén acompañado por varios agentes del Instituto Armado.

Una vez dentro del tren, ante la presión de al menos una docena de periodistas y cámaras de televisión que lo acompañaron en el trayecto, Ricart decidió bajarse en la estación de Linares-Baeza.

En la estación le esperaba un coche con dos personas, que lo llevó hacia Madrid, donde ahora se cree que está establecido. Ha pasado la mitad de su vida en la prisión de Herrera de la Mancha, donde se le concedió un segundo grado que fue anulado después de que el fiscal lo recurriese por considerar que era un sujeto "agresivo y antisocial" que tenía altas posibilidades de reincidencia. Ha sido tildado de agresivo, antisocial y narcisista, y aunque no tiene ningún trastorno mental de tipo psicótico, sí raya el límite de la psicopatía.

Ahora está en libertad y a pesar del cambio físico que ha experimentado por el paso de los años -ayer se quitó el pasamontañas ante los medios, unos instantes que permitieron ver su rostro, ajado por el tiempo y mucho más relleno que antes-, no tendrá fácil rehacer su vida con un apellido que gran parte de la sociedad vincula con uno de los sucesos más macabros.

Nació en el pueblo de Catarroja, en Valencia. Sin embargo, no queda nadie de su familia allí. Su madre había muerto cuando el tenía cuatro años. Su padre falleció en 2001.

sin rastro en su pueblo Su hermana menor, que durante el proceso judicial ejerció de defensa en el juicio mediático paralelo a Ricart, se fue del pueblo y se cambió de nombre, rotando sus apellidos para evitar ser asociada enseguida con el crimen.

Los familiares paternos que quedaban en Catarroja también fallecieron, y Ricart no conserva allí ninguna amistad. Aún así, la alcaldesa del municipio aseguró haber reforzado la seguridad en el pueblo, ante la inquietud de muchos de los vecinos.