Al hablar sobre educación, ¿en quiénes piensa usted?

Estamos viviendo una crisis de modelos políticos y de valores. En el mundo hay mucha miseria, ignorancia, dolor, soledad, pobreza y sufrimiento. Pienso en las personas en mayor necesidad, las más vulnerables, las más pequeñas, las más solas, las que están en paro; pienso en quienes tienen menos oportunidades, horizontes y posibilidades. Creo que la cultura y la educación combaten la miseria y la ignorancia del mundo. Quienes no queremos que se produzca un modelo depredador y a corto plazo, vivimos por y para la educación.

¿Por qué reclama con tanta insistencia la palabra?

Hemos perdido muchas cosas, pero lo más grave sería perder la palabra, que nos hace vivir y nos humaniza. La mayor pobreza es la falta de palabra. No habrá ninguna reforma del sistema educativo ni transformación de la sociedad ni desarrollo personal, sin entrenamiento en el amor a la palabra. Quien es descuidado con la palabra lo es también con el cuidado de sí mismo.

¿En qué consiste ser educado?

Ser educado es vivir en verdad. La mentira no es decir lo contrario de lo que uno piensa, sino vivir lo contrario de lo que uno dice. Porque nuestro verdadero decir es nuestro obrar, nuestra forma de vida. Hay quien piensa que sólo es contagiosa la enfermedad. Pero también son contagiosas la salud y la educación y eso lo experimenta quien está cerca de personas que conocen y saben vivir. Un buen profesor sabe que su forma de hablar y todos sus gestos son educativos. Y también que no se educa sólo en horario escolar.

¿Los jóvenes de hoy son educados?

Eso de hablar mal de los jóvenes se ha dado en todas las épocas. Séneca decía: "Los jóvenes de hoy no respetan a la autoridad", y Sócrates: "Los jóvenes ¡cruzan las piernas!". Antes de decir que los jóvenes de hoy no tienen valores deberíamos preguntarnos y los mayores, ¿qué tal andamos de valores? Hemos puesto como fundamentales los honores, los poderes, la riqueza, el éxito fácil, el ganar a cualquier precio, el dominio y la aniquilación del otro, la competitividad sin colaboración ni cooperación. Esos son valores sociales aceptados con toda naturalidad. Y sucede que los valores son contagiosos.

¿Qué representa la educación en la vida del país?

La educación es la mejor política social. Garantiza la libertad y la igualdad. La escuela en un lugar de convivencia donde se aprende a respetar la diferencia, sin diferencia de derechos. La educación es también la mejor política económica, y creo que sin ciencia, sin investigación e innovación nuestro país no podrá salir de la honda crisis. Sin educación no puede haber democracia.

Ahora, ¿hablamos más de economía que de educación?

La economía es una ciencia social abierta a nuestras decisiones. Le preguntaron a Kant: ¿Usted cree que el mundo va mejor? Y el respondió: "Eso depende de lo que hagamos". Es una respuesta que vale para nosotros. Hay que poner la educación en el corazón de la sociedad y la economía. No son deseables una economía que sólo busca personas talentosas para que sean rentables, ni una educación que sólo pretende formar dóciles empleados. Tampoco hay que hacer depender del talento medio el itinerario que una persona ha de seguir en la vida. Pero, evidentemente, se puede desarrollar mejor el talento y podemos todos mejorar en inteligencia social.

A la vista del reciente informe de la OCDE hay quien insiste en el esfuerzo de los escolares.

Repito lo que ya dije un día: A veces nos quieren dar lecciones de esfuerzo los expertos en palos de golf. Los que procedemos de familias humildes recordamos el esfuerzo que hicieron nuestros padres, y sabemos el esfuerzo que nos ha costado a nosotros llegar a ser personas honestas y competentes. Que no nos roben las palabras. Es indispensable luchar en la vida, para salir de la pobreza. Pero el problema es la excesiva riqueza, la que se produce a costa de otros. El horizonte no puede ser la pobreza, sino la riqueza compartida.

En 35 años ha habido 7 leyes de educación. Siendo usted ministro estuvimos a punto de alcanzar el necesario pacto escolar ¿qué lo impidió?

Ese activismo legislativo es un tema hondo. ¿Qué nos pasa como país? Aquí no pasa como en Finlandia que tienen un marco educativo establecido hace 25 años, y llevan 10 evaluándolo. No sabemos en qué curso está nuestro hijo; un humorista me dijo el otro día "está en 3º de la LOMCE". Claro que el asunto no es para bromas. Es legítimo que quien gobierna dé algunas normas, pero debemos alcanzar un consenso. Confundimos el Estado con el Gobierno o con el Ministro de Educación. Y, sin embargo, nadie podrá transformar el sistema educativo sin contar con todos sus agentes. Con mucho esfuerzo, durante nuestro mandato, teníamos 154 puntos ya acordados y, dejando aparcados sin hacer casus belli de algunos temas que nos dividían y que se podían aplazar. Pudimos haber logrado el Pacto Social y Político para la Educación. Pero esos acuerdos deben alcanzarse en la primera fase de la legislatura, no cuando empiezan las encuestas y se prevé una mayoría absoluta. Hubo también interferencias no políticas. Hay un afán por conformar conciencias, más que por fomentar la autonomía de las personas.

¿Hasta dónde persiste el problema religioso en España?

Constato que hay demasiados clericales y anticlericales, y muy poco laicismo, que es el respeto para las diferentes creencias y posiciones de los otros. Claro que hay clérigos muy abiertos y tolerantes, como hay anticlericales que se creen laicos.

¿Es posible avanzar juntos?

El pacto es el único camino, y más en una España de las autonomías. Y eso se logra con la intervención de todos en los procesos de elaboración de acuerdos. El acuerdo es muy difícil políticamente, y la ciudadanía lo tendrá que reclamar y hacer valer socialmente. Pero, en general y en cualquier ámbito, no sólo en el educativo, en nuestro país cuesta mucho alcanzar acuerdos. Falta voluntad de acordar; hay mucha gente que acude a las citas sospechando de las personas con las que se va a reunir. No soportamos a quienes piensan de modo distinto, les descalificamos y marginamos de manera constante. Eso se combate con más educación. Yo propongo a todos un ejercicio: que todos los días hablemos bien de alguien, siquiera un ratito.

¿Se puede reformar la vida política?

Claro que sí. Es necesaria una nueva ley de partidos. Pero hay dos cosas que hacen difícil un correcto ejercicio de la política. El reglamento del Congreso, que es decimonónico y muy rígido, y el formato de los "debates" en los medios de comunicación. No se producen verdaderos debates, cargados de datos y razones, sino algarabía de voces que hablan todas a la vez sin escucharse, confrontación y descalificación constante. En España hay cierta paz política hasta que algún grupo hace una propuesta, a la que, enseguida, los demás se oponen por sistema. La educación tiene que enseñarnos a escuchar a los demás y debatir con argumentos.

¿Cuáles son, a su juicio, las claves de la educación?

Conocimientos, competencias y valores deben ir de la mano, en equilibrio. El conocimiento no es patrimonio particular de nadie, nos pertenece a todos y todas. Hay cosas que sólo se tienen si se dan. El conocimiento, igual que pasa con el amor, sólo se tiene cuando se da, cuando se pone en circulación. Y, para mejorar y ampliar el conocimiento, debemos despertar la curiosidad, que consiste en imaginar que las cosas pueden ser de otra manera distinta a como son. El buen maestro no es el que dice "hazlo como yo", sino el que dice "hazlo conmigo".

¿Cómo entiende usted la calidad de la educación?

Estoy a favor de la calidad y la excelencia. Pero no comparto vincular la calidad sólo a los resultados. La calidad es una buena relación entre los objetivos, los medios, las medidas, los recursos y los resultados. Según en qué contextos, puede ser calidad obtener resultados distintos. La calidad sin equidad es elitismo y discriminación. Más que el abandono y fracaso escolar, me preocupa un sistema educativo que abandona a los escolares en su camino.