Bermeo. La calle Nardiz tar Jon jamás volverá a tener la misma cara. El implacable fuego de la madrugada del 11 de abril que azotó el corazón de Bermeo hasta tragarse cuatro de sus edificios, dejando a 35 familias sin hogar, ha abierto profundas heridas. Sin embargo, la parte antigua comenzó a recobrar ayer, poco a poco, su pulso: las tareas de desescombro avanzan rápido y los servicios de atención siguen apoyando a los damnificados, los vecinos de las viviendas afectadas por las llamas pudieron recoger algunos enseres y ropas. Una rápida visita a la zona cero vislumbra que Bermeo se reincorpora tras el golpe sufrido. Apenas diez minutos para obtener imágenes y charlar con vecinos, siempre en compañía de los servicios de emergencia -Cruz Roja, Protección Civil y Ertzaintza siguen en la acordonada zona-, dan cuenta de que la zona antigua trabaja para pasar página cuanto antes. Según el Ayuntamiento, 750 toneladas de escombros de las once casas afectadas-tres derrumbadas- fueron sacadas ayer. El trajín de camiones fue constante. Entre las máquinas, que trabajaron durante 12 horas, iban y venían los vecinos. Y hoy se sigue librando la batalla en la calle.
Dos de los habitantes del casco antiguo eran Aiora Algorta y Dani Parrilla, una joven pareja del portal 19, situado "al lado mismo de donde comenzó el incendio. Aún ayer desconocían cuándo podrán reemprender su vida en su hogar, pero por ahora la podrán retomar en casa de los padres de ella. "Y después nos dejarán unas casas protegidas de la Diputación mientras duren las obras. Pero podemos darnos con un canto en los dientes, porque no ha entrado ni fuego ni agua, solo humo", resoplaban de alivio mientras cargaban con sus pertenencias. "De hoy -por ayer- a ayer -por el viernes- es otro mundo; al menos, hemos podido recuperar ropa, documentación, joyas, dinero, fotos...", se felicitaban.
Más tiempo lleva la familia Imatz regentando un negocio en Nardiz tar Jon. "Concretamente, desde que la tía abriera la tienda en 1932", terciaba Begoña Imatz, mientras buena parte de la familia se afanaba en limpiar el ultramarinos Lide. Su hermana Agurtzane, mopa en mano para deshacerse de la ceniza que cubría la tienda, reconocía la pesadilla vivida y se acordaba de "Carmen, la mujer más mayor de la calle", que tuvo que ser sacada de su casa. O del carpintero Josan Amar. O de la tienda de pinturas Tere. O del bar Athletic, en cuyo piso superior, vacío desde hace años, barajan los técnicos que se pudo iniciar la tragedia. En total, en la calle cortada hay una quincena de establecimientos. Ana Bego Imatz, hija de Begoña, aún tiene fresca en su memoria el incendio. Vive encima de la tienda, con su pareja y dos hijos, de 8 y 2 años. "Las horas del incendio fueron un caos y un horror", y asegura que salieron de casa "con toallas humedecidas por encima". Es más, asevera no ser consciente todavía "de lo que nos podía haber pasado".
"La tienda no ha tenido avería -salvo las neveras- porque nuestro edificio está más bajo ", estimaban. Tanto es así que, incluso, "dimos agua a los bomberos que venían exhaustos del incendio a las ocho de la mañana", recordaban. A la vista de que los daños no han sido cuantiosos, esperan "reabrir la tienda el lunes. Pero cualquier vecino que necesite algo de la tienda, se le va a dar", respondía Begoña. "Hay que intentar volver a la normalidad cuanto antes".
Pocos metros más adelante del ultramarinos, la imagen de la calle Nardiz tar Jon es mucho más impactante. En los once edificios afectados se ven los destrozos del fuego. Persianas y ventanas ennegrecidas, en el mejor de los casos; y solares vacíos, llenos de escombros, en el peor de los escenarios. Allí trabaja intensamente una grúa retirando toneladas de amasijos de diferentes materiales, depositándolos en camiones y llevándoselos a vertederos. Y allí se pueden ver, aún, objetos cotidianos, como lavadoras o televisiones, ennegrecidos.
Las labores avanzan a buen ritmo, aunque existe "una zona que no se puede limpiar todavía, ya que hay que esperar a que la policía científica termine su investigación", evidencian en el Ayuntamiento, que sigue evaluando el estado de habitabilidad en el perímetro de inmuebles que con mayor virulencia padecieron el terrible fuego.
En sus puestos Pocos metros más arriba, la plaza Sabino Arana ya no está tomada por vehículos de emergencias. Los bomberos abandonaron Bermeo el viernes por la noche, y su relevo lo ha tomado Protección Civil. Allí se mantienen operativos para actuar. Fue el caso de anteayer por la madrugada, cuando el humo volvió a hacer acto de presencia. "Los escombros están a temperatura muy alta y hay que estar alerta por si prende alguna chispa", certificaba su responsable, Jon Ojanguren.
Por último, y pocos metros más arriba, se sitúa la Cruz Roja, junto al Patronato de Bienestar Social del Ayuntamiento. En el antiguo local de la BBK, aunque con menor intensidad que en días precedentes, siguen dando apoyo psicosocial a los damnificados por el incendio. Así, y cada uno aportando su granito de arena, el casco antiguo de Bermeo se afana en recuperar el pulso de siempre.