vitoria. Diversos estudios realizados a lo largo de los últimos años han constatado que el ejercicio físico unido a un estilo de vida saludable ayuda a evitar y controlar todo tipo de patologías cardiovasculares. Se trata de una evidencia incontestable que los profesionales sanitarios han hecho suya y constantemente inculcan a sus pacientes, pero siempre quedan incógnitas por despejar. Una de las principales: ¿en qué intensidades debe realizarse ese entrenamiento para que sea beneficioso para la salud? Otra pregunta al hilo de ésta surgió hace ya dos años entre un grupo de trabajo de la Facultad de Ciencias de la Actividad Física y el Deporte de la UPV, con sede en Gasteiz. ¿Qué beneficios concretos tiene ese ejercicio físico sobre el control de la hipertensión? La falta de estudios específicos en esta materia les empujó a comenzar entonces un intenso trabajo de campo que ahora comienza a dar sus frutos. Otras investigaciones anteriores sí habían demostrado que realizar ejercicio en intensidades altas alternándolo con otras más moderadas, a intervalos, ayudaba a controlar a personas post-infartadas y a poner coto a otras enfermedades relacionadas como la insuficiencia cardiaca, los problemas pulmonares o la diabetes, pero faltaban evidencias al hablar de la hipertensión.

Una vez analizados los primeros resultados, el equipo capitaneado por la doctora de la facultad vitoriana Sara Maldonado, que cuenta con la colaboración de la clínica USP La Esperanza en nombre del cardiólogo Ignacio Camacho, ha constatado que este ejercicio a distintas intensidades también es más beneficioso para la salud de los hipertensos que el que se realiza de forma moderada y continuada. Tanto en relación a los valores de tensión arterial como con los parámetros fisiológicos.

La hipertensión arterial se ha manifestado como uno de los principales problemas de salud pública, porque se trata de una patología crónica tan fácil de detectar pese a su carácter asintomático como peligrosa si los pacientes no toman las medidas adecuadas para controlarla. Cuando se manifiesta, la sangre circula por las arterias a una presión más alta de lo deseable, éstas se endurecen y se hacen más gruesas para soportar el flujo y, a largo plazo, dificultan el paso del rojo elemento. El infarto de miocardio, las hemorragias o la trombosis cerebral son tres de sus complicaciones más graves.

En los países desarrollados, tiene asociadas unas altas tasas de mortalidad. Cerca del 20% de la población adulta padece esta enfermedad en Euskadi, según los datos que maneja la Sociedad Vasca de Hipertensión Arterial. Este porcentaje se eleva incluso hasta el 60% entre los mayores de 65 años.

En la primera fase del proyecto, becado por el extinto Ministerio de Ciencia e Innovación, los investigadores captaron a un total de 22 personas hipertensas sin patologías asociadas, la mayoría hombres, que voluntaria y gratuitamente se pusieron en manos del equipo de Maldonado. Tenían una media de 58 años. Tras realizar unas pruebas de esfuerzo preliminares, los voluntarios iniciaron ocho semanas de ejercicio supervisado, dos horas a la semana, donde las pruebas en cinta rodante y bicicleta estática coparon el protagonismo. Concluido este periodo, unos nuevos ejercicios de esfuerzo sirvieron para evaluar los progresos de los participantes, el antes y el después.

La metodología del estudio, en el que de forma aleatoria se distribuyó a los voluntarios en tres grupos, permitió conocer a sus precursores qué intensidad de ejercicio es la más beneficiosa para controlar la hipertensión. Los del primero se limitaron a cumplir unas recomendaciones generales de estilo de vida saludable, sin desarrollar una actividad física controlada. Los del segundo, realizaron un programa de ejercicio físico programado de modo continuo y a una intensidad moderada. Y los del tercero, lo hicieron a diferentes intensidades, alternando intensas y moderadas. De esta forma, los especialistas pudieron concluir que el denomiado modo interval es el más adecuado para el control de la hipertensión mediante la comparación de resultados.

segunda fase La buena marcha del proyecto en esta fase piloto, de la que ya se han obtenido importantes conclusiones, empujó a sus responsables a complementarlo con el análisis de nuevos pacientes, lo que le permitirá aportar más rigor. De esta forma, captaron a 34 nuevos pacientes que también fueron distribuidos en tres grupos y realizaron la actividad física durante un tiempo más prolongado, doce semanas. Comenzaron el pasado enero y concluyeron en junio, por lo que pronto también se conocerán las conclusiones de esta segunda fase. Este próximo enero arrancará la tercera fase del proyecto. "Quisiera seguir por lo menos un año más con este trabajo, pero todo depende de las ayudas económicas de las instituciones. Ahora mismo todo el tema de becas está parado", lamenta Sara Maldonado, mirando sobre todo a Madrid pero también al País Vasco.