Profesor jubilado
BILBAO
kEPA Mallea Olaetxea, profesor jubilado de 65 años y muy conocido en el popular barrio de Santutxu se encontraba ayer seguramente aprovechando esos momentos que te regala la vida para charlar con los amigos después de 40 años trabajando en la enseñanza cuando su destino se truncó fruto de un trágico y gratuito suceso. Su lucha por el euskera y la tradición de Euskal Herria se quedan testigo del compromiso con el que vivió.
Kepa había sido homenajeado por el Ayuntamiento de Bilbao porque era un maestro jubilado del Colegio Público Zamakola, donde había ejercido los últimos años de su trayectoria en la docencia.
Los que le conocieron le definen como una especie de misionero, que junto a otros euskaldunes concienciados con el país dedicó mucho esfuerzo y tiempo a euskaldunizar Euskadi. Ejerció sus primeros años en la ikastola El Karmelo allá por 1968. Mientras en París se vivía la revuelta estudiantil, un grupo de jóvenes se esforzaba en Euskadi por no perder las raíces del pueblo y entre ellos estaba Kepa Mallea.
Tras la escisión de las ikastolas para dividirse en El Karmelo y Kirikiño, este profesor apostó por el aconfesionalismo y se quedaría ejerciendo la docencia en la ikastola El Karmelo en la que había dado sus primeros pasos.
Su trayectoria le llevó después a implicarse claramente en la publificación de las ikastolas y fue entonces cuando se integró en la ikastola pública donde los últimos años fue profesor en Zamakola.
A Kepa se le conocía por su gran organización y su discreción. Hombre muy aficionado al monte y a todo aquello que rodeara la montaña, nunca se despegó de sus raíces de Munitibar, donde cuidó del caserío familiar cuando ya vivía en Bilbao.
Quizás por eso, Kepa trabajó en un programa que buscaba recopilar la documentación que existe sobre el ámbito del pastoreo y crear una base de datos con los pastores de la diáspora. Kepa Mallea y el pastor Ttale Ouret, principalmente, trabajaron sobre todo en Bizkaia, Nafarroa e Iparralde, lugares desde donde mayor emigración hubo. La labor de unos y otros dio lugar a la creación de una base de datos compuesta por unos 900 pastores.
Casado con una profesora bilbaina, sus dos hijas, Itsaso y Lur, eran una de las pasiones de este hombre que fue también uno de los impulsores del bertsolarimo. Incluso, lo introdujo en su propia ikastola.
Ahora Kepa se había jubilado de la Enseñanza, pero seguía siendo un apasionado de todo lo que tenía que ver con Euskal Herria.