El frenazo levanta un poco de polvo y produce un derrape seco. Ni levanta las orejas. Probablemente hace un buen rato que había olido la presencia del vehículo. No se inmuta porque quien debe sorprenderse no es él. A un lado del camino, un rinoceronte blanco adulto pasta tranquilo a apenas diez metros del coche. Su enormidad -un adulto puede llegar a pesar 2,7 toneladas- adquiere tintes de majestuosidad por los dos cuernos, uno de cerca de un metro de longitud, que coronan su cabeza. Al rato, se gira y desaparece entre los arbustos. Su tranquilidad casa con el entorno: vive en el parque Kruger, hogar de hasta 12.000 rinocerontes, un 60% de la población mundial de esta especie. Pero el paraíso podría no ser eterno para ellos. La principal reserva sudafricana -del tamaño de Euskadi y Navarra juntas- es también el espejo de la principal amenaza para el rinoceronte. La Unión Internacional de Conservación de la Naturaleza (UICN) la calificó de "la peor crisis de caza furtiva en décadas". Los números son tan exagerados que no confunden: en el año 2007, 13 rinocerontes fueron aniquilados por cazadores furtivos en Sudáfrica, el año pasado mataron a 333, la mitad en el Kruger.
La irrupción de mafias asiáticas, que comercian con los cuernos de rinoceronte, ha disparado la caza ilegal del segundo animal terrestre más grande del mundo tanto en Sudáfrica y Zimbawe, donde se producen el 95% de las muertes, como en Kenia. En tres años han muerto 800 rinocerontes en África.
La sangría no acabó con el año nuevo. Y la nueva ecuación no requiere ser muy ducho en matemáticas. Hoy matarán a un rinoceronte en Sudáfrica. Mañana a otro. Y así sucesivamente. Desde enero, en 147 días de 2011 hasta ayer, han muerto 162 rinocerontes en Sudáfrica. De nuevo, el Kruger ha sido el cementerio de la mitad.
Al rato del encuentro con el mastodonte de cuernos de dibujos animados y tras varios kilómetros de caminos de tierra roja, el coche se topa con un resquicio a la esperanza: dos soldados uniformados esperan a la sombra de una acacia. Saludan con aparente desgana pero escudriñan el interior del vehículo con el rabillo del ojo. Sus compañeros, que patrullan en un 4x4 no muy lejos de allí, tardarán poco en recogerlos.
Ante la gravedad de la crisis, el Gobierno de Sudáfrica se puso manos a la obra. A órdenes del ministro de defensa, el ejército ayudará desde este año en la protección del rinoceronte. En marzo, 495 soldados se añadieron a los rangers del parque que vigilan exclusivamente el Kruger y de forma especial los 450 kilómetros de frontera con Mozambique, principal vía de entrada y escape de los furtivos.
Una de sus bases está a las puertas del campamento Skukuza, al sur del parque. Allí el ir y venir de camiones y coches con uniformados a bordo es tal que hasta el turista despistado frunce el ceño. Zodwa Mahlalela trabaja en el campamento y responde a la pregunta del visitante con alma de robot. Como quien ha dicho lo mismo cien veces. "¿Los militares? No se preocupe, protegen a los rinocerontes, pero no hay peligro para los visitantes", dice.
Wanda Mkutshulwa, portavoz de SANParks, organismo que administra el parque Kruger, será más concreta al apuntar por qué hacen falta uniformes de camuflaje y armas pesadas para combatir la caza furtiva. "Es que no son simples cazadores, hay que acabar con esa idea, se trata de crimen organizado. En los últimos años se han sofisticado mucho, usan helicópteros, lentes de visión nocturna, ametralladoras? aunque hemos mejorado el equipo de nuestra unidad de seguridad, no podíamos combatir solos una mafia así", señala a este diario. Wanda bucea en las cifras para ser optimista: aunque la caza ilegal de rinocerontes sigue en aumento, hasta ayer se había detenido a 134 presuntos cazadores furtivos, 99 en el Kruger. En todo el año pasado, los detenidos fueron 164.
La ley también arrima el hombro. Las condenas sudafricanas por caza furtiva de rinoceronte se han endurecido y el pasado marzo se condenó por primera vez a tres cazadores furtivos con penas de entre 4 y 9 años de prisión. "Es la mayor condena por atentado contra nuestra herencia natural de la historia", subraya Wanda. La mano dura no es solo de papel y juzgado. Esta semana, tres presuntos cazadores fueron abatidos en el Kruger después de enzarzarse en un tiroteo con unos soldados. Según SANParks, no eran angelitos: en la escena del incidente se requisó una ametralladora AK47 y 458 rifles de caza. Yolan Friedmann, directora ejecutiva de la organización Endangered Wildlife Trust (EWT) va a las raíces del problema para explicar por qué la situación a adquirido proporciones abrumadoras: "Mafias de Vietnam y China han irrumpido en el negocio y trafican con el cuerno de rinoceronte. En los mercados asiáticos o de medio oriente se ha extendido en los últimos años la estúpida mentira de que consumir polvo de cuerno de rinoceronte cura varias enfermedades, incluido el cáncer".
Friedmann tiene razón, aunque yerra en el tiempo. Según la traducción al inglés de 1931, en la enciclopedia médica china Pen Ts'ao Kang Mu, fechada en 1597, el cuerno de rinoceronte se prescribía casi para cualquier cosa. Desde la artritis, la melancolía y la afonía a remedio para poseídos por demonios.
El crecimiento de la clase media en el sudeste asiático ha trufado el mercado de posibles compradores, pero no es el principal motivo. Richard Emslie, especialista de la International Rhino Foundation apunta en conversación con este periódico hacia el motor de todas las organizaciones criminales del mundo: el dinero. Aunque un cazador furtivo puede llevarse hasta 3.500 por abatir a un rinoceronte y arrancarle el cuerno -una fortuna en un país donde el salario mínimo, cuando hay trabajo, baja hasta los 100 euros- son migajas si se comparan con las grandes cifras: el precio final de un cuerno de unos ocho kilos puede superar el millón de dólares. La avaricia criminal no se para ahí. Según Emslie, "las mafias especulan con los cuernos de rinoceronte. Almacenan stock para que aumente su valor y cuantos menos rinocerontes, mejor para su negocio", explica.
Emslie lleva toda la vida dedicado a la defensa y el estudio de los rinocerontes. Por eso su grito de alarma está revestido de temor a cometer los errores del pasado. En los años 70 la población de rinocerontes blanco y negro tocó fondo. Incluso se temió por la desaparición de algunas especias. Después de cuarenta años de cuidados intensivos, la población empieza a recuperarse y la actual crisis puede ser fatal. "El número de rinoceronte blanco y negro está aumentando y podría pensarse que trescientos de 20.000 blancos o una docena menos de rinocerontes negros de 4.800 no son tantos, pero el aumento de las muertes es exponencial". A este ritmo, en menos de dos años el número de rinocerontes empezará a declinar.
Pero es en su despedida donde Emslie propina un puñetazo de realidad que deja ko. "Hay que actuar ya. Mientras, mañana mismo, otro rinoceronte habrá sido cazado en este país", dice.