vitoria. En la Lotería Primitiva la probabilidad de acertar 6 números entre 49 es de 1 entre 14 millones. Y un vitoriano lo logró ayer, echando por tierra la famosa frase de "ni en un millón de años...", al ganar casi 2,3 millones de euros. El escrutinio de la Lotería Primitiva correspondiente a la jornada de ayer sábado, 27 de agosto, dejó un único boleto acertante de primera categoría (seis aciertos) que fue sellado en el barrio de Lakua de la capital alavesa. Concretamente, el boleto ganador de los 2.296.780,95 euros se había validado en el Despacho Receptor número 89.425 de Vitoria, situado en la calle Donostia-San Sebastián, número 54.

La combinación ganadora correspondió a los números 7 - 20 - 24 - 29 - 39 - 49. Nadie más consiguió acertarla, sólo el afortunado alavés o, al menos, residente en la capital gasteiztarra. Lo cierto es que los juegos de azar están premiando últimamente al territorio con cierta periodicidad.

la cuadrilla de ali Cabe recordar que el pasado mes de julio, 28 jóvenes de Ali se repartieron el bote de la Lotería Primitiva, que dejó un total de 2,2 millones de euros en Vitoria. Y es que la alegría va por barrios. En aquella ocasión, el boleto premiado fue sellado en un estanco de la avenida de Zabalgana. A cada uno de los 28 amigos le tocó un pellizco de 80.000 euros.

Por otro lado, el pasado mes de octubre, la administración número 18 de Vitoria, situada en la calle Portal de Arriaga 12 y regentada por Carlos Fernández de Arroyabe, fue agraciada con otro premio, esta vez de Euromillones.

El boleto acertante dejó en la ciudad la cantidad de 464.143,58 euros, el tercer premio más importante repartido en Álava en el juego de Euromillones. El boleto fue de cinco apuestas y pronosticado de forma automática. En el año 2008, otro gasteiztarra se topó con la suerte viéndose agraciado con un total de 2.724.993,70 euros, el mayor premio correspondiente a la Primitiva hasta ahora en la historia de Álava.

Este boleto se había sellado en el estanco situado en el número 2 de la calle Angulema. Se da la circunstancia de que el afortunado jugador estaba entonces de vacaciones y no se enteró de su suerte hasta la vuelta.