A veces, la memoria juega con los recuerdos, que perduran lo que su propietario decide. Andoni Pérez Cuadrado no olvida. Y menos cuando hay visiones que le traen a la cabeza el calvario que tuvo que padecer hace 60 años en lugares tan poco agradables como las celdas de la actual casa cural, un caserón de venerable apariencia junto a la gasolinera Goya y a la Catedral Nueva que esconde un pasado para olvidar. O no, "porque obviar el pasado es la mejor manera de repetirlo", indica este gasteiztarra nacido en 1926. Ahora, con el aniversario del inicio de la Guerra Civil, que ha convertido la llegada de la dictadura en cuestión recurrente, es momento de rescatar viejos recuerdos. Y en primera persona.

Este vitoriano tuvo una adolescencia normal, como la de cualquier otro chico de su época. Pero todo su contexto vital comenzó a cambiar a partir de aquel verano del 36. Poco después, comenzaronlos problemas serios. Concretamente en el año 1948, con su primera detención por algo tan simple e inocente como asistir a misa. Al día siguiente, un grupo de policías estaban en la churrería a la que solía acudir la cuadrilla a tomar café y se llevaron detenido a Pérez Cuadrado y a otros compañeros suyos. En aquella época, estaba prestando el servicio militar y uno de sus mandos superiores, el teniente coronel Díaz de Tuesta, acudió personalmente a la comisaría del Gobierno Civil en su busca y se lo llevó aduciendo que estaba bajo jurisdicción militar. Y todo quedó en una simple anécdota. Pero, lamentablemente, este episodio no fue un hecho aislado y no iba a ser más que el principio de una sucesión de detenciones. Exactamente fueron catorce y dos encarcelamientos en Vitoria.

A partir de 1951, los problemas puntuales se agravaron. Fue encarcelado por organizar, supuestamente, eventos de índole nacionalista con motivo de la huelga general que se celebró en Euskadi. Dicha protesta se extendió desde finales del mes de abril hasta principios de mayo. Como consecuencia de aquello, fue detenida toda la cúpula del PNV y aunque Pérez Cuadrado no pertenecía a ella, "ni mucho menos" debido a su corta edad, su nombre ya empezaba a ser conocido a raíz de su primera detención, por lo que fue arrestado y automáticamente encarcelado en la calle Olaguíbel sin previo aviso.

Según relata Pérez Cuadrado, aquella experiencia la vivió como "un secuestro", ya que todo sucedió muy deprisa. Nadie se dirigió a ellos para informarles del motivo por el que se les detenía ni por el cual se les iba a encarcelar.

El joven alavés quedó retenido en prisión alrededor de un mes sin tener ningún tipo de constancia del tiempo que iba a estar allí o de si había compañeros junto a él. Tampoco tuvo noticias de los suyos. En total, hubo unos 30 detenidos, de los cuales 18 fueron condenados posteriormente.

El protagonista de esta historia relata que allí, en la comisaría, estuvo detenido cerca de 72 horas. Una práctica muy común en la época. Las celdas en las que pasaron tres días encerrados no tenían más de 70 centímetros de anchura por un metro de largo. En la actualidad, siguen igual que entonces, ya que después de estas últimas detenciones, el Gobierno Civil dejó de estar en aquel lugar. Se trata de la Casa cural aledaña a la Catedral Nueva.

En todo momento fueron conscientes del motivo que había provocado la detención, que no fue otro que la organización de aquella huelga. Nunca se les comunicó judicialmente el motivo, el régimen, o la duración del encarcelamiento. Estuvieron un mes incomunicados. Lo peor de todo fue la incertidumbre. Durante aquel secuestro, les raparon la cabeza al cero, no les permitieron afeitarse, no pudieron mantener ningún tipo de comunicación ni con el exterior ni con el resto de presos que estaban junto a él y la comida que les llevaban sus familiares no pasaba de los guardias. "Un calvario". Pero una noche, a eso de las nueve de la noche, todo cambió.

Les sacaron a gritos de sus celdas y el miedo a que les pegaran dos tiros por la espalda les hizo temblar de terror. Pérez Cuadrado, con la perspectiva de los años, recuerda aquel instante y reconoce que desconfiaba de uno de los guardias encargado de los interrogatorios, un tal Puello, aficionado a la bebida y "a jugar con su pistolita". Este guardia madrileño acabó siendo expulsado del cuerpo gracias a "sus buenas prácticas". Curiosamente, les sacaron de la cárcel para los interrogatorios, algo que también estaba prohibido en la época. Les trasladaron al garaje de la Policía Armada (actualmente el Conservatorio de Luis Aranburu).

A finales de junio, Pérez Cuadrado salió de la cárcel junto a un compañero suyo llamado Imanol Andoain, que tuvo que exiliarse en Iparralde. Los demás fueron saliendo posteriormente. Tres de ellos fueron desterrados sin el conocimiento de sus familias. Pérez recuerda con agrado la colaboración de las trabajadoras de Fournier y de la fábrica de cartuchos Orbea, como animadoras de aquella tensa situación. Fueron las responsables de echar granos de maíz en la entrada de Ajuria, llamándoles gallinas a los dirigentes. Esto no gustó nada al Gobierno Civil, ya que les hacía perder puntos frente al poder central de Madrid.

Clima convulso Aquello se fue durmiendo hasta que en 1955, salió el juicio y fueron condenados por lo sucedido años atrás. La decisión fue recurrida en Madrid, pero al año siguiente tuvieron que entrar irremediablemente en prisión para cumplir la pena de tres años y medio que les había sido impuesta. Sin embargo, la situación personal no era la misma. En 1951, Pérez Cuadrado no era más que un chico de 25 años pero cuatro años más tarde, estaba casado, con una hija y otro bebé en camino. Al final, gracias a una serie de indultos y trabajos sociales, sólo tuvieron que cumplir una condena de año y medio, con lo que salieron de prisión definitamente a finales de 1957.

Todo parecía tranquilo hasta que en 1961, le citaron a declarar a San Sebastián coincidiendo con el primer intento de atentado de la todavía inexistente ETA. El trance fue delicado, pero salieron airosos de estos interrogatorios. Uno de los útimos episodios conflictivos fue con motivo del Aberri Eguna de Bergara en 1965, ya que la Policía fascista estableció un fuerte cerco alrededor de la villa. Andoni Pérez decidió no hacer caso a la prensa de la época y se plantó en Bergara para celebrar aquél día. Esto le supuso un par de interrogatorios que afrontó con buen humor. A partir de aquí dedicó su vida al mundo de la banca, contribuyendo a la apertura de la primera Caja Laboral de la capital alavesa.