Vitoria. La actualidad es cambiante y eso lo sabe Carlos Echeverría, uno de los mayores expertos en las revueltas de los países árabes, que sigue minuto a minuto lo que ocurre en este lugar del planeta. Tanto que ayer, durante su segunda intervención en los Cursos de Derecho Internacional de Vitoria, se tuvo que disculpar ante los alumnos, ya que algunos escenarios a los que se refería el martes, habían variado. "Se han retrasado las elecciones en Egipto y Gadafi ha recuperado el control de una ciudad libia", les informaba.
Para alguien que se dedica a analizar las relaciones internacionales, asistir prácticamente en directo a esta revolución tiene que ser emocionante, ¿no?
Sí. Es un proceso tan complejo y que se ha extendido tanto en tan poco tiempo que cuesta ha cerse con él. Además, hay algunos escenarios en los que la obtención de información es muy difícil, como en Siria. Saber a qué va a conducir todo esto requiere esperar y no sólo confiar en que todo salga bien, sino que los actores que interactúan sean los que deben interactuar y que no se entremezclen otros que podrían alterar una transformación en positivo de esos países.
¿Hay al margen de la defensa de la libertad otros intereses detrás de estas revueltas?
Creo que puede haber actores que se han subido al carro después. Y estoy hablando del islamismo radical, que no ha tenido mucha suerte en propagar su mensaje ya que estos regímenes le han cortado las alas, algunos con más dureza que otros. Aun así han guardado un espacio en la sociedad, dado que juegan con la religión, y ahora se abre ante ellos un espacio ideal para trabajar. Sin duda van a ser una fuerza, positiva para algunos, pero para los que hemos analizado cuál es la aproximación a la política de gentes que se creen bendecidas por Dios y creen tener la razón suprema, es preocupante. Si además lo ubicamos en un contexto internacional en el que el terrorismo islamista sigue siendo una amenaza, independientemente de que haya muerto Bin Laden, tenemos que ser muy cautos con considerar a estos actores unos políticos más.
Hay quien dice que Al Qaeda está en declive, ¿lo cree así?
Yo creo que no, entre otras cosas porque no funciona con los criterios de los grupos terroristas clásicos. No tenemos que analizarla en función de que haya sido descabezada o porque no cometa grandes atentados como el 11-S. Al Qaeda tiene su propia dimensión en la que trabaja desde hace muchos años y en la que piensa seguir trabajando muchos más. Es toda una ideología nefasta que se trata de expandir en suelo árabe-musulmán y en suelo no musulmán también. Y en términos de liderazgo, que eso a los occidentales nos es tan importante por si había o no sucesión de Bin Laden, ya sabemos que hace tres semanas se ha producido, ahí está Ayman Al-Zarahiri. Por lo tanto es una realidad, y el atentando de Bombay del miércoles es un recordatorio más.
¿Cómo puede acabar todo esto?
Ésa es la gran pregunta y para ello ni yo ni nadie tiene respuesta. Es un proceso abierto en el que se están dando más avances en Túnez que en otros lugares y por lo tanto en este país debería llegar a buen fin, siempre que se den una serie de circunstancias que hoy por hoy no se están encadenando del todo bien. Junto a este escenario y el egipcio, que se está complicando, nos encontramos con una guerra en Libia y con una represión interna que muchos analizamos en clave fatalista que es Siria. Por lo tanto, respuesta no hay. Pero sí que existe la necesidad de acompañar a los procesos para que lleguen a buen fin.
¿Qué impacto están teniendo las revueltas en el mundo occidental?
En la dimensión político-diplomático ha introducido un factor de inquietud y de falta de previsión. Ha sido un revulsivo que está obligando a las organizaciones internacionales a actualizar sus políticas. Por su parte, a los ciudadanos les altera por la vecindad y por la inmediatez en los medios de comunicación. Pensemos que conflictos más costosos en vidas humanas que se han dado en otros escenarios, como en África Central o el Sudeste Asiático, no han tenido el impacto que están teniendo las revueltas. La atención es importante y nadie debe pensar que porque desaparezcan de los titulares de prensa se ha solucionado: es necesario canalizar esa atención para no ser sólo observadores, sino actores.
¿Ve alguna vinculación entre las revueltas y los indignados?
No veo ese paralelismo que algunos han establecido rápidamente. Efectivamente hay situaciones que llevan a determinados sectores de la sociedad a protestar, pero no es conveniente ni justo ubicarlos en el mismo escenario. Lo que se está dilucidando con el 15-M no tiene la trascendencia de las revueltas árabes. Aquí lo que hay es una llamada de atención a las autoridades políticas que muy probablemente será retomada mediante una invitación a la acción por parte de los partidos y sindicatos. En los países árabes, los partidos y sindicatos no han podido jugar hasta ahora el papel que juegan en una comunidad democrática. En el otro lado del Mediterráneo hay sociedades civiles aún por crear.