Vitoria/Franco. Un capricho de la meteorología ayudó ayer a apaciguar la ira del fuego, que se desató en el corazón de Trebiño, al parecer, por una imprudencia. Cuando las llamas devoraban sin resistencia los campos de cereal recién cosechados, el monte bajo y las arboledas de pinares del enclave y se dirigían sin piedad hacia el Parque natural de los Montes de Vitoria a una velocidad de vértigo, un cambio de dirección del viento -de suroeste a norte- propició el milagro. Lo que hasta entonces había sido una carrera continua protagonizada por los servicios de extinción de la Junta de Castilla y León, de la Diputación alavesa y del Ayuntamiento de la capital gasteiztarra para no perder la zaga del frente del fuego, entonces aquél tornó a una situación más sensata. La virulencia del incendio dejó de recorrer metros y los medios terrestres y aéreos lograron acotarlo tras casi cuatro horas de frenética actividad.

Pese a ello, la escena que quedó en la zona afectada era dantesca, con un paisaje tiznado de hollín, un cielo acaparado por el gris y el marrón del humo generado y pequeños focos que se avivaban según el capricho del aire en monte bajo y arboledas. Ello provocó que las tareas habilitadas para apagar el fuego se prolongaran durante horas. Incluso, ayer se estimaba que el trabajo de extinción continuaría a lo largo de la jornada de hoy.

Pese a ello, no hubo que lamentar víctimas mortales, sólo las cientos de hectáreas que acabaron calcinadas de rastrojos de fincas de cereal, arbustos y pinares. Sin embargo, la jornada sí que dio para sustos. Y para cautela y prudencia porque, pese a la efectividad de los retenes, se temía por la posibilidad de que un cambio de viento pudiera propiciar un repunte de las llamas.

Al llegar a Franco, a la colonia de La Presa, los restos del incendio recordaban que las llamas estuvieron apenas a unos metros de calcinar la colonia de chalés del pueblo, que está ubicado a unos 15 kilómetros del centro de la capital alavesa. Allí comenzó el fuego, a medio camino entre la citada localidad y Uzkiano. Después, la fuerza del viento que soplaba poco antes de las 14.30 horas hizo el resto. El fuego se propagó sin que nada ni nadie pudiera con él. Incluso se llegó a temer por la integridad y por el ecosistema de los Montes de Vitoria. En su recorrido, el frente afectó a las villas de Imiruri -un chamizo en las afueras del pueblo comenzó a arder-, Aguillo -donde hasta 27 casas tuvieron que ser desalojadas-, Marauri, Ventas, Saraso, Sáseta y Ajarte, que fue el núcleo donde los servicios de extinción se afanaron a última hora en controlar por completo la situación.

Al parecer, todo ello ocurrió por una imprudencia. Pese a no contar con ninguna confirmación oficial, distintas fuentes barajaban la posibilidad de la quema de un rastrojo o una barbacoa como posibles orígenes de la catástrofe. Dadas las condiciones existentes, con una temperatura casi infernal y un viento suroeste encrespado, cualquiera de las dos acciones podría haber acabado conformando una catástrofe muy superior a la que finalmente se dio. Al cierre de esta edición se desconocía si las autoridades habían determinado alguna acción punitiva contra el presunto responsable del incendio o si se había iniciado la investigación correspondiente.

En cualquier caso, la colaboración entre diferentes administraciones y vecinos también ayudó a evitar males mayores. Nada más conocerse la existencia del fuego, varios agricultores salieron con sus tractores para intentar rodearlo y hacer un cortafuegos. Desde la Junta castellana se enviaron numerosos retenes terrestres, apoyados por ocho todoterrenos y una excavadora, y medios aéreos -dos hidroaviones y cuatro helicópteros-. Por su parte, los Bomberos de Vitoria apoyaron la extinción con dos camiones -una autobomba y una cisterna-, y ocho efectivos, entre ellos, un mando. Aparte, colaboraron patrullas de Miñones y de la Guardia Civil. Además, los voluntarios de la Uceis de Campezo y profesionales del servicio de Miranda de Ebro se acercaron al lugar para echar una mano y para evitar que las llamas se reavivaran, que lo hacían, aunque en focos esporádicos. Por ello, todos los profesionales anhelaban ayer un cambio brusco de temperaturas para asegurar la extinción al 100%.

En ese sentido, el jefe del Servicio de Extinción de la Diputación, Fernando Martínez de Ilarduya, explicaba que había cierta cautela ante la posibilidad de que el incendio se reanimara según las circunstancias. "Se ha quemado preferentemente monte bajo, aunque había miedo a que la velocidad del viento sur llevara las llamas hacia los Montes de Vitoria". Por su parte, en declaraciones a Europa Press, el técnico de guardia del Servicio de Extinción de Vitoria, Javier García Reina, informaba de que el fuego "ya se está controlando" gracias al cambio del viento.