"Superondo". Zora nació en Argelia y apenas lleva un año viviendo en Vitoria. Sin embargo define de esta forma tan espontánea la experiencia que está viviendo desde este lunes junto a sus compañeros y compañeras del colegio Samaniego en el barnetegi de Espejo.

Hace apenas unas semanas que se puso en marcha este proyecto piloto a través del que decenas de niños inmigrantes de toda la provincia conviven en este albergue del municipio alavés durante tres días con el objetivo de conocer de primera mano tanto el euskera, como la cultura vasca.

La iniciativa, en colaboración entre la Diputación Foral de Álava y la Asociación de Ikastolas del territorio histórico, pretende potenciar el acercamiento de estos pequeños al mundo de la lengua de los vascos, algo nuevo para la gran mayoría de ellos, y el fomento de la interculturalidad.

Estas estancias de tres días están dirigidas a centros con gran cantidad de niños de diversas procedencias y con pocos recursos para poder llevar a cabo experiencias de este tipo. De esta manera, se les habilita un espacio fuera de las aulas en el que puedan practicar y vivir en euskera.

Asimismo, esta iniciativa se enmarca dentro del Plan de Inmigración y en las acciones del Servicio Foral de Euskera, que pretenden dos objetivos concretos: acercar el euskera al colectivo de niños inmigrantes y usar la red de albergues forales.

Los resultados, tras las primeras semanas de esta actividad, no se han hecho esperar. Por un lado, los monitores están asombrados por el nivel de aprendizaje y adaptación que están mostrando estos niños, y por otro, los más pequeños se muestran encantados con esta iniciativa.

Los chavales, que durante estos días conviven en Espejo, son de orígenes diversos. Pueden proceder de Latinoamérica, el este de Europa o África. Pero en Espejo, el acento da igual. Allí, acompañados en todo momento por sus profesores, aprenden nociones de cultura vasca y la fórmula para mostrar al resto de sus compañeros su idioma de origen a través de juegos populares, la tradición o la música.

"En clase les enseñan lengua o matemáticas, pero de alguna manera se dejan de lado las diferentes culturas y por ello, se crean comunidades y ghettos. Nosotros lo que hacemos es potenciar esa cultura a través de esta iniciativa", relata otro monitor.

"Intentamos que cada uno nos cuente su recorrido, cuando y cómo llegó a Euskal Herria. Que nos expliquen las costumbres de su propio país, su idiomas... Que ellos muestren también su cultura", afirma Gaizka, uno de los responsables de esta iniciativa, que no sólo se centra en el euskera. "Estos chavales tienen mucho que decir, pero es que muchas veces nadie les pregunta al respecto. De esta forma, también aportan sus conocimientos y experiencias propias", relata Julen, otro de los responsables de los niños.

Con todo ello, el vínculo que se forma en apenas tres días entre monitores y alumnos es único, algo especialmente palpable durante el último día, jornada en la que llegan las despedidas.

sin descanso No paran ni un segundo. Talleres de música, de pan, o una excursión a Salinas de Añana son sólo algunas de las salidas programadas. Durante la estancia, los chavales llevan a cabo distintos ejercicios con el objetivo de fomentar el uso del euskera, no sólo con sus profesores, sino entre ellos. Y es que la salida al valle salado no está hecha en vano, porque la sal que obtienen en la visita se la llevan hasta Espejo donde la intercambian por harina.

De esta manera, a los estudiantes les enseñan cómo este condimento era antiguamente utilizado como moneda de cambio. Aunque, sin duda, cuando se lo pasan en grande, es cuando cae la noche. "¡A la noche hacemos fiesta del pijama!", gritan en euskera varios alumnos.

Los monitores, por su parte, se muestran sorprendidos por el nivel que en apenas unos meses han adquirido muchos de estos pequeños. "Son como esponjas, lo aprenden todo con una facilidad pasmosa", explica Julen, uno de los monitores. Y no miente. La soltura y naturalidad con la que se expresan en euskera en el poco tiempo que llevan instalados en la capital alavesa, asombra. Y mucho.

Valerie nació en Salamanca, pero sus padres son de Colombia. Aún así, deslumbra por la facilidad con la que utiliza un idioma desconocido para ella hace apenas unos meses. "Barnetegi hau oso polita eta oso dibertigarria da", cuenta la pequeña de forma muy pizpireta. Rodeados por el paisaje salado estos pequeños posan encantados ante la cámara y contestan con desparpajo a todas las preguntas, siempre en euskera, eso sí. Están en su salsa.

"Están muy contentos con esta iniciativa", reconoce Celsa, una de los profesores que acompaña al grupo. Aunque también confiesa que cuando cae la noche, a más de uno le entra morriña, ya que para muchos de estos pequeños es la primera salida que hacen sin la compañía de su familia.

En este sentido, Eneko, otro de los monitores, cuenta cómo "el primer día a muchos de ellos les cuesta abrirse pero enseguida se van soltando". El vínculo que se ha creado en tan poco tiempo entre todos los protagonistas salta a la vista en un sólo vistazo. Pero para estos alumnos y alumnas del colegio Samaniego, el barnetegi acaba esta misma tarde. Aún así, no serán los últimos en formar parte de esta peculiar y pionera experiencia ya que otros niños y niñas de diferentes municipios alaveses como Amurrio, Samaniego y Campezo ya esperan su turno.

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