El bostezo es una de las acciones más universales e interesantes del ser humano. Desde que somos pequeños, experimentamos esta reacción de forma espontánea, y a medida que crecemos, notamos algo aún más curioso: es altamente "contagioso", pues, inmediatamente, las personas de nuestro alrededor hacen el mismo gesto de sueño.
De hecho, basta con ver a alguien bostezar para que sintamos la necesidad de hacer lo mismo. Pero, ¿por qué ocurre esto? ¿Qué mecanismos están detrás de este fenómeno? Vamos a desgranar las posibles razones.
¿Qué es el bostezo?
Antes que nada, es importante entender qué es el bostezo. Este acto consiste en abrir la boca ampliamente mientras se inhala profundamente, seguido de una exhalación más corta.
Aunque todavía hay mucho debate en la comunidad científica sobre su propósito exacto, se sabe que tiene funciones fisiológicas importantes.
Mientras que algunos investigadores sugieren que el bostezo ayuda a regular la temperatura del cerebro, otros plantean que podría estar relacionado con el mantenimiento de la vigilia y la atención.
A continuación, vamos a analizar las teorías que defienden el potencial contagiador del bostezo.
La teoría de la empatía
Una de las teorías más aceptadas sobre por qué el bostezo es contagioso está relacionada con la empatía. Se ha observado que los humanos, son más propensos a bostezar en respuesta a ver a otros hacerlo, especialmente si esos otros son familiares o personas cercanas.
Esto sugiere que el contagio del bostezo podría ser una forma de comunicación no verbal, que tiene sus raíces en la empatía y la conexión social.
Un estudio publicado en 2011 en la revista ‘Frontiers in Neurology’ señala que la tendencia a "contagiarse" de bostezos es mayor entre amigos y familiares que entre extraños. Este hallazgo refuerza la idea de que el bostezo puede estar vinculado a la empatía.
Cuando vemos a alguien bostezar, especialmente alguien cercano, nuestro cerebro responde automáticamente, tal vez como una forma de reflejar y compartir su estado emocional o fisiológico.
Las neuronas espejo
Otra explicación científica relevante es la implicación de las neuronas espejo, un tipo de célula nerviosa que se activa tanto cuando realizamos una acción como cuando vemos a alguien más realizarla.
Estas neuronas están vinculadas a la capacidad de imitar, aprender y entender las acciones de los demás, y se cree que juegan un papel fundamental en la empatía.
En el caso del bostezo, las neuronas espejo podrían ser las responsables de desencadenar el reflejo en nosotros al ver a otra persona hacerlo.
El bostezo en los animales
El fenómeno del bostezo contagioso no es exclusivo de los humanos. Se ha documentado en primates, perros y algunas otras especies animales. Esto sugiere que la función social del bostezo podría tener una larga historia evolutiva.
En los chimpancés, por ejemplo, se ha observado que el bostezo contagioso ocurre más frecuentemente entre miembros del mismo grupo, lo que podría servir para fortalecer la cohesión social.
De manera similar, los perros a menudo bostezan en respuesta a sus dueños, lo que algunos científicos interpretan como una señal de su capacidad de empatizar con los humanos.
Factores que influyen en el contagio
Aunque la empatía y las neuronas espejo son factores clave, no todos son igualmente susceptibles al contagio del bostezo. Existen diferencias individuales significativas: algunas personas son mucho más propensas a bostezar en respuesta a ver a otros hacerlo, mientras que otras parecen ser inmunes.
Factores como el nivel de cansancio, la proximidad emocional con la persona que bosteza y el contexto social pueden influir en la probabilidad de que el bostezo se contagie.
Más complejo de lo que parece
El bostezo contagioso sigue siendo un enigma fascinante en el campo de la neurociencia y la psicología. Aunque no se ha llegado a un consenso definitivo sobre por qué bostezar es tan contagioso, la teoría de la empatía y el papel de las neuronas espejo ofrecen una explicación convincente.
Este sencillo acto, que podría parecer trivial, es en realidad una ventana a los complejos mecanismos de la interacción social y la empatía, recordándonos cómo estamos intrínsecamente conectados unos con otros en niveles que apenas empezamos a comprender.