Las emociones no son negativas ni positivas. Simplemente están ahí, y si las aceptas, ellas te guiarán para tomar las decisiones correctas. La psicóloga Monia Presta cuenta en Tu cerebro emocional su experiencia profesional, sus heridas y progresos emocionales a través de un viaje entre Barcelona y Cadaqués. “Lo que busco es que la gente pueda descubrir cómo funciona su cerebro emocional a nivel neurocientífico, y cómo gestionar sus emociones para transformar su vida y ser una persona feliz, libre y empoderada”, subraya. 

¿Hay que conocer el cerebro emocional para una mejor calidad de vida? 

El cerebro emocional ha sido el gran olvidado porque tenemos un legado del pensamiento cartesiano. Se ha dado mucha más importancia a la racionalidad; las emociones han sido abandonadas, relegadas. Siempre se nos decía: no te dejes llevar por las emociones, porque no es bueno, porque puede ser algo que no te haga tomar buenas decisiones.  

¿Y no es así? 

No. La realidad es todo lo contrario, porque las emociones son adaptativas; nosotros tenemos unas emociones básicas que son seis: la tristeza, la rabia, el miedo, la alegría, la sorpresa y el asco. Son adaptativas y nos han protegido desde la edad de las cavernas; tienen su función, aunque algunas de ellas vienen etiquetadas como negativas. 

¿Cuáles? 

El miedo, la tristeza y la rabia. En realidad son nuestras amigas y tienen un mensaje para nosotros. El cerebro emocional está compuesto de la amígdala y del hipotálamo; la amígdala es muy rápida y nos avisa del peligro antes que el cerebro racional; el hipotálamo activa nuestra memoria emocional y nos dice qué situaciones son para nosotros favorables o no. En realidad, escuchar al cerebro emocional es una brújula para ver qué decisiones tomar porque nos está diciendo lo que es bueno o malo. 

¿Y si lo ignoramos?  

Puede llevarnos a desarrollar patologías psicológicas, físicas, psicosomáticas. En Tu cerebro emocional he querido destacar que hay que hacerle espacio a las emociones y también una buena gestión emocional, hay que escucharle y aprender a gestionar bien nuestras emociones. 

¿Un cerebro emocional es más rápido que la mente racional?

Sí. Es una brújula que dice por aquí sí o por aquí no. Esto puede darse en una persona, en un trabajo, una pareja o cualquier decisión importante de la vida. Entonces, como nuestro cerebro emocional es más rápido, la primera impresión es lo que cuenta y hay que hacerle más caso, también más caso al cuerpo que nos da señales. 

¿Qué señales? 

Cuando algo no nos acaba de convencer nos duele un poco la barriga, se nos corta la respiración, etc. Esto nos va diciendo algo; son las señales de nuestras emociones, nos están dando detalles. 

Tras la pandemia, las consultas se han disparado. ¿Lo ha notado también? 

Muchísimo. La pandemia ha disparado la depresión y la ansiedad. Antes de la pandemia, los psicólogos ya decíamos que se necesitaba una atención psicológica de prevención porque somos seres biopsicosociales. Se trató el tema a nivel biológico, pero no a nivel psicológico; se desatendieron las emociones y también lo social, porque somos seres sociales y necesitamos la relación con los demás. Esto ha desencadenado un problema muy importante y se han disparado las enfermedades del siglo: la ansiedad y la depresión.  

¿Se soluciona todo con ansiolíticos y antidepresivos? 

España es el primer país occidental que consume más psicofármacos y antiinflamatorios no estiroideos. Y es un problema porque los fármacos lo que hacen es intentar aliviar el síntoma, pero no van a la causa. Habría que trabajar más en la prevención psicológica; la pastilla puede ayudar un tiempo, pero luego sabemos que con los antiinflamatorios, si uno no cambia el estilo de vida, el problema sigue. Podemos ser agentes proactivos de nuestra vida y tener hábitos de autocuidado para mejorar esta situación y quitar la sintomatología. En el tema de la depresión y la ansiedad también; hay que abogar por menos fármacos que generan adicción y más por la conciencia emocional, por escuchar a las emociones para tener una salud integral. Y así nos ahorraríamos depresiones y esto ayudaría mucho a las personas y al sistema. 

¿En su libro ofrece consejos? 

Salen casos clínicos reales que he tratado con mi método, que es la Terapia Integradora Estratégica (TIE); trabajo de una manera rápida para que las personas puedan tener cambios efectivos en poco tiempo con ejercicios muy prácticos que veo en la consulta y que tienen que ver con identificar las emociones, abrazarlas y sentirlas, y también con gestionarlas bien. Y cuando lo hacemos bien, no le tenemos miedo al miedo, aceptamos la tristeza.  

Porque la vida tiene muchas facetas...

En la sociedad de la prisa, hoy en día, todo es antinatura. Es como si no te pudieras sentir triste; la tristeza tiene que ver con un duelo, una perdida y nos ayuda a integrarla; necesitamos llorar cien litros de lágrimas al año y nos hace bien, porque justamente cuando lloramos expulsamos el manganeso que es una sustancia tóxica para cuerpo. Llorar tiene muchos beneficios en una sociedad que necesita volver a tomar el contacto con lo natural porque se ha desnaturalizado todo. 

¿Y la rabia? 

Se produce por lo general cuando alguien nos ha hecho daño, puede ser que la persona lo quiera reparar y nos pida perdón. Pero si no es así, nosotros tenemos que hacer algo porque si no desarrollaremos enfermedades como el bruxismo, infartos... Sacar esa rabia con una buena gestión emocional nos ayuda. Y luego podemos tener nuevas brújulas del pensamiento. Una vez que hemos gestionado bien las emociones, si hemos cabalgado bien sobre ellas activamos nuestro pensamiento creativo y podremos afrontar el duelo, porque si no lloramos se genera la depresión. En cambio si lloramos podremos encontrar mejores soluciones a nuestros problemas. Todo ello nos lleva a una mejor actuación para nosotros y a una vida con más salud en todos los ámbitos. 

¿Qué papel juegan las redes en las emociones? 

Con las redes sociales se hace más necesario hacer un hueco a las emociones; las redes son las causantes, por su mal uso, de situaciones de angustia y depresión. Unas redes donde todo el mundo se muestra feliz. Por eso podemos y debemos permitirnos ser nosotros mismos y dejar de poner caras felices como si la tristeza, la depresión, la ansiedad y otras situaciones no existieran. 

¿Hay que hacer un detox digital? 

Uno de los consejos que doy a mis pacientes es que hagan la desconexión digital porque en las redes se vive en un mundo irreal. Les digo que cuando se levanten no se conecten a las redes, que empiecen el día meditando, haciendo deporte, con un desayuno bueno que les genere los aportes de la felicidad: serotonina, dopamina y oxitocina, que unidos al deporte, les llevarán a una situación de bienestar y buen humor. El tener unos hábitos saludables les hará recuperar el niño/a interior que todos tenemos olvidados y les conectará con la emoción y con el autocuidado personal. Así se sustituye lo que nos proporciona una falsa felicidad con lo que realmente es la felicidad. Las relaciones personales, los vínculos fuertes son lo más importante. Hay que cultivar lo real y regular todo lo digital. Solo con estos hábitos saludables y con reír, la gente ganaría mucho en salud.