El roble es el gran árbol de nuestra tradición, junto con otras especies importantes como pueden ser el haya, el tejo, el fresno, el espino... Pero el roble guarda unas connotaciones especiales en el acervo cultural vasco, teniendo al de Gernika, como su máximo representante. El gran roble ejerce, aún hoy, las funciones de árbol-testigo en las juras de los lehendakaris del Gobierno vasco. Es un árbol totémico en gran parte de la vieja Europa; un árbol que representa todo ese universo que se abre, justo donde hunde sus raíces, a la Madre Tierra. En ella se cobijan un buen número de seres míticos, en algunos casos aterradores, como Tartalo, Herensuge, Sugaar, además de la gran diosa Mari.

De la tierra brotan los frutos y verduras que comemos y el agua que necesitamos para vivir; por tanto, nos proporciona lo necesario para que sigamos existiendo. Pero no queda aquí la importancia de la Ama lurra, ya que en ella moran los antepasados. Por ello, determinados árboles han asumido la representación de este mundo escondido pero profundamente sagrado, convirtiéndose en árboles-testigo; nadie osaría mentir ante un representante de todo esto.

Nos vamos a las deliciosas tierras del norte, a Lapurdi, buscando una ruta tan sencilla como bella que nos permita conocer los secretos de los robles; y si, además, nos podemos dar un baño en las aguas de un lago solo nos resta caminar y disfrutar. 

El lago de Senpere, se localiza en las afueras de la localidad homónima y se enmarca bajo la silueta inconfundible del pico Larrun, que cierra el horizonte. Un lugar en el que anualmente se celebra el Herri Urrats, la fiesta de las ikastolas de Iparralde. Un amplio parking nos permite aparcar junto al lago y comenzar nuestro paseo, tomando la carretera que se dirige a la laguna para rápidamente desviarnos a la derecha, por la pequeña presa que lo cierra, alcanzando la orilla opuesta. Nada más llegar a unas casitas, giramos a nuestra izquierda para seguir un marcado sendero que circunvala el lago. El paseo nos lleva a caminar por un bello bosque autóctono, donde asoman bastantes robles, así como otras especies vegetales, todo ello junto al agua. Alcanzamos la parte este del embalse, donde encontramos varias zonas con mesas de picnic. En esta zona, topamos con bellos ejemplares de esta especie; algunos con un porte importante, que en ocasiones casi tocan el agua. El paseo invita a disfrutar con calma del paisaje, del bosque y del agua. El panorama se abre y asoman las cimas pirenaicas, creando un paisaje realmente bucólico.

El árbol testigo y sanador

El roble, además de esa característica de árbol testigo, se ha empleado para otros ritos de carácter sanador o de renovación. Era costumbre en varias zonas de Euskal Herria pasar, por el corte hecho a un roble, a un niño herniado en la noche de San Juan siguiendo un ritual concreto. Tras realizarlo, se unía nuevamente el tronco con cuerdas, y se colgaba la camisa del niño en el mismo. Si el roble sanaba, el niño se curaba de la hernia.

Otro rito unido a esta especie es el del Tronco de Navidad, un madero con el que se encendía un fuego en la Navidad, es decir, en el solsticio de invierno. Fuego que buscaba aportar energía al sol, que comenzaba a dar señales de renovación.

Las culturas indoeuropeas veían en los árboles la morada de ciertas energías o fuerzas de la naturaleza que eran benévolas con los humanos. Ellas eran las encargadas de regalarnos los frutos o el agua que necesitamos. Eran, por tanto, el lugar en el que se cobijaban estas energías. Una curiosa leyenda nos cuenta, a su forma, la manera que tienen los árboles de proteger a esas energías:

“Cuentan que en el bosque existen dos reyes: el Rey Acebo y el Rey Roble. Ambos van sucediendo su reinado en las mitades crecientes y menguantes del año. Así pues, en el solsticio de verano, el Rey Roble cae derrotado por su hermano gemelo, el Rey Acebo, dios del año menguante. Sin embargo, en el Solsticio de Invierno, será el Rey Acebo el derrotado por su hermano, el Rey Roble. Esta sucesión de reinados es necesaria y refleja el carácter dual del dios. En cada cambio de fase, uno de los dos reyes se sacrifica en pos del otro a sabiendas de que ese sacrificio le permitirá evolucionar para vencer más adelante, desde su mitad anual. Esta lucha de hermanos no es más que la lucha interna entre los aspectos duales del mismo hombre.”

Para concluir la ruta, seguimos caminando junto a la carretera que bordea el lago y que da acceso a las casas que pueblan esta zona, entre robledales. Pasamos un puente junto a un área de estacionamiento de autocaravanas y junto a la playa habilitada. En verano, podemos aprovechar para darnos un baño y disfrutar de las múltiples opciones de ocio que nos ofrece. Solo nos resta alcanzar de nuevo el aparcamiento.

FICHA TÉCNICA


  • ACCESO: Al lago de Senpere, llegamos desde la propia localidad labortana, siguiendo la carretera D-918, que une este pueblo con el de Zuraide. Una rotonda a las afueras, nos indica el desvío al cercano embalse. 
  • DISTANCIA: 3 kilómetros
  • DESNIVEL: 60 metros
  • DIFICULTAD: Fácil